martes, 3 de abril de 2012
Luna de agua y su riqueza ancestral
Lilia Figueroa Manyari
Toda obra literaria es creada a partir del mundo que rodea al autor, es él quien reflexiona, analiza, cuestiona y propone respecto de su entorno histórico social. Por ello es importante analizarla a partir de dos momentos: el contexto interno de la obra en sí, y a partir de la perspectiva históricosocial que rodea al texto. Es de esta manera que podremos profundizar la intencionalidad, fundamentación, leivmotiv y, así, extrapolar la intencionalidad de su creación.
En el caso de la obra literaria “Luna de agua”, del escritor Gerardo Garcíarosales, el tratamiento temático, el lenguaje y la estructura textual están ligados indisolublemente al pensamiento del hombre andino. Por ello podemos enmarcar a “Luna de agua” como una magnifica representación de la literatura andina. Julia Centurión Morton (de la Universidad Randolph-Macon, Virginia) enfatiza esta característica básica como un aporte a la literatura peruana, pues entrecruza en cada uno de sus relatos elementos andinos reales —la visión del hombre del valle del Mantaro sobre la luna— y su sentido de pertenencia a partir de su interpretación metafísica. Pero además Garcíarosales entiende, interpreta y crea a partir de ello relatos que se fundamentan en este pensamiento.
Por otro lado, el tratamiento del lenguaje, al igual que el tratamiento temático, está elaborado en dos niveles: el habla tradicional, popular, en labios de la abuela y el nieto. Y la interpretación connotativa de la vida colocada bajo las reflexiones del narrador múltiple, dando de este modo la posibilidad de entender con mayor profundidad la visión del mundo y la capacidad interpretativa de la vida en el valle.
En cuanto a la estructura narrativa, Garcíarosales ha optado por brindarnos una nueva propuesta organizacional en que dos personajes se encuentran inmersos en un diálogo donde, curiosamente, sólo se escucha la voz de la abuela, quien revela, confiesa y transmite su experiencia; mientras el nieto, en forma introspectiva, reflexiona, relaciona y toma como suya la información recibida; reproduciendo de esta manera el sentido oral existente en las comunidades y/o sociedades con arraigo histórico. Es esta cualidad narrativa la que hace de “Luna de agua” un libro único, como remarca Edgardo Rivera Martínez en el prólogo.
En una conversación con el autor pudimos entender su interés por plasmar una de las riquezas de nuestra cultura madre, como modo de transmisión de nuestra interpretación del mundo. Es decir, la importancia de la transmisión oral para la preservación de nuestra riqueza cultural, pero además la urgencia de evidenciar un recurso importante de comunicación. Podremos, así, entendernos y preservar de este modo nuestra singularidad frente a la globalización.
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