martes, 7 de mayo de 2013

Solo 4. Edición 468, del 04 de MAYO de 2013. Año IX


LA CITA:

«Hay algunos que nacen, otros crecen, otros mueren, y otros que nacen y no mueren, y otros que sin haber nacido, mueren, y otros que no nacen ni mueren (son los más).»

César Vallejo, Poemas Humanos

LO ÚLTIMO: “Memorial Trílcico a Vallejo”



Esta última producción teatral de Barricada Teatro de Huancayo, “Memorial Trílcico a Vallejo” se presenta en sus dos últimas funciones de esta corta temporada, este jueves 09 y viernes 10 de mayo, a las 7:00 pm, en el Instituto de la Juventud y la Cultura. Es una buena oportunidad para ver buen teatro por S/. 5 Nuevos Soles.
Según la Directora del teatro Nacional, Ruth Escudero: «Trae consigo el aroma de la provincia (Santiago de Chuco) y Georgette Philipart, del cosmopolitismo europeo. Por un lado, la obra en su discurso sémico, nos muestra la candidez de una adolescente enamorada sometida y esclavizada, por sus sueños pasionales, luego se hace mujer transitando ámbitos y circunstancias de madre, pareja y compañera. Por otro, su contrario, la anti-mujer, madre-compañera, poco a poco va enjaulándose en  su propio laberinto para dejar de ser la mujer ejemplar y terminar asfixiándose de paranoia, de soledad. Una lectura polisémica de este texto dramático de Barricada, que no permite distracciones. ¡No falte!

Antonio Paucar: danzando con luciérnagas


Jorge Jaime Valdez


Hay peruanos por todo el mundo, y también huancaínos; sin embargo, pocos  pueden mostrar que estudiaron arte en Berlín y Londres, que sus trabajos y retrato aparecen en antologías de los mejores artistas jóvenes europeos, o que expusieron su obra en galerías de Alemania, España, Inglaterra y Eslovenia, como es el caso de Antonio Gonzales Paucar.
Oriundo de Aza, es el hermano menor de una familia notable de artistas imagineros y nieto de don Pedro Abilio, maestro de la artesanía peruana. Probablemente, de él haya heredado el arte que corre por sus venas como otra sangre. El artista firma como Antonio Paucar para revalorar sus raíces andinas e identificarse con una cultura que admira con devoción, y en vista de que Gonzales es un apellido muy conocido en el viejo continente.
Hace una década, Antonio dejó el arte popular y su patria para migrar a la lejana Alemania; no práctica la imaginería propiamente, pero es un “curioso” como el abuelo. En los pueblos del ande, el “curioso” es el artista, el ingenioso, que sabe y hace de todo. Esta capacidad de asombro, propia de los niños, hace que Toño siga creando y sorprendiendo por lo irreverente, lúdico, diferente y conceptual de su arte.

Hace instalaciones y performances, maneja el video y la fotografía, el teatro y la danza, la música y el dibujo, convierte lo cotidiano en extraordinario; vive y bebe del campo, de su pueblo, de su gente, del olor a tierra mojada, de las flores de retama, del olor a eucalipto o de las abejas que rondan ruidosas por su casa de Aza, muy cerca de Huancayo, pero que aún conservan ese paisaje andino que uno recuerda cuando se encuentra lejos.
Es difícil mostrar de manera impresa su trabajo, porque no solo son imágenes, sino sonidos, olores, sabores y texturas. Como, por ejemplo,  esas miles de larvas de mosca que forman una silueta humana que pronto se dispersa y desintegra en alusión a la corrupción de la carne en “Descomposición figurativa”. Una rueda de bicicleta se convierte en un curioso y lúdico homenaje a Marcel Duchamp en “Marcelinho”.
En otro de sus trabajos, el propio artista se sepulta, literalmente, con la tierra fértil de su chacra en “Protéjame”.  Su mano se convierte en un candelabro y su cuerpo en altar, sus dedos arden en una suerte de ritual católico y pagano en “Altar”. En “Danzando con mis luciérnagas”, uno de sus trabajos más celebrado,  vemos la silueta del artista, en la profundidad de la noche, danzando con luces, que aparecen y desaparecen con la fugacidad que tiene la ilusión y la alegría. Nos recuerda a las fiestas patronales o al propio vuelo de las luciérnagas en las noches serranas, donde el cielo estrellado se refleja en las intermitencias de estos insectos sorprendentes, convirtiéndose en una metáfora hermosa sobre la levedad del ser y la vida.
El arte de Antonio Paucar es impresionante y da cuenta de un espíritu libre, imaginativo, noble, generoso, místico y sensible, donde, a pesar de la distancia, su cultura andina está siempre presente, fusionada con la europea, como se puede ver en una performance que hizo el año pasado en Lima, llamada “Trasfusión” que, valiéndose de sorbetes y vino, teniendo como único fondo una pared blanca que se mancha por el rojo del licor, como si fuera sangre, nos hace reflexionar sobre el cuerpo, la guerra, la violencia política y la vida.

