domingo, 28 de abril de 2013

Solo 4. Edición 467, del 27 de ABRIL de 2013. Año IX


LA CITA:

"El Huaylarsh es una tradición muy antigua, que consiste en la ejecución de una danza mítica, de un ritual religioso y hasta guerrero. En sus inicios fue pastoril, luego agrícola, actualmente, es carnavalesco, porque es una celebración más a la vida."

Luis Cárdenas Raschio

LO ÚLTIMO: 25 de abril: fundación española de Jauja



Jauja fue una de las primeras ciudades fundadas por los conquistadores españoles en el s. XVI. Camino al Cuzco, Francisco Pizarro decidió fundar "Santa Fe de Hatun Xauxa", una villa que serviría como cabecera o capital de los territorios que estaba descubriendo. De esa forma, el 25 de abril de 1534, Pizarro fundó la ciudad en el valle más ancho de toda la Cordillera de los Andes.
Hoy, Jauja es una de las ciudades más importantes del centro del país, cuna de grandes intelectuales y artistas como Edgardo Rivera Martínez y Hugo Orellana.
Además, con respecto a sus tradiciones, su calendario festivo es uno de los más variados en cuanto a celebraciones, pues goza de diversas fiestas patronales y barriales para todos los días del año.
Una razón más para celebrar.

El Huaylarsh inmortal


Leonardo Mendoza Mesías
 
Huaylarsh (Pucará, 2012). Foto: Jorge Jaime Valdez.
El Huaylarsh es una danza que se origina en el centro del Perú como un símbolo de la cultura popular andina, que es ejecutada mayoritariamente en las localidades al sur del valle del Mantaro.
Según Albert Kraboitzca, antropólogo yugoslavo: «Entre las principales danzas del mundo, el Kasachov (de origen ruso) es considerada la danza más enérgica y viril, pero bien podría ser desplazada, según su difusión y crecimiento, por el Huaylarsh que hace un despliegue mucho más poderoso de fuerza, intensidad, coreografía y elegancia, donde el hombre y la mujer tienen un papel protagónico por igual (…) No es una demostración bélica, pero su zapateo y confrontación de movimientos pueden extenuar a cualquier ejecutante».
También conocido como “Huaylas”, durante las últimas décadas ha tenido una fuerte bifurcación en su tradición, pues se ha dividido en moderno y antiguo, en referencia a la vestimenta y los momentos que representa en su ejecución.
El Huaylarsh moderno es, supuestamente, sucesor del antiguo, bailado por los campesinos para expresar las faenas agrícolas como el preparado de la tierra, la siembra del maíz y el recultivo de la papa, cuyo mensaje se transmite durante el zapateo. Por otro lado, aunque quizá sea muy atrevido señalarlo, el antiguo se refiere básicamente a la época de siembra, por ello la vestimenta es más simple, como todo traje de labor, hecha primordialmente de bayeta, y se baila sin zapatos, mientras que el moderno alude a la cosecha, produce más algarabía y jolgorio en los celebrantes, pues se recogen con mejores galas los frutos del trabajo, por tanto, el vestuario es más colorido como evidencian los fustanes, chalecos y polleras impregnados de multicolor.
Actualmente, muchas municipalidades comprometidas con el arte, el desarrollo y la conservación de la identidad local, propician espectaculares concursos de Huaylarsh, a partir de esto emergen actividades complementarias como la elaboración de finos talqueados y vestidos que engalanan y llenan de color dichos contrapunteos. Un ejemplo de esto lo encontramos en Huancán que, por su esfuerzo en la elaboración de dichos trajes y bordados, se ha ganado el título de “capital del bordado huanca”.
Las fechas propicias para su celebración están, sobre todo, en el mes de febrero, pero se prolongan fácilmente hasta marzo y abril con los diversos concursos, lo cual desencadena una serie de monumentales pasacalles que llenan las principales calles de la ciudad con cientos de jóvenes, quienes con mucho rigor, juventud y pasión danzan, “guapean” y viven esta viril representación, después de haberse preparado por varios años, incluso en muchos casos, desde la infancia.
Sin lugar a dudas, lo más interesante de estos concursos es la destreza de cada danzante, varón y mujer, que muestra su mejor zapateo, sonrisa y resistencia física, bajo una sin igual coreografía que hace alusión al cortejo del zorzal negro (“chihuaco” en los Andes) al compás de las orquestas típicas —que fácilmente superan los S/. 8000, por el costo de sus servicios— y los fuertes saxos que los acompañan, contagiando a los presentes a imitarlos, aunque esto los lleve a tener por semanas un fuerte dolor de riñones.
Pero hablar del Huaylarsh es también rememorar a don Zenobio Dagha Sapaico, violinista, compositor y músico huancaíno, que fue uno de los más importantes impulsores y cultores de esta manifestación folclórica, quien además creó, recuperó e interpretó cientos de canciones para esta danza. Entre sus más destacadas creaciones encontramos “Yo soy huancaíno”, “Mi Chupuro”, “La flor del Huallao”, entre muchas otras.
Como vemos, el Huaylarsh más que una sencilla expresión popular es toda una representación de la racionalidad andina. Es una forma de pensar, sentir y vivir, de agradecer y alegrar a la tierra que nos vio nacer, que nos alimenta y nos acoge.

