Lupe
Roberto Bolaño
La encontré en
una esquina junto a otras putitas adolescentes, apoyada en el guardabarros de
un viejo Cadillac. Creo que nos alegramos de vernos. A partir de entonces Lupe
empezó a contarme cosas de su vida, a veces llorando, a veces cogiendo, casi
siempre desnudos en la cama, mirando el cielorraso tomados de la mano (...) Así
que me quedaba callado y pensaba en lo extraño que resultaba el silencio de ese
hotel.
O tenía las
paredes muy gruesas o éramos los únicos ocupantes o los demás no abrían la boca
ni para gemir. Era tan fácil manejar a Lupe y sentirte hombre y sentirte
desgraciado. Era fácil acompasarla a tu ritmo y era fácil escucharla referir
las últimas películas de terror que había visto en el cine Bucareli. Sus
piernas de leopardo se anudaban en mi cintura y hundía su cabeza en mi pecho
buscando mis pezones o el latido de mi corazón.
Eso es lo que
quiero chuparte, me dijo una noche. ¿Qué, Lupe? El corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escribe tu comentario aquí.