Mátalos suavemente
Jorge Jaime
Valdez
Después de meses
de una cartelera realmente pobre llegó una película de mucho interés. Ocurrió
lo que suele suceder con este tipo de cintas: paso desapercibida, sin pena ni
gloria; sin embargo, merece un comentario en un intento por hacer algo para que
una buena obra no se eche al olvido.
Mátalos suavemente (2012) es un filme del director
neozelandés Andrew Dominic, conocido entre nosotros por dirigir, hace algunos
años, un western estupendo, poético, personal y diferente desde su largo
nombre: El asesinato de Jesse James por
el cobarde Robert Ford (2007), encarnado por un Brad Pitt memorable que
demostró con contundencia que podía actuar y no solo ser el “sex simbol” que
nos vendió Hollywood y su maquinaria monstruosa.
Otra vez se
juntan estos dos talentos del cine norteamericano actual y nos presentan un
policial atípico, con el sello particular de Dominic y otra actuación
formidable de Pitt, quien además produce la cinta.
La historia
sucede en New Orleans por la época del huracán Katrina, se abre con la voz en off
de Barack Obama, durante su campaña a la presidencia de su país, y se cierra en
un bar de mala muerte con otro discurso político del mismo, esta vez, ya
elegido como presidente. El tema de los discursos políticos es un pretexto para
criticar a toda la sociedad norteamericana, pero no es una película política,
es un policial oscuro, muy cercano al “cine noir”,
desencantado y en buena forma.
Encontramos gánsteres
decadentes como Ray Liotta, el actor principal de Buenos muchachos, la obra maestra de Martin Scorsese, alcohólicos
como James Gandolfini, asesinos cínicos como Pitt o torpes asaltantes que más
parecen vagabundos; uno de ellos se dedica a secuestrar perros finos para pedir
rescates millonarios y, por la naturaleza de su trabajo, huele literalmente a
“mierda”.
Brad Pitt
interpreta a un sicario que debe saldar cuentas con quienes le robaron a la
mafia enquistada en los casinos clandestinos. Durante toda la historia vemos
espacios cerrados y asfixiantes que contribuyen a crear una atmósfera
deprimente, oscura, lluviosa, que nos recuerda a las cintas de los hermanos
Coen, de Francis Ford Coppola o al mejor
Scorsese.
Los méritos de “Killing Them Softly” son muchos. Decía
que es atípico porque, a pesar de ser un policial, está lleno de diálogos
largos y muchos tiempos muertos, que es una elección premeditada de su director
para imprimirle su sello personal, pero los momentos de acción, cuando llegan,
son memorables: la escena del asesinato en un auto es impresionante, no
escuchamos la violencia brutal que se está viviendo, sólo la vemos, con una
cámara ralentizada y acompañada de una canción que estiliza la crueldad más
dura.
El final de Mátalos suavemente es soberbio: el
asesino encarnado por Pitt filosofa acerca del discurso de los políticos, y nos
dice que el mensaje esperanzador es una estafa, porque no hay esperanzas;
sentencia que esa no es una comunidad, que no es un pueblo, que todos están
solos, que Estados Unidos no es un país, que es un negocio. Quizás suene duro y
pesimista, pero encierra una verdad preocupante.
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