Otras miradas del Huaylarsh


Luis Puente de la Vega Rojas

El Huaylarsh alude al cortejo del zorzal negro, conocido también como “chihuaco” en los Andes. Foto: Jorge Jaime Valdez.
El Huaylarsh, la danza emblemática del centro del Perú, ha despertado el interés de investigadores, antropólogos, cineastas y fotógrafos, que llegan a nuestro país para observarlo, hacer su registro y hasta ser parte de él.
Felicitamos abiertamente a todas las personas que hacen posible su difusión, lo conservan y atesoran como parte de nuestra identidad y herencia. A todas esas familias que legan su práctica por generaciones, y a todos aquellos que luchan por mantenerlo vivo en cualquiera de sus expresiones: a las asociaciones culturales y artísticas, y a los municipios e instituciones que organizan, a pesar de las dificultades, los concursos (“Huaytapallana”, “Nación Wanka”, “Campeón de Campeones” y más) que alientan a sus ejecutantes a seguir haciendo parte de sí esta maravillosa danza, y a todos quienes la enriquecen día a día.
En esta edición hemos querido hacer un breve homenaje a nuestra expresión viva más cálida y poderosa, a aquella que concita la mirada de cuanta alma sensible descubre en ella una fuente interminable de energía, belleza y vigorosidad. Las palabras sobran en este caso, por eso hemos querido hacer un breve recorrido fotográfico desde las preparaciones hasta su ejecución en sí.

Jóvenes de entre 15 a 25 años se preparan, en jornadas extenuantes, hasta desde medio año antes para ejecutar bien la danza. Fotos: Omar Sapaico.
Los pasacalles son solo una pequeña muestra del colorido y la destreza de los danzantes. Fotos: Omar Sapaico.
El Huaylarsh no solo es una danza elegante, también desborda belleza. Foto: Jorge Jaime Valdez.
En los concursos se da el mayor despliegue de potencia y expresión, donde el ejecutante siempre debe demostrar felicidad. Fotos: Jorge Jaime Valdez.

Ni la lluvia o la noche pueden parar el Huaylarsh, creado para celebrar a la intemperie. Fotos: Jorge Jaime Valdez.




PERFUME DE MUJER:


El marino que perdió la gracia del mar

Yukio Mishima


Cuando coja sus pechos, se acurrucarán contra mis palmas con pesadez sudorosa y magnífica. Me siento responsable de la carne de esta mujer, pues me desgarra dulcemente como lo hacen otras cosas que son mías. Me estremece la dulzura de su presencia: cuando me sienta temblar se volcará como la hoja de un árbol sacudido por el viento y dejará que yo vea el lado vacío de sus ojos.

MICROCUENTO:


Coprofagia

Ricardo Calderón Inca



La mosca macho invitó a la hembra a comer. Ambas llegan a la misma hora, se sientan, se miran, se soban las patas y comparten la misma comida. Hoy mi abuela sirve el plato de fondo.

