Máximo Orellana
Tapia
Casa Ráez (Esquina de calles Arequipa e Ica) - 1988. Foto: Máximo Orellana. |
Estos días hemos podido ver cómo la
indiferencia e insensibilidad de las instituciones, a lo largo de muchos años,
ha tenido como epílogo la desaparición de una edificación declarada Patrimonio
Monumental de la Nación, por lo tanto, bien cultural de todos los peruanos.
Sin embargo, hablar de estos asuntos
en un medio en el que prima el mercantilismo y los intereses subterráneos es
realmente árido, porque para eso tendría que existir sensibilidad frente al
arte así como un mejor nivel de educación, cultura y transparencia
institucional. Ya sabemos cómo andamos en estos temas dentro del contexto
nacional e internacional. Toda ciudad que se precie de buscar un verdadero
desarrollo, no solo persigue el bienestar económico sino también el de otras
vertientes, dentro de ello está lo cultural.
La Casa Ráez, un inmueble cuyas
características arquitectónicas —tanto en su espacialidad interior como en su
volumetría y detalles—, era testimonio representativo de una época que, al
margen de cualquier chauvinismo barato y destemplado, significaba un punto
importante en la evolución de la arquitectura republicana en esta parte del
país, una casona que instituciones corruptas que todo negocian bajo la mesa
nunca valoraron y que hoy ha desaparecido.
De acuerdo a la Ley de Protección del
Patrimonio Monumental, los propietarios se constituyen en los principales
responsables en el cuidado de los mismos, claro está, con el apoyo de las
instituciones que, como en este caso, jamás hicieron algo verdaderamente
relevante al respecto.
Este epílogo muestra que el patrimonio
arquitectónico se halla desprotegido y es gestionado endeblemente en el país.
Para cualquier ciudadano no es un secreto que el trasfondo es la angurria
mercantilista de los propietarios, quizá de asociaciones promotoras de
“adefesios” comerciales que solo están generando una ciudad de escasa calidad,
cuyo caballito de batalla es un mediocre, distorsionado y desinformado afán de
“modernidad” como meta.
La fotografía adjunta, extraída de mi
archivo personal, muestra la Casa Ráez, aproximadamente hacia 1988 en el que
aun cuando ya se hallaba deteriorada, mantenía su dignidad e integridad.
Luego del desastroso incidente, el
martes por la mañana la casona todavía se mantenía en pie, pero al lado estaba
el alcalde provincial que, al ser ignorante en estos asuntos, solo se ufanaba
disque dando «declaraciones de decisión y firmeza, cual defensor del progreso»,
de que de todos modos se iba a demoler en su totalidad, respaldado por sus
avasallados técnicos igualmente imberbes en estos asuntos, quienes en conjunto y
de la manera más insensible solo esperaban a que fuera destruida completamente
pudiendo haber salvado, por lo menos, una crujía hacia ambas calles, porque los
muros aún se mantenían erguidos mostrando la nobleza de sus materiales.
Un final patético para un inmueble que
formó parte de la historia y que, probablemente, sea reemplazado en poco tiempo
por alguna elucubración chabacana. En todo caso, el reto está lanzado a los
“constructores de progreso”, quizá tengan alguna “brillante” idea, con las
dudas del caso.
No hay que ser un sensiblero de toma y daca que el verdadero patrimonio es salvaguardar el valle del Mantaro y la consigna es crecer en altura ¿resuelve en algo mi nostalgismo de fanático? que me hace ver sólo desde mi esquina, ¿Ó es más válido asumir como tema central la sostenibilidad del valle? Que está creciendo peligrosamente horizontal. La ciudad con su complejidad no es un simple y ordinario debate de discursos esteticistas y epilogueros, ¡no señor!
ResponderEliminarCreo que es importante distinguir entre sensibilidad y sensiblería, en todo caso la de los derruidores es sensiblería por lo fingido de sus acciones de “velar por la seguridad” u otras patrañas sabiendo que hay intereses ocultos. Nadie discute la sostenibilidad o el crecimiento vertical, creo que se esgrime una pedantería de “erudito” que habría que debatirlo en un foro público, pero claro esto no puede ser con un anónimo, mejor sería identificarse.
