lunes, 1 de julio de 2013

HOMENAJE A UNO DE NUESTROS MÁS GRANDES PINTORES: Josué, del arte y la vida


Diana Casas

Josué Sánchez Cerrón (Huancayo, 1945) – Foto: Jorge Jaime Valdez.
La voz de Lorena McKennitt se escucha en el piso de abajo. Son las 8 am y en el estudio, con los fríos rayos del sol de la mañana cayendo sobre él, Josué dibuja con la cabeza inclinada sobre una pequeña cartulina. Hace una hora que está ahí, solo, en su mundo, sintiéndose feliz. Lo sé por la forma como me mira cuando entro y le ofrezco un café. El estudio abarrotado de libros es su lugar favorito. Ahí permanece horas de horas dibujando, leyendo, recortando papeles, escribiendo y escuchando música. 
Árbol de la vida (acrílico sobre lienzo) por Josué Sánchez.
A media mañana irá a pintar al taller y quizás, un poco antes, vaya a regar el huerto. Pero ahora dibuja y su mano se desliza segura y veloz perfilando línea a línea las imágenes que habitan en su mente. Le he visto hacerlo muchas veces, pero siempre me sorprende la riqueza de su universo interior. Ahora dibuja un animal mitológico por cuyo lomo circula un tren de carga, pero ayer fue un sol radiante rodeado de pequeños seres alados tocados con chullitos.
Los dibujos a tinta y los collages en pequeño formato del estudio no los han visto muchos. Son tan vitales como sus pinturas. Tienen espíritu porque la línea, la forma y el color son solo recursos expresivos de sí mismos. El espléndido colorido de sus pinturas, por ejemplo, le viene, sí, del color de nuestro maravilloso valle y de su rica vivencia en esta festiva, libre y laboriosa región andina, pero también de su amable y confiada forma de afrontar la vida.
Josué es naturalmente gentil y solidario. Está lleno de fe en los seres humanos y en Dios. Alguna vez le escuché decir que su pintura estaba comprometida con la vida y que él quería convertir los elementos constitutivos de la vida: los contrastes entre caos y armonía, sombra y luz, desesperación y esperanza, en color y símbolo de ella. Por eso, en sus cuadros, aún en los que la muerte irrumpe amenazadora, los colores destellan y la vida se impone triunfante.
La vida… Pensar en la vida en los Andes, hoy, es adentrarse en una realidad múltiple, sometida al impacto de los cambios impuestos por la globalización, cuyo signo parece ser la necesidad de anular el humanismo y toda reflexión que conduzca a él. Josué lo sabe. De ahí su terquedad en recrear en sus pinturas el pasado, el presente y el futuro del hombre del Ande, sus creencias, el ciclo agrícola, el trabajo y la fiesta, el mundo en las minas y en las aldeas del Amazonas, los mitos y las leyendas. Porque en la cosmovisión andina, en el pensamiento holístico y el ser colectivo andinos, es posible encontrar los elementos necesarios para que en el Perú actual, la gente siga viviendo con alegría, con calidad, con belleza y sea capaz de repensar la realidad y de exigir, y autoexigirse, salir del colonialismo y no caer en las trampas de la sociedad del espectáculo y el consumismo.
Fiesta II (acrílico sobre lienzo) por Josué Sánchez.
De su arte se ha dicho que es “naif” o ingenuo. Nada más lejos de la verdad,  es altamente conceptual e ideológicamente comprometido. Desde su primer trabajo hasta el último, su pincel ha sabido reflejar el potencial, la vitalidad y la contemporaneidad del mundo andino; así como la intensidad de su amor por este país extraordinario que es el Perú, y esa intuición maravillosa por la posibilidad de reunir en un coro armónico todas las voces que lo pueblan, y construir un país donde los zorros de abajo y los zorros de arriba puedan por fin conversar.

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