Concursos de Huaylarsh


Oscar Rojas De la Torre
Carnaval en Huaytapallana (El Tambo, 2012). Foto: Jorge Jaime Valdez.
 El Huaylarsh es una de las danzas más representativas del valle del Mantaro. Inicialmente, fue practicada en el sur de Huancayo, con motivo del recultivo de la papa o “Acshu Tatay”. Más adelante, llegó a la ciudad y se convirtió en parte de las celebraciones en los carnavales.
Por la década de los 50, se inician los famosos “Concursos de Huaylarsh”, en Pucará, según lo señala Licinio Canchanya, en su ponencia sobre esta danza, presentada en el I Congreso Nacional de Folclorólogos, en 1972.
Luego, desde 1970, aproximadamente, estos certámenes se hacen masivos y adquieren un carácter “comercial”, e inicialmente fueron realizados por los municipios distritales de los diversos pueblos donde se realizaban. Más tarde se trasladan a la plaza de toros al pie del Cerrito de la Libertad, promovidos por Mario Villalva, así como, Emilio “Moticha” Alanya, propiciadores elocuentes de estos eventos, entre otros.
Ya en los 80, locutores de Radio Andina incursionan en este rubro: recordamos entre ellos al “Tanquish” Mauro Untiveros, “Yana Wishla” Antonio Ramos, “Shapito Wanka” Jesús Cabrera, y a Carlos Veliz con su “Promotora Huaytapallana”, acompañados por el “Yana Yana”, Remigio Poma Vega, quienes le dieron un matiz más masivo y mediático al Huaylarsh y sus competencias. Estos concursos se organizaban en el desaparecido Coliseo Municipal de la calle Real, así como en el Coliseo Wanka.
En 1993 se da inicio al Concurso “Nación Wanka”, cuyo objetivo era luchar contra la “tergiversación” del Huaylarsh, así como hacer una competencia que tenga buena calidad organizativa y artística. Fue realizado, durante tres años, por la Municipalidad Provincial de Huancayo, el entonces Instituto Nacional de Cultura de Junín y la Dirección Regional de Turismo, contando con el auspicio del diario Correo. En 1993, lo asumió enteramente el municipio provincial.
Actualmente, tenemos también los concursos de la Feria de Cuasimodo, así como el concurso “Huaytapallana”, organizados por las municipalidades distritales de Chilca y El Tambo, respectivamente.
Los ingresos no solo dependen del pago de entradas, sino primordialmente del expendio de cerveza, habiéndose convertido en un “negocio redondo”, pues solo importan las ganancias. Esta es la razón por la cual los certámenes que antes concluían a las 6 pm, como máximo, ahora acaban, lamentablemente, a las 3 am, convirtiéndose en focos de delincuencia y malicia, que denigra y desvirtúa la verdadera trascendencia de una danza tan poderosa e histórica como el Huaylarsh.
Ya es hora que esto pueda cambiar para bien. Está en manos de los organizadores, que curiosamente son municipalidades e instituciones que debieran promover y velar adecuadamente por nuestra cultura, y no servirse de ella para obtener ingresos económicos solamente.

Solo 4. Edición 466, del 23 de ABRIL de 2013. Año IX


LA CITA:

«El español no es una lengua nacionalista, porque no es una seña de identidad para nadie; es plurinacional y multilingüe. A pesar de lo que dicen los estúpidos y los manipuladores, es una lengua generosa, abierta, donde cabe todo el mundo y donde cualquier variante documentada con rigor es incorporada.»

Arturo Pérez-Reverte

LO ÚLTIMO: Edición extraordinaria: Día del Idioma Español


El Día Mundial del Idioma Español es promovido por el Instituto Cervantes para conmemorar y celebrar la riqueza, difusión e historia de nuestra lengua.
Esta jornada se origina en 1926, cuando Vicente Clavel Andrés, escritor español, propuso su institucionalización, pero es solo hasta el 13 de octubre de 1946 que se toman acciones contundentes y las organizaciones más influyentes de la lengua española deciden, por consenso, que el 23 de abril de cada año sería el Día Mundial del Idioma Español, en honor a Miguel de Cervantes Saavedra, quien murió este mismo día y escribió la obra más monumental de nuestras letras: “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”.
Hoy somos más de 500 millones de hispanohablantes, lo cual hace del Español la segunda lengua materna más hablada en el mundo, después del Chino, y la segunda más usada en comunicación internacional, después del Inglés.
Por primera vez en casi 10 años, “Solo 4” es presentado un martes, como una edición extraordinaria que, a pesar de los inconvenientes, nos sirve para celebrar nuestro idioma y aprender a valorarlo. Respetemos sus formas y reglas, e incentivemos a la lectura en cualquier lugar y tiempo, porque solo la lectura nos hará más sensibles, más libres, más humanos.

