Perfume de mujer
Ninguno sentía el peso del otro encima, ni ahogo abajo, ambos activos, hambrientos, entregados: cinturas, vientres, vellos confundidos en el pubis húmedo que en uno era el reflejo de la pequeña noche triangular del otro, hasta que después de lo que parecía horas y horas de caricias y búsquedas y encuentros ella se tendió boca arriba, y él, a quien vio inmenso y dispuesto sobre ella, la obedeció al instante cuando casi le gritó, porque era lo único que faltaba.
José Donoso, La misteriosa desaparición de la marquesita de Loria
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