HonestidadAmilcar Gamarra CasanovaLas luces estaban apagadas y un hilo frío de sudor rodó por sus mejillas. Se persignaba y pedía a todos los santos salir de esta terrible situación, tan perplejo que ni la cabeza podía mover. Luego de cinco minutos respiró fuerte y caminando abandonó, en blanco, su examen de admisión.
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