Nilo Inga Huaman
¿Escuchaste?, es el retumbante sonido
de un cohetón que anuncia el inicio de la fiesta del pueblo. Sí, bajo el
hermoso atardecer andino, el cielo azulado ha oscurecido, las estrellas
“aguaitan” con su imponente resplandor como queriendo atestiguar las costumbres
del huachaquino.
Han llegado los residentes de la
capital y el extranjero, van camino a la iglesia, se escucha la banda desde
lejos. «¿De quién será?», preguntan y la respuesta se consigue llegando a la
plaza: no había una banda sino cuatro.
¿Por qué cuatro? «Son cuatro priostes»,
respondió el abuelo, mientras sacaba de su abrigo unas velas para prenderlas en
el altar. La Iglesia, como nunca, se encuentra iluminada, la gente baila al
compás de la música, el frío serrano motiva a tomarse el calientito que los
familiares de los priostes han traído en teteras curiosamente abrigadas con
pullos.
Los pirotécnicos están levantado más
alto los castillones. Casi a media noche, el cielo se ilumina con las bombardas
y los fuegos artificiales. Como en una competencia, cada prioste hace hurras
por su familia.
Antes de que salga el sol, se escucha
el repique de campanas y los 21 camaretazos: anuncian que el día central ha
llegado. Hay que ir a misa y acompañar en la procesión al santo. Sale de la
iglesia con muchísimos adornos y gente a su alrededor. Paso a paso, al compás
de la música, Santo Domingo termina su recorrido por el contorno de la plaza y
se posa frente a la iglesia para la bendecir a todos.
Es la una de la tarde, tenemos hambre,
vamos a comer, mira, allá hay ollas de barro, por el otro lado hay juguetes,
son los “huishatos”. ¿”Huishatos”? Silbatos de barro pues. Los hay en todas las
formas: un torito, ahí hay un soldado, es un pajarillo, no importa, lo bueno es
que tenga buen sonido. Un momento, aquí están las carpas de comida, yo quiero
un plato de mazamorra de caya. Yo, un pucherito, pero con su “yuyo”. Hay que
almorzar mientras bailan en cada esquina: hay muchísima cerveza.
Las diez de la noche, ya vamos,
estarán velando al toro. Corre, se ven luces en la plaza, deben ser los toritos
artificiales. En ese grupo, los vecinos están “visionando” el futuro de la
corrida. ¿Cómo? Mira, sobre el bombo de la banda hay granos de maíz simulando a
los toreros y un ají de lima seco aparenta ser un toro, sus cuernos y patas
están hechos con palillos de fósforo, y tras el resonar del redoblante, el
supuesto animal se traslada pisando los granos de maíz. Algunos se alegran.
¿Qué pasó? Eso quiere decir que mañana tendremos buena corrida.
Es 12 de agosto, escucha la música, con
esa banda iremos a la corrida, dicen que son ocho toros de casta, vamos, ya
tengo mi bolsita para recoger caramelos. La plaza de toros está casi llena. Mira,
la bestia ya salió, los toreros, entre
vivas y aplausos, están haciendo lo mejor que pueden.
Ya se fue el toro, prepárense: los
priostes y los que les acompañan están dando la vuelta a la arena bailando y
avientan por doquier caramelos, frutas, panes, algunos lanzan ropas pequeñas,
utensilios de plástico, no importa. Agarra, aquí hay galletas, yo quiero
caramelos.
Ayer, después de la corrida, se fueron
las bandas y hoy llegan las orquestas. Mamá se levantó temprano, se vistió de
tunantera y salió, me dijo que hoy van a poner en su altar mayor a Santo
Domingo y van a anunciar a los próximos padrinos.
La iglesia está llena, los aplausos y
las vivas nos anuncian que ya hay nuevos priostes. La fiesta termina mañana,
seguirán con el agradecimiento. Mi abuelo me dijo que antes la celebración
terminaba con el cortamente, pero por esto de cuidar la ecología, ya no lo
hacen.
Hay que esperar hasta el próximo año,
vamos a hacer la tarea, lo que el profesor nos dijo: escribir nuestras
experiencias en la fiesta patronal de nuestro pueblo: Huáchac.
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