Máximo Orellana Tapia
Biblioteca Pública Virgilio Barco. |
Ver las obras del arquitecto colombiano Rogelio
Salmona es un verdadero deleite, su emplazamiento en “el lugar”, comenzando por la forma cómo ha definido los accesos en
sus edificios —como en la biblioteca “Virgilio Barco” ubicada en la sabana de
Bogotá— significan una especie de rito donde la presencia del agua y la
sucesión de escalinatas y puentes son como el preludio que antecede al corpus
mayor de la obra. Ya en el interior se percibe todo un despliegue de fluidez en
la circulación, resuelto con la ineludible y fuerte presencia del uso de rampas
de grata influencia lecorbusiana, y la combinación de éstas con escaleras que
permite recorrer el edificio con total comodidad.
«La música y la arquitectura. Uno compone como se
compone la música», decía el maestro en una entrevista del 2006, y es que en
sus obras, la visibilidad e integración de un espacio con otro, la transición
de los recorridos, son una sinfonía en la que cada uno es una nota musical diferente
y que, en conjunto, forman el concierto. Es eso lo que percibimos en la
reciente visita de estudios realizada a algunas de las obras de este genial
arquitecto en la ciudad de Bogotá y Medellín.
Su elucubración arquitectónica no queda allí, existe
mucho más por ver, pues Rogelio Salmona no quiso que sus edificios terminaran
en la espacialidad interior, su aguda sensibilidad nos revela y demuestra que
las mejores perspectivas del entorno se ven desde las cubiertas o azoteas que
él supo trabajar, generando recorridos accesibles, ambientados con pérgolas,
asientos, vegetación, senderos, etc., lo cual hace que su arquitectura sea
disfrutada por todos lados, un aspecto recurrente en algunas obras análogas
como la Casa Milá o De la Pedrera.
Rogelio Salmona (París, 1927 - Bogotá, 2007). |
Otro aspecto importante a la escala urbana es la
capacidad del autor por contribuir con el espacio público, patente en el Centro
Cultural Gabriel García Márquez donde la obra contemporánea se inserta
magistralmente en el conjunto de la ciudad, con un lenguaje propio y por
contraste, sin ninguna referencia formal a lo existente, pero con un claro
propósito de no generar “disonancias” sino de revitalizar y dignificar su
entorno inmediato.
El Centro Cultural de Moravia, única obra de Salmona construida en Medellín, fue
proyectada para un sector degradado; este conjunto arquitectónico también habla
de las cualidades de su diseñador, en este caso vinculado además con el tema
social por cuanto ha logrado reforzar la vida comunitaria generando actividades
artísticas y creativas. Su trabajo es de gran transparencia, pues conecta dos
lugares públicos de distinto carácter: la plaza de recibo, hacia la quebrada, y
el teatro, donde se hacen las presentaciones artísticas. Está organizado en
torno a un patio central que se liga sutilmente con todos los espacios a su
alrededor como con el paisaje urbano.
Los materiales predominantes que utilizó son el
ladrillo, el concreto expuesto y la madera, tanto en muros, cubiertas y pisos,
obteniendo una sinfonía de espacios que lleva a un estado de serenidad y
alegría.
Rogelio Salmona, luego de haber ganado numerosos
premios y distinciones, fue voceado como candidato al Premio Pritzker de la
arquitectura. Conocer su obra da lugar a reconocer que, por la calidad de sus
proyectos, hubiera sido el más justo homenaje a su trabajo que hoy habla por sí
solo, y es un aporte significativo a la ética y compromiso en el ejercicio de
la arquitectura, así como a la urbanística de la ciudad de Bogotá de manera
singular.
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