El idioma Español en directo


Carlos Villanes Cairo
(Desde Madrid)

Gabriela Mistral, Premio Nobel de Literatura 1945.
Miguel Ángel Asturias, Premio Nobel de Literatura 1967.
Pablo Neruda, Premio Nobel de Literatura 1971.
Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura 1982.
Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura 1990.
Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010.
Estamos frente al corpus de un idioma gigantesco. Tiene 500 millones de hablantes en los cinco continentes. Su léxico crece cada día y adquiere particularidades según dónde, cómo y quién lo ejercite. Desde hace mil años, sirve a gente de todas las condiciones sociales y culturales, pero también a escritores de variado pelaje, de los cuales once son Premios Nobel de Literatura y otros tantos lo merecieron sin llegar a obtener el esquivo galardón.
 A lo largo de los años, como escritor y docente, he tenido que absolver preguntas sobre el idioma. Aquí, un poco al voleo, el recuerdo de algunas:

¿Cuántos nombres tiene el idioma y cuál es el verdadero?
Varios. Se llama “Castellano” porque nació en Castilla la Vieja, pero ha crecido y ese nombre se queda chico; “Español”, sí abarca gran parte de la península Ibérica, sin descuidar el resto de sus fronteras lingüísticas.

¿Cuál hablamos nosotros?
El Español americano, y más propiamente, en nuestro país, el Español peruano. Le hemos aportado más de 5 mil palabras, desde criollismos, quechuismos y usos singulares de la lengua general. Palabras como carpa, cancha (de fútbol), pucho, maracuyá, amaru —amalu en lengua wanka— y cientos de topónimos como Huancayo, que viene de “wanka-yoc”, son palabras quechuas ahora españolizadas por la Real Academia.

¿Son todos los españoles fieles a su lengua madre?
Falso. En España los andaluces sesean, acortan las palabras y hacen cantarina la entonación; en Galicia, abundan defectos sintácticos y malforman los diminutivos; en Cataluña, glotalizan la “l”, la distonía es notoria y luchan por desterrar el idioma Español de su tierra, son 7 millones de seres que prefieren hablar en catalán; en Aragón, manipulan los diminutivos y también hay errores de construcción; en las Islas Canarias hay seseo, se dan registros caribeños —venezolanos y cubanos— a la entonación y alientan impropiedades: llaman “millo” al maíz; “guagua” al autobús, “chinijos” a los niños, etc.

¿Es verdad que en EE.UU. y Brasil se maneja más Español que en España?
Cierto. 50 millones de hispanos hablan más que los 40 millones de peninsulares, y dentro de unos años, en Brasil más gente departirá en Español, porque su uso es obligatorio como segunda lengua en colegios y universidades.

¿Qué tal hablan los madrileños?
En general bien, pero cuidado, porque dan diferente significación, que nosotros, a muchas cosas: “bombona de butano” a nuestro balón de gas, “zumo de melocotón” al jugo de durazno; “cafelito” o “cafetito” a nuestro cafecito; se “montan en los aviones y carros”; se “echan” las fotos; son “americanas”, nuestros sacos de vestir; “jerseis”, las chompas; “rebecas”, las chompas abiertas de mujer; al mediodía, se “come”; nuestros boletos son “billetes”; no hay “sobrevivientes” sino supervivientes; “judiones” son los pallares; “judías”, los frejoles; “boniatos”, los camotes; “limas”, nuestros limones; “chatas”, de cariño,  las chicas  por altas que sean; “cubierta” es la carátula; “vuelta”, el vuelto en monedas; “suspense”, el suspenso; el alumno no recibe clases sino que “las da”; y un etcétera larguísimo, y además con notables particularidades en la construcción, modismos y neologismos. Nos daría para escribir un libro voluminoso.

¿Qué me dice de las palabras “vente” y “trenta”?
Que me chirrían en los oídos. El 80 % de locutores profesionales de radio, televisión y personas entre los 20 y 60 años, en España, llaman “vente” al número veinte y “trenta” al treinta, de muestra un botón: el señor Rajoy, presidente del país, dice “trenta”. Sin embargo, en periódicos, revistas o libros nadie escribe vente, ni trenta.

