Máximo
Orellana Tapia
Edificio Hearst Tower (8va. avenida y la calle 57 de Nueva York). |
En el siglo pasado, en los
Estados Unidos se impuso el derribo y la renovación de su patrimonio
arquitectónico que, a partir de los años cuarenta, originó las primeras
protestas por la desaparición de valiosos monumentos. Por ello, la locución
"urban renewal" (renovación urbana) —en los tratados y discusión
actual sobre estos asuntos— ha quedado como sinónimo de “destrucción", es
así que en el mismo corazón del Manhattan neoyorquino ahora se tiene un
considerable respeto por los bienes monumentales.
En la actualidad, los
foros más importantes sobre arquitectura y urbanismo, así como la obra
arquitectónica más lograda, es inclusiva respecto a la obra existente de valor
histórico, por eso podemos ver el caso del edificio Hearst Tower (ubicado en la
8va. avenida y la calle 57 de Nueva York) que ilustra lo expresado.
Tal como se puede apreciar
en las fotografías, la torre densa, de 46 pisos y 182 metros de altura, ha
conservado el anterior bloque de seis plantas catalogado como monumento por la Comisión de Preservación de Íconos de Nueva York.
Este
edificio antiguo cuyas fachadas de caliza prefabricada en forma de “L”
con columnas, balaustradas, esculturas y ventanas relativamente pequeñas, fue
conservado y restaurado incorporando la torre nueva que
establece un vínculo y “diálogo” a través de una “falda” transparente y diáfana que inunda los espacios inferiores con luz
natural, dando la impresión de una torre de cristal que flota ingrávidamente
respetando esta condición y, muy por el contrario, obtiene partido de esta
condición, al punto que el acceso principal se produce de manera singular por
la construcción anterior, además de lograr ser el primer rascacielos verde de la ciudad que inserta en el
desarrollo y detalles del proyecto un sinnúmero de consideraciones medioambientales.
Este
edificio, concluido el año 2006, ha sido proyectado por el arquitecto
británico Norman Foster y constituye una lección viva y emblemática de
actuación culta y ponderada frente a un bien monumental, logrando su cometido
de aprovechar el suelo urbano en la mayor densidad permisible. Esto conlleva a
pensar, fundamentalmente, en la reutilización de la arquitectura preexistente,
en el aprovechamiento creativo de su infraestructura, adecuándola a las nuevas
necesidades. Querer es poder.
En el entendimiento que “Patrimonio”
viene a ser el conjunto de “bienes heredados de nuestros padres”, adquiridos
por esfuerzo individual o a razón de la patria, las edificaciones tanto
públicas como particulares, grandiosas o sencillas, construidas a lo largo de
nuestro proceso histórico, devienen en conformar ello y en mutua
interdependencia van a denotar la "personalidad" de una ciudad. Esta
es la razón por la que cualquier población tiene un patrimonio que resguardar,
y en el caso de Huancayo o cualquier otra ciudad en el Perú, con mayor razón, porque
sus bienes monumentales son escasos y pueden ser contados sólo con los dedos de
las manos, antes de caer en el libertinaje del todopoderoso dinero o argumentos
en “defensa de la vida” como pretexto barato de destrucción.
Para esto se requiere sin duda de la
implementación de una política cultural consistente, con objetivos y recursos
adecuados, pero lo más importante, con personas sensatas que actúen con
conocimiento y sentido común, líderes no sólo políticos, sino también
culturales, que no sucumban a intereses subterráneos y que lejos de esgrimir
bravuconadas y pedantería, reflexionen con humildad y sensibilidad frente a una
de las artes mayores como es la arquitectura, aunque esto suene a “pedir peros
al olmo”.
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