martes, 17 de abril de 2012

Vallejo murió de perfil

Justo Chamorro Balvín



Según todas las noticias por entonces, Vallejo llevaba una vida difícil y retraída, «envejecido por el hambre, esquiva la salud y el dinero escaso». Cuando la miseria le atenazaba en exceso se recluía «durante semanas y meses en el lóbrego cuarto de un hotel de última categoría. Sólo algunos íntimos le oyeron suspirar en una ocasión:
—Ay, cuánto dinero cuesta el ser pobre.»
Este hombre que desde que había salido del Perú, en 1923, no había vuelto a publicar un libro de poesías, y quien apenas había escrito unas pocas en todos sus años europeos, ahora por el atareado servicio que prestó a la España combatiente, ante la que no sabe “verdaderamente que hacer, dónde ponerme, corro, escribo, aplaudo, lloro, atisbo, destrozo, apagan, digo a mi pecho que acabe, al bien, que venga”, rompe de nuevo en poesía. En otoño e invierno de 1937, —en los días de setiembre, octubre, noviembre y diciembre están fechados muchos de los poemas— escribe los que han de llenar un volumen titulado “Poemas humanos” el cual, por desdicha, sólo póstumamente pudo ser presentado en París, en 1939.
Tras el esfuerzo poético realizado a fines del 37, un gran agotamiento físico y psíquico avasalló a Vallejo. Sus hambres, su vida miserable, sus tensiones políticas, las emociones de la contienda española, lo habían deshecho. En una ocasión pensó volver a América, pero inmediatamente decidió que “no podía abandonar Europa mientras siguiera luchando el pueblo español, mientras quedaran esperanzas de redención”, narró Larrea. Pero su estado empeoró, hasta que tuvo una fiebre constante y hubo que guardar cama.
Trasladado más tarde a una clínica del Boulevard Arango, el 13 de marzo de 1938 cayó en el lecho para no levantarse más. Ningún análisis clínico, ni radiografía, hallaron la causa de su enfermedad. El hambre, la miseria, las torturas de la pobreza, la ansiedad, no son virus que lentes y placas puedan iluminar. Durante un mes su temperatura estuvo oscilando entre los 40 y los 41 grados, hasta que el 07 de abril sufrió una crisis que se creyó iba a ser fatal, pero de la que se repuso por algunas jornadas. A horas de la tarde del jueves 14 de abril perdió definitivamente el conocimiento, comenzando a delirar. En sus alucinaciones pronunció con insistencia el nombre de España y sus últimas palabras: “Allí…pronto…navajas…Me voy a España”, según cuenta Iduarte. A las 09 de la mañana del 15 de abril, viernes de Pasión del 38, entró en coma y asistido por su mujer y por sus amigos, Cuto Oyarzun, artista chileno, y Juan Larrea, el escritor español que ha relatado la escena. César Vallejo murió, a las nueve y veinte, “sin aspaviento alguno, dignamente, con la misma dignidad con que había vivido”. Como describió Larrea
Su cadáver fue trasladado desde la clínica a la Casa de la Cultura, donde fue velado y de donde salió para ser enterrado en el cementerio parisino de Montrouge. En la necrópolis hablaron Louis Aragón, en nombre de la Asociación Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura; Antonio Ruiz Vilaplana, a nombre de los españoles, y Gonzalo More por los peruanos.
En su lecho de muerte, surge en su memoria: “Y se murió de perfil. Viva moneda que nunca se volverá a repetir”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe tu comentario aquí.