¿Quiénes difunden y enriquecen  nuestro idioma?
El pueblo culto soberano. Los escritores, y mención especial merecen los columnistas y articulistas de periódicos, en realidad, lo hacen extraordinariamente bien, aunque, como decía mi amigo y maestro Francisco Umbral, no falta alguno que piensa con el hígado o la barriga y escribe con las patas. También merece destacar el gran trabajo del Instituto Cervantes de Madrid, tiene cerca de 50 sucursales en las principales ciudades del mundo de habla no española, y desarrolla una labor fecunda de difusión y magisterio.

El idioma baila conmigo


Sandro Bossio Suárez

Escena Don Quixote” de Miguel de Cervantes por Gustave Doré, 1863.
El catalán Amado de Miguel se ha convertido en un verdadero colector del idioma Español. Todas las semanas recoge y actualiza cientos de las veleidades de nuestra lengua —porque veleidosa lo es—, acuñando nuevas, curiosas y hasta misteriosas palabras.
Nos cuenta, por ejemplo, que la palabra “oía” está compuesta, al mismo tiempo, de tres sílabas y tres letras, mientras que en la palabra “centrifugados” ninguna letra se repite. Las palabras “ecuatorianos” y “aeronáuticos” poseen exactamente las mismas letras pero en orden distinto.
Amado de Miguel se asombra de que, en Español, dos negaciones no produzcan una derivación positiva, como, lógicamente, debería ocurrir. Así, “no quiero nada”, aunque gramaticalmente signifique “sí quiero algo”, siempre significará “no quiero algo”.
En fin, nosotros también nos extrañamos que nuestro caprichoso idioma no apruebe el uso de “más mejor”, pero sí de “menos peor”.
En ese mismo camino, nos han prohibido usar el presente del subjuntivo del verbo “haber”, es decir “haiga” (que era legal y aceptado hasta el siglo XVIII), pero, extrañamente, ha quedado con nosotros con absoluta impunidad otro verbo con exacta equivalencia: “caiga” (presente del subjuntivo de “caer”).
Otro caso exótico de nuestra lengua: el vocablo “reconocer” se puede leer lo mismo de izquierda a derecha que de derecha izquierda, es decir se trata de un palíndromo. A propósito, los palíndromos son palabras que, leídas de izquierda a derecha o inversamente, tienen el mismo significado. Pruebas al canto: “reconocer”, “radar”, “somos”, “anilina”. Pero mejor la hermosa frase que mi tía Bertha me hacía repetir a menudo cuando apenas era un rapazuelo: «Daba la zorra arroz al abad».
Pero también tenemos los bifrontes, vocablos que, leídos normalmente tienen significado diferente que cuando los leemos al revés: “Eva” y “ave”. Aunque más divertida resulta la siguiente frase bifrontal: “La tele ves” y “se ve letal”.
Por otro lado, en casi todos los idiomas enseñan que los números, después del “diez”, son sólo combinaciones. Eso quiere decir que, en nuestro idioma, después del 10 debería venir el “dieciuno” (todos los niños que están aprendiendo a contar, además, lo usan así porque es lo más natural), pero no, viene el “once”. Recién —y parcialmente— a partir del dieciséis se usan las combinaciones verdaderas. Extraño el siguiente caso: en algunas lenguas romance, el “treintaidós” es “dos quince dos”. En fin, contentémonos porque, al menos, no tenemos que aprender los cien primeros números con diferentes nombres como ocurre en el Hindi.
¿Se debe decir jarro o jarra? Ambos, pero cada uno en situaciones diferentes, porque no significan lo mismo. La regla norma que, en los seres inanimados, el género femenino siempre denota mayor tamaño. En ese sentido, bolsa debe ser más grande que bolso, la canasta más que el canasto, la charca más que charco. Sin embargo, la barca es más pequeña que el barco y la cuchilla más pequeña que el cuchillo. ¿Por qué le pasa siempre eso a nuestro idioma?
Ahora bien, aunque tiene casi un millón de términos aceptados por nuestros mandantes lingüísticos, también le faltan algunas palabras: por ejemplo, ¿cómo llamaríamos al espacio vacío que abrimos entre paso y paso? En Euskera se llama “oinkada”. ¿Y cómo llamamos, exactamente, a la persona que nos interrumpe cuando estamos comiendo? Los gaélicos la llaman: “sgiomlaireachd”.

