Carlos Yusti
François Marie Arouet, "Voltaire" (París, 21 de noviembre de 1694 – 30 de mayo de 1778). |
Cuando era un desordenado lector
barriobajero, me convertí en un encarnizado fanático de Voltaire. Paradoja
aparte, no aprendí nada de Voltaire, sin embargo, su estilo desprejuiciado y al
vuelo de su Diccionario Filosófico se
adhirió a los huesos de mi escritura.
Todo en él era de ese brillo para
encandilar, todo lleno de ruido y ese talante pendenciero de
“hagoloquemedelagana” proporciona la medida de su hoy vitalidad literaria.
Voltaire tenía un apego ferviente por
la vida y podría decirse que fue el Truman Capote de su época. De extracción
humilde —sus detractores, para descalificarlo, lo tildaban como ese
insoportable “hijo de notario”—, tuvo la capacidad de codearse con reyes,
duquesas, príncipes y princesas, al igual que Capote, quien se codeo con los
ricos y famosos del cine y más allá, tan sólo haciendo gala de un ingenio
demoledor y elegante.
Voltaire tiene una obra abundante,
pero se le recuerda apenas por dos o tres libros. Sus cuentos se leen todavía
con mucha frescura. Malgastó tiempo y talento en unas obras teatrales hoy
soporíferas e irrepresentables.
Existen como tres rasgos que
distinguen su personalidad intelectual. Fue el primer escritor que buscó tener
un público. Su actividad como autor de libelos y panfletos le granjeaba muchos
adeptos y enemigos, esto le permitía no pasar desapercibido y ganar lectores
para sus libros supuestamente serios y filosóficos. Fue, asimismo, el primero
en inmiscuirse en un juicio de dominio público. Con él se inventa eso de
“intelectual comprometido” y su “yo acuso” en el Caso Calas, comerciante
jansenista que fue declarado culpable en un juicio amañado y ajusticiado por un
delito no cometido, marcó un hito, pues su único recurso para defenderlo en
juicio tan desigual fue su ingenio y su irrevocable ilustración, como lo
demuestra su libro Tratado sobre la
tolerancia con ocasión de la muerte de Jean Calas.
También fue el primero en romper con
ese estigma del escritor sufrido y muerto de hambre escribiendo su gran obra
tras penurias extremas. Pocos años antes de morir era un anciano que había
acumulado mucha fortuna, pero nada comparada a los honores y tributos que le
dispensó Francia al reconocer a ese “hijo de notario” como uno de sus más
ilustres hombres de letras.
Fue el primero es bajar a la filosofía
de su pedestal y convertirla en algo mundano, al alcance de todos. Voltaire fue
primero en todo muy a pesar de Diderot: «Voltaire es el primer segundo en
todo».
«¡Aplastad al infame!», fue su grito
de guerra. Se refería con ello al dogma y al fanatismo religioso que quemaba
cuerpos por abrazar ideas contrarias a la del común.
Para Barthes, fue el último escritor
feliz ya que supo distinguir a sus enemigos. Para Savater, fue un maestro de
todo y un gran experto en nada. Para mí, fue ese escritor que nunca tuvo quietud
y quien tuvo claro su sentido para disgustar, irritar, divertir, entretener y
enseñar a través de la filosofía y la literatura.
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