Ahora
Rey Carlos Cornelio
Con
el aroma de su despedida inundando su presente, se acercó a la gaveta y buscó
entre facturas, libros y tarjetas, aquellas cartas que, en una noche de resaca
y amor ciego, escribió para ella. Ante él se vertían, en cada una de las
amarillentas hojas, frases inconclusas y patéticas que eran muestras de un
diabético romance. Habían pasado seis desde la primera vez que se amaron y solo
tres lunas transcurrieron desde el último «no eres tú, soy yo». Y ahora, todo
se iba literalmente a la mierda. Pero ese «ahora» era lo que más importaba,
porque estaba vivo, con el corazón hecho jirones, pero vivo, desilusionado y
más, pero con un «ahora». Y ese ahora era lo único que importaba.
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