IMPRESCINDIBLES / LITERATURA REGIONAL


El rubio hijo de Wallallo

Carlos Villanes Cairo

Este interesante volumen de cuentos de Carlos Villanes Cairo contiene algunos de sus primeros textos narrativos que ya son emblemáticos, como “Los allegados de la conquista” o “Las aguas doradas”, ambientados en un Huancayo y sus alrededores en proceso de formación. Con fina ironía e impecable prosa, retrata a los hombres y mujeres del valle del Mantaro en su diario vivir, cuyos conflictos se debaten entre los equívocos, las aspiraciones, el acontecer político y mucho más.

The Cure en Huancayo

Ulises Gutiérrez Llantoy


Este volumen de cuentos del huancavelicano Ulises Gutiérrez Llantoy contiene una serie de relatos y anécdotas ocurridas entre Huancayo (o algo parecido a esta ciudad) y otras urbes. En palabras de Gabriel Ruiz Ortega, «los protagonistas de Gutiérrez parecen llevar una vida normal, en algunos casos relativamente resuelta, pero aman, sí, aman como nadie, se desdoblan por la posibilidad de reencontrarse con el amor perdido, o el que nunca fue, sin que les preocupe las consecuencias».

Los mataperros

Héctor Meza Parra


Con mucho humor y un aire nostálgico, nos relata las divertidas aventuras de tres pequeños mataperros, Ángel, Élver y Lucho, en la Tarma de los setenta. En esta breve historia picaresca, Héctor Meza Parra conduce al lector por la que fue su propia vivencia feliz, llena de juegos, amor por la vida y humor a raudales, donde las travesuras sin maldad se convierten en el alma del libro. En palabras de Maynor Freyre: «Ágil y tierna, encantará a grandes y chicos».

Zasbarabás y demás


Augusto Effio Ordoñez
Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. Edición de 1780

Mi abuela, como muchas abuelas, viene del campo. En los amagos de ciudades que le ha tocado vivir, siempre ha encontrado formas de recuperar trozos de su vida anterior: criar animales en pasadizos y azoteas, improvisar fogones de utilería, torturar hierbas sobre dos piedras; y, sobre todo, nombrar el mundo que nos agobia con las palabras que escuchó en su niñez.
Colocar un género cualquiera de cosas sin orden ni cuidado para salir del paso es, para mi abuela, un acto punible que se resume en una sola palabra: “trojar”. Los desórdenes en alacenas, roperos, escritorios, carteras y contenedores de chucherías en general, han merecido siempre su dedo acusador y una sentencia que todos hemos aprendido a temer: «Así que te gusta trojar las cosas, pues ahora vuelves a ordenarlas como Dios manda».
“Trojar”, lo descubrí muchos años después, viene de “troje”, que son —o eran, no lo sé— las divisiones de las despensas improvisadas en las chacras para guarecer la cosecha. Cuando le comenté a mi mamá grande, el hallazgo en el diccionario en línea de la RAE, me miró y encogió los hombros, como quien “troja”, en algún rincón de la cabeza, la información que se tiene grabada cerca del corazón, ahí donde se alojan tantas otras palabras como “cacharpa”, “pizpireta”, “turulato”, “veleta”, o “andariego”.
Jamás me dejé convencer por el carácter en apariencia arisco e intransigente de mi abuela, porque en sus regaños brotan estas palabras impredecibles y juguetonas. En su forma de hablar he encontrado las justificaciones necesarias para ser gregario.
En la niñez entendí, por ejemplo, que el mundo que separaba a mis familiares de la capital y los de mi provincia se resumía en la manera que cada quien tenía de describir el acto de prodigar dolor, mediante el vuelo de la palma abierta de una mano, en la mejilla de un cristiano. Ellos, los costeños, decían: “bofetada”; nosotros, los serranos: “sopapo”. El agravante lo introdujo mi abuela, ya que la amenaza recurrente hacia mis primos y primas poco dados a la obediencia o el recato siempre fue: «¡O te portas bien, o te zampo un sopapo!»
En ocasiones, sin embargo, he puesto en duda la real existencia de algunas de sus expresiones, las menos confiables al oído, las más divertidas. Digamos, para poder entendernos, que usted no reúne las ganas necesarias para lavar los platos, las tazas, vasos, cubiertos y demás utensilios (los “trastes”, para resumir); así que decide tomar el camino más corto: le da a toda esa mugre un ligero remojón en agua, espolvorea algo de lavavajilla, remueve esa sopa turbia que se forma en el lavabo con el cucharón más grande que encuentra y, acto seguido, deja que la fuerza del agua que cae por el caño termine el trabajo. Si alguna vez ha cometido tal estropicio recibiría de mi abuela una inquisición de este tipo: «¿Quién te enseñó a ti a hacer las cosas zasbarabás
“Zasbarabás”, onomatopeya de la desidia, gruñido del desgano, aullido acusador de todas las apatías que explican por qué algo que suponemos debe funcionar no funciona, o que debe estar listo no lo está, y toda la serie de minúsculas calamidades que pueden parir manos enclenques y espíritus tibios.
Temo que mis indagaciones en el diccionario en línea de la RAE no son suficientes para desentrañar su origen. Encuentro “Zas” (usado para imitar el sonido que hace un golpe, o el golpe mismo). “Barabás”, no. Quizá fue Barrabás, el personaje bíblico. Juan, en sus evangelios, indica que fue un “bandolero” (otra palabra que pertenece al disco duro de mi abuela). Tal vez en un principio fue tan solo “Zas” (cumplir una tarea de golpe, sin cuidado) y luego surgió la necesidad de rimar. El “Zas” sumado al “Barrabás”, que, como muchas ocurrencias del idioma, en el camino pierden una letra: «¡Zasbarabás!» 