ResponderEliminarAmigo periodista, los derruidores, como Ud. los llama,no pueden ser sensibleros porque actúan abierta y convincentemente,si fueran sensibleros, les temblaría la mano, son leales a sus convicciones, en tanto los sensibleros, se encasillan en su subjetividad y cúrsileria de decir "era la representación de una época" frase que denota un nostalgia desmedida, patológica por las cosas viejas. Criticar el "mercantilismo" en Huancayo es vivir de espaldas a su realidad, Huancayo siempre fue mercantilista, mejor bájese de su nube y si me he registrado como anónimo es para no ser el típico figureti, como suelen ser los periodistas, que se creen dueños de la verdad. Ud. dice "nadie discute la sostenibilidad" Es que justamente Ud. parece ignorar y cree que no es vinculante a su extinto adefecio que defiende a ultranza.
ResponderEliminarEn la lógica de una persona como Ud. que por lo visto no sabe nada de estos asuntos, no pasaría nada si es que se derruyera el Coricancha o cualquier otro bien monumental. Me parece que lo patológico está en sobredimensionar lo mercantil y en llamar "extinto adefecio" a un bien que tenía la condición patrimonial. Le recuerdo que en un estado de derecho, todos tenemos la obligación de respetar las leyes. Creo que tiene que aprender a hablar más con la razón que con el hígado.
ResponderEliminarNo sea secularmente soberbio, sus comparaciones, son tan torpes e ignominiosas, hay patrimonios y patrimonios, Coricancha es patrimonio, porque comporta dos arquitecturas yuxtapuestas,de excepcional factura y que sintetiza la imposición del poder, dado por el imperio hispánico sobre lo incásico ¿Cómo va a comparar su adefesio con Coricancha? tal parece que Ud. como periodista desconoce la ontología de una arquitectura patrimonial, sorprende que advenedizos que declararon "patrimonio",entre gallos y media noche, sólo para ganarse la vida generen un debate de "patrimonio". Mire Sr. periodista Ud. lo que no sabe es que los patrimonios para ser declarados como tal, deben encerrar una alta calidad arquitectónica, su mamotreto; no la tiene,salvo su sensiblero y subjetivo valor que Ud. a título personal le pueda dar y la otra es si encierra un hecho histórico de trascendental acontecimiento, tampoco existen documentos, dado que el propietario registra sus hechos y costumbres en ordinaria vida civil, lo demás son meros comentarios espurios de dichos y trascendidos, del"debió ser". Mejor lo dejamos ahí y que lo vea el tema un arquitecto y no se piconé en responderme
ResponderEliminarLa ignorancia es atrevida...zapatero a tus zapatos mejor porque creo que ni idea tienes de lo que estas hablando, encima pretender dar clases de algo que no se ha estudiado es vergonzoso y ridículo.
ResponderEliminarOtro anónimo. Señor Juvenal, yo lo felicito por el artículo que obviamente presenta un desafío para una sociedad creciente, pero que no debe olvidar su propia historia. Me parece que quienes hablan de "nostalgia fanática" no tienen un punto ni de memoria ni de pasión por el arte. Esto tipos de "amigos" hay que pagarles un pasaje a los paises más desarrollados para que vean como tratan (al menos tratan) de cuidar su patrimonio.
ResponderEliminarTal vez señor Juvenal convenga hacer un cursito de patrimonio, que es lo que aquí en Perú parace que poquísimos como usted reconocen y defienden.
Toda la razón querido amigo: "no tienen un punto ni de memoria ni de pasión por el arte"...esa es una de las principales causas, por eso es que solo predomina lo simplón y hortera...sin embargo hay edificaciones que sin ser recientes aportan más que las actuales...la calidad es independiente del tiempo y de los materiales...realmente queda mucho pro aprender y hacer, gracias por el comentario que dice mucho de su persona.
ResponderEliminarEn el mejor de los escenarios, sería restaurada y ocupada como comercio, hospedaje, restaurantes, oficinas, y probablemente aun así tendría deficiencias. Y como Ud. sabe, estimado amigo, los centros históricos se activan con viviendas, que sean salubres, que generen apropiación del lugar y seguridad ciudadana. Lo único que personalmente me apena es que ahí se vaya a construir galerías comerciales en todas las plantas...
ResponderEliminarPor otro lado creo que flaco favor le hace a la ciudad mantener una estructura decadente cuando es oportunidad para mostrar la nueva producción arquitectónica que se produce en el valle, en más de 5 décadas que se dicta arquitectura en la UNCP, ya habrá cuajado un derrotero intelectual en relación al ejercicio proyectual ¿No cree? o qué se enseña en las cátedras, sino rescartar la esencia y memoria del lugar?
Daniel Laureano