El gran problema: la televisión


Isabel Córdova Rosas


En la actualidad, los avances tecnológicos de los medios de comunicación en sus diversas expresiones como la televisión, la radio, el cine o el internet, nos traen diversas fuentes de entretenimiento: dibujos animados, películas, juegos de rol o de azar en internet, etc., e invaden, como protagonistas, cada momento de la vida de las personas, apoderándose de una gran parte de los intereses y del tiempo libre de niños, jóvenes y adultos.
Según estudios recientes, los niños están frente a la pantalla un promedio de 3 ó 4 horas diarias, así, cuando hayan terminado la secundaria, habrán permanecido frente al televisor 15 mil horas, a diferencia de las 11 mil que pasan en los salones de clases. Anualmente, los infantes están viendo en directo entre 9 mil y 10 mil asesinatos, a través de filmes y programas violentos; además de las víctimas de guerras, accidentes y homicidios que se dan a conocer en los diferentes noticieros.
Cada vez más, los niños y adolescentes se hacen adictos a la televisión —o también al internet—, sobre todo, aquellos que se encuentran solos, pues sus padres trabajan o dedican mayor atención y tiempo a otros quehaceres “más importantes”. Así, los pequeños acuden a su “amigo” que los va a acompañar y divertir. Entonces, empiezan a aislarse de sus compañeros de clase y amigos y, lo que es peor, en algunos casos de su propia familia que también habla poco, pues la pantalla chica se ha convertido en el centro de atención.
 Hace más de 10 años, en Estados Unidos, se inventó el “vic-chip”, que borra las escenas violentas de cualquier largometraje o programa para proteger al espectador menor de los 12 mil asesinatos anuales que se veían a través de los medios audiovisuales.
Desde hace tiempo, el gobierno japonés ha prohibido que sus hijos e hijas menores vean los dibujos animados que ellos mismos producen: Dragón Ball, Naruto, Bleach, Power Rangers y muchos más, que sólo los adultos los pueden ver a partir de las 11 de la noche.
Sin embargo, no todo es negativo en la televisión (o también en internet), sabiéndola utilizar  adecuadamente, es uno de los inventos más extraordinarios del hombre, porque nos permite presenciar en vivo y en directo, sin salir de casa, los eventos más importantes del mundo: traslada al infante a culturas diferentes a través de documentales, canales temáticos, enciclopédicos y hasta soportes interactivos. Además, la historia de la humanidad puede ser revivida y proyectada, estimulando la curiosidad del niño, permitiendo ver cualquier fenómeno de la realidad en el momento que está ocurriendo, etc.

Una mejor opción: la lectura
Frente a este panorama hay dos grandes protagonistas: la familia y el colegio, los padres y los profesores.
El maestro debe tener un papel primordial en la introducción al mundo fascinante y gratificante de la literatura, sugiriendo libros adecuados a la edad, los gustos y las exigencias de los infantes. La mejor manera de que les guste leer es “oyendo” a sus padres y sus profesores. De esa forma, el niño disfruta y no lo toma como una obligación sino que, poco a poco, irá adoptando independientemente una relación con sus textos.
Los objetivos de la lectura, que los profesores deben plantearse, son que los niños “comprendan” lo que están leyendo, “disfruten” de las tramas, “analicen” el contenido y den su “opinión personal” del relato.
Al niño se le debe inculcar que la literatura va a desarrollar su imaginación e inteligencia, va a ampliar sus conocimientos y, sobre todo, es el puente de plata al futuro, como elemento cultural de cuánto el hombre ha hecho a través de los tiempos

