Vanagloria
Andrea Marinelli
Al entrar, la imponente luz lo cegó. Una cálida voz lo
invitaba a sentarse. Presentó con malicia su carta de renuncia, mientras
agitaba plácidamente su reluciente cabellera.
Instantes después, era despojado con crueldad de su
hermoso plumaje y arrojado a los mares impíos. Judas lanzaba las redes al agua.
Muchas gracias por la publicación, es para mí todo un honor. Un fuerte abrazo.
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