MICROCUENTO:


La bebedora

Maritza Iriarte


La campesina bajó al riachuelo, como todas las mañanas; hundió sus manos en el agua, pero no sació su sed. Luego de unos cuantos sorbos, el sendero la llevó a la saliente del río, más agua cristalina que no la hartaba ni borraba el recuerdo del Rudecindo que la abandonó. Con la garganta seca, regresó a la cabaña y, entonces, la tormenta indomable desató su furia, su llanto inundó los cultivos y arrasó los poblados buscando el río donde las aguas se volvieran a encontrar.

La ceguera de los padres


Héctor Meza Parra


No es cierto que la lectura sea ajena al interés del alumno, lo ajeno es que los padres no están acostumbrados a leer, mucho menos a comprar libros, y esa carencia, quiérase o no, se transmite hereditariamente hasta el punto de hacer circular por la sangre el desdén y pereza por la lectura.
Esa brecha hace que los niños y jóvenes estén a años luz de los textos, y por lo tanto, no les tengan ningún cariño. En nuestro país no existe la adquisición de la cultura, es decir, de agregar al presupuesto familiar el alimento para el alma: el libro. Al padre jamás se le va escuchar decir a fin de mes: «Hijo, acompáñame a comprar libros». Esa frase, aunque parezca irónica, correspondería más a un parlamento de ciencia ficción que a un hecho cotidiano de nuestro medio.
Es más fácil, para los jefes de familia, soltar dinero para sus gustos personales o cualquier otra vanidad nada productiva, que adquirir una colección de obras literarias para la “biblioteca” de casa. Esto trae como consecuencia que la persona que lee sea catalogada de aburrida y antisocial. Lo que sucede es que se ha permitido el avance de la peste de la ignorancia y la indiferencia por lo bueno y nutritivo; es decir, siempre se estará persistiendo en lo malo y dañino, aunque uno sea consciente de ello, y ahí están la televisión y otras liviandades modernas con sus programas raquíticos y epidérmicos que no ayudan en nada a revertir esa realidad caótica.
A esto se suma la traición que se da en los hogares. Un ejemplo: cuando en el colegio se pide a los padres que adquieran tal o cual obra para su hijo o hija, lo primero que hacen es levantar la punta de las cejas en señal de desaprobación para luego de unos segundos aflojar la cara y soltar la respuesta fría: «No hay plata para libros». Y si el maestro insiste, le saltará la malicia y atacará: «Lo que pasa es que ese profesor, como se muere de hambre, quiere ganar su comisión y yo no le voy a dar de comer, ¡qué trabaje!» Y si el maestro vuelve a insistir, correrá el riesgo de ser denunciado.
Mientras ese cerebro mezquino y estrecho tutele la vida de ese padre, jamás dejará avanzar a su hijo. Por lo tanto, seguiremos teniendo una niñez tozuda, inculta  e ignorante, y en el futuro tendremos a los mismos mediocres gobernando este país dentro de una próspera, alegre y deleitable oscuridad. Ciegos guiando ciegos.