COLUMNA: EL BUEN SALVAJE

Los sacramentos de mi abuela

Sandro Bossio Suárez

A mi abuela, que era una extraordinaria mujer, se le ocurrían preguntas por demás capciosas y, muchas veces, divertidas. Una vez la vi inquietarse porque en el español estaba registrada la palabra “altina”, pero no su antónimo, su contraparte. «Si mi comadre vive en la zona altina —se preguntaba ella—, mi compadre que vive más abajo, ¿vive en la zona ‘bajina’?».
Otra cosa que le causaba palpitaciones era el misterio de por qué “separado” se escribe todo junto y “todo junto” se escribe separado. Solía preocuparse preguntándose por qué en el diccionario el jueves estaba antes que el miércoles y por qué nuestro nombre, que es completamente nuestro, ¿es usado por todos los demás?
Vivía sin sombra porque jamás pudo resolver el inquietante enigma de por qué el aparato de fierro que levanta enormes pesos se llama “gata”. Como nunca pudo descubrirlo, se conformó con algo que siempre repetía: «Ahora entiendo por qué los perros ladran a los carros: porque todos llevan la gata».
Mi buena abuela le tenía miedo a los buses, sobre todo a los interprovinciales, y por eso no viajaba mucho. Solía decir: «Esos aparatos son el infierno: dicen que te llevan al terminal. Ahí yo no voy».
También se planteaba las siguientes cuestiones: ¿puedes salir por la entrada si estás en un callejón sin salida? O ¿por qué le llamamos “bebida” a los líquidos que aún no hemos bebido y “comida” a los alimentos que aún no hemos comido?
En una ocasión, por el Día de las Madres, uno de mis tíos le obsequió una sartén de teflón y le explicó: «Aquí nada se pega, mamita, absolutamente nada». Mi hermosa y lúcida abuela estuvo dándole vueltas al regalo en la mano, mirándolo como quien mira a una sabandija, y luego levantó su mirada estrenua y preguntó: «Si nada se pega al teflón, ¿entonces cómo lo pegaron a esta sartén?».
«La gente está loca —dijo en otra ocasión— porque le llama Día del Trabajador al día en que menos se trabaja».
Todo un misterio para ella era: «¿Por qué puede estar la misma revista en el baño durante años y nos da igual?». Hablando de baños, también se preocupaba de por qué se lavan las toallas. ¿Acaso no se supone que estamos limpios cuando las usamos?
Viejecita ya, con una cara que se le caía de la inocencia, una vez me preguntó: «Chiquito, dime, para reproducirse un disco, ¿antes debe quedar encinta?».

DESLECTURAS PERUANAS: “Brunella” / Ernesto Ramos Berrospi


Desamores de un alma solitaria

Juan Carlos Suárez Revollar


Lo más interesante de Ernesto Ramos Berrospi es su intento de completar ambiciosos frescos sociales, que van desde el retrato de la violencia política en “Ilusiones perdidas” (1998), la épica andina en “Un inolvidable pueblo” (2002) o el tortuoso proceso político de “Intolerancia” (2004).
La novela breve “Brunella” (2007) está contextualizada en Huancayo y sus alrededores. Relata los amores frustrados de Francisco, un adinerado profesor universitario con marcada preferencia por jovencitas manipuladoras y necesitadas de un salvador. Como ya había hecho en “Cuentos amargos” (1990), Ramos Berrospi usa un tono agrio, como de disgusto con la vida, para la narración que hace su protagonista. No es casual que la novela sea así, pues se trata de una ampliación del cuento “Aurelia”, que abre su volumen de relatos.
El arranque de la historia —desde el final— permite mostrar a un personaje que, luego de haber vivido y amado intensamente, está enfermo y, para empeorar las cosas, arrastra un pasado que la presencia del hijo le recuerda incesantemente. Nos encontramos con un personaje afín al Humbert Humbert de “Lolita”: un académico en literatura de largo historial amoroso, quien cuenta hechos que marcaron su vida cuando él mismo ya está acabado. Sirve para ese efecto en “Brunella” la figura del mayordomo, cuya función es ser un oyente poco menos que pasivo. Pero el verdadero narrador es el hijo, quien más bien reproduce, palabra a palabra, lo que su padre relata.
Esta forma de contar los hechos —a través de largos diálogos— permite a Ramos Berrospi la incorporación de formas conversacionales y aun coloquiales en el texto, que contrastan con la formalidad decimonónica predominante (que se supone es el lenguaje habitual del académico que es Francisco). La narración está colmada de adjetivación y verdadero afán enciclopédico en la mención de títulos de libros y películas, así como de enormes reproducciones de canciones o poemas, que pueden llegar a agotar y hasta a exasperar al lector. Es la razón por la que, pese a la brevedad de la novela, se nos antoja todavía demasiado extensa.
La magia de la literatura consiste en la libertad del narrador para inventar una ficción. Excederse en ello nos pone en riesgo de restar credibilidad a algunas situaciones y personajes. “Brunella” se debate entre ambos extremos. Puede que ahí radique su verdadero valor.

