Jorge Escobar Galván
En el interior de una sociedad
primitiva no puede haber separación entre los diferentes elementos de la
población. Se pueden encontrar variantes de riqueza, pero la desigualdad que
existe no es la misma que en la nuestra.
Las sociedades primitivas se
caracterizan por no tener escritura, pero aparecen en ellas la explotación
económica. En algunas se practicaba la esclavitud y había acumulación de
riquezas en provecho de una clase. En las nuestras, en cambio, se manifiesta un
desnivel impensable sobre esto.
Según Lévi-Strauss, en las sociedades
complejas hay una gran diferencia entre el grupo que se dedica a la producción
y el que elabora la cultura. Ocurre como si la conciencia hubiera pasado a ser
patrimonio de un determinado número de individuos y los demás se hubieran
quedado sin ella, como si se hubiera refugiado en una minoría o si el
conocimiento se les hubiera escapado a algunos como si éste se encontrase
demasiado lejos o fuese demasiado complejo.
Se trataría más de una especialización
que de una jerarquización. En las sociedades indígenas la totalidad de la
población participa, de manera mucho más plena y completa, en la cultura del
grupo.
Nuestra comunidad no se reconoce en
quienes elaboran su cultura. En las colectividades primitivas tenemos esa
participación masiva en forma de grandes ceremonias, fiestas o danzas que
ocupan un lugar considerable en su vida, incluso, más que en las actividades
consagradas a la producción. Los sabios, los sacerdotes, los directores ceremoniales
son la ejemplificación de un modo de vivir, de un tipo de conducta o una manera
de comprender el universo que es el grupo en su totalidad.
Tomemos, por ejemplo, el caso de las
castas de herreros en “otras” sociedades. Los herreros tienen que ver no con
los animales y la vegetación, sino con el mineral que se encuentra en el interior
de la tierra y con el fuego, son los poseedores de un saber y técnicas que
pertenecen a un orden diferente. En consecuencia, se les asigna una posición
particular, de respeto y temor a la vez, de admiración y hostilidad que se
parece o tiende a asemejarse a la posición que ocupan algunos especialistas hoy
en día.
En nuestra sociedad, los “sabios”
generan sentimientos muy ambiguos que asocian temor y repulsión y, a la vez,
una admiración casi mística y religiosa. Actitudes muy semejantes en las
primitivas hacia los herreros.
Por “sabio” no hay que entender únicamente el significado
literal de la palabra, sino incluir a «todos
los que crean un modo de pensamiento»: pintores, poetas, músicos, los
“intelectuales” que en nuestras sociedades están cada vez más aislados.
Elaboran la cultura, pero el grupo no considera que su cultura sea elaborada
por una minoría.
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