MÁS DATOS: Ernesto Ramos Berrospi
Nacido en Huancayo en 1955, se graduó en Literatura en San Marcos. Sus libros son lecturas habituales en los programas escolares de Junín. Destacan “Cuentos amargos” (1990), así como las novelas “Ilusiones perdidas” (1998), “Un inolvidable pueblo” (2002) o “Intolerancia” (2004). También incursionó en la dramaturgia con “Otra vez, Andrés” (1994). Actualmente es docente en el Instituto de Educación Santiago Antúnez de Mayolo.

PERFUME DE MUJER:


De noche

Déborah Tourné


Sí, ahí se detiene... Sabe que tú disfrutas cada uno de sus besos, cada una de sus caricias y sus labios presionando cada centímetro de tu oreja... Ella deja escapar un pequeño soplido dentro de ella para después introducir la punta de su lengua y jugar dentro de tu oído, tal y como tú quisieras jugar dentro del ser. Su lengua hace círculos dentro y fuera, tocando cada milímetro, y dando leves mordiscos alrededor.

MICROCUENTO:


Noche hebrea

Ítalo Morales Viera


En una noche de luna, María Magdalena miró a Jesús como nunca lo había visto: dulce, otoñal. Él se inclinó sobre ella y le habló de un paraíso infatigable. Conocerlo sería ideal, se leyeron en las miradas. Entonces, fueron acercando sus rostros hasta que un beso ahogó para siempre las palabras.

Evangelio americano


Carlos Calle


Después del trágico final de su autor se cumplió el vaticinio para “La conjura de los necios”, en la voz de Ignatius Reilly: «Están todas mis notas y mis apuntes. No podemos permitir que caigan en manos de mi madre. Podría ganar una fortuna con ello»; porque lo que realmente importa en la literatura es una historia bien contada, fama de que goza la novela que en su tiempo fue rechazada por las editoriales.
Los personajes son peculiares, eso hace que esta novela sea considerada de culto, polifónica, en las voces como en los actos, verdaderos engranajes de relojería: Ignatius Reilly es el personaje en el cual gira la trama, ególatra, jesuita extinto, tanto por los conocimientos adquiridos en la universidad y la fe que profesa. Su madre por el contrario, personifica el binomio errático: pan de Dios y ebria habitual.
La dialéctica se hace presente en la literatura de John Kennedy Toole, la cual muta y abarca prototipos de personajes; mediante diálogos, critican su situación para depurar al Estado de la discriminación racial, el sistema laboral y los vicios propios de una nación donde la ética del individuo se aleja de la moral típica norteamericana. Chauvinismo exacerbado, donde la caza de brujas al comunismo es manejada con humor negro, propio del intelectual que usa el humanismo como una suerte de caja de Pandora: «Sospecho que se dan cuenta de que me veo obligado a actuar en un siglo que aborrezco», menciona Ignatius en sus cotidianos soliloquios, siendo el apartado postal la filosofía de un seguidor de Pirron en la Babilonia capitalista de Nueva Orleans.
El punto neurálgico es la visión holística de querer cambiar el sistema. Ignatius comienza con las formas de producción, saboteando la fábrica de pantalones Levy, sin la necesidad de recurrir a la semántica económica y los teóricos de la Escuela Keynesiana. Los sueldos son ínfimos para Darlene y Jones, peculiares personajes que trabajan en el Noche de Alegría, regentada por Lana Lee, otro ser ácido, que usa por fachada el negocio de night club para vender material pornográfico.
El lector preferirá un final poético, un Ignatius Reilly encerrado en la mazmorra, desligado de sus lazos edípicos, enfebrecido y entregado a perfeccionar su visión del mundo en un extenso tratado filosófico que se aleja de un simple constructivismo de nueva moral, porque la hipocresía del hombre está arraigada en todos los niveles.
Solo los locos, cruzados disimiles, son la prueba que un mal social también se resuelve desde el quiebre del sistema y la sinrazón de lo humano.