sábado, 5 de febrero de 2011

Solo 4 “349” del 5 de febrero de 2011

Alguna vez había jugado con un puñal, como todos los hombres, pero su esgrima no pasaba de una noción de que los golpes deben ir hacia arriba y con el filo para adentro.
Jorge Luis Borges , “El Sur”

LO ÚLTIMO

José María Arguedas a cien años de su natalicio

El 18 de enero último el escritor José María Arguedas (Apurímac 1911 – Lima 1969) habría cumplido su centenario. Su impresionante obra totaliza el mundo andino —y con “El zorro de arriba y el zorro de abajo” el país entero—, con un enfoque absolutamente personal. A poco más de cuarenta años de haber elegido morir, su obra antes que envejer, ha tomado el aliento de las obras universales. Hoy “Solo 4” le ofrece un homenaje donde se aborda la figura de este autor que además tuvo un importante contacto con nuestra ciudad.

Para el amauta José María Arguedas

Félix Huamán Cabrera

Ahí estabas con tu voz, hablando como nosotros, como los otros, como los demás, ternura de sol, pálpito de vida. Eras justo lo que buscaba, el secreto del silencio que se hace palabra de la tierra y este rocío temblando sobre el trébol cuando llega la brisa buena.


Ahí estaban los labios del padre y del abuelo, saludos, buenos días y aquel paisaje de contrastes y colores donde yo había nacido.
Estaba mi silbido queriendo escuchar mi propio eco en los recodos del camino travieso por donde iba mi infancia.
Eras la respuesta a mi pregunta de manantial y de campiña.
Fue cuando en “Yawar fiesta” y en “Agua” encontré la vida. Para aquel entonces tenía doce años y me gustaba la poesía.
Claro yo sabía que todas las cosas tenían sus nombres y los paisanos bailaban con los colores que no eran los que brillaban en la escuela; allí estaban en los pétalos de las sementeras relumbrando callos del trabajo, antes y después de las siembras.
¿Cómo habías copiado el rumor del agua en tu canto de palabras y eras el cariño de las plantas pequeñas en las sementeras?
Joven aún encontré tus libros en un salón de clase de mi escuelita rural, José María, también la de César, José Carlos, de Eleodoro, de Mario Florián y de ese Manuel Scorza y de otros más.
¿Dónde habían estado? Eso no nos enseñaban, ni aprendíamos que el Perú era uno (todos) y diferente (algunos). Creía que sólo los muertos hacían poesía.
Pero cuando supe que tú vivías, ¡qué alegría!
(Don Erminio, dicen que José María es como nosotros, pero las casas de su pueblo no tienen techos de calamina, son tejados en el verdor de la campiña).
Ojalá también sean azulencos los cerros y los hombres hagan las faenas para que dancen las espigas del maizal sobre las cercas y aromen colgados de las peñas las arvejas y los matices de frijoles.
Así será seguro su terruño como nuestro pueblo tan lindo y tan herido.
¿Por qué?
Porque saben y deben saber que nosotros somos una sola sangre, los andinos, no por la cordillera, sino por los hombres.
Antes, mucho antes de todos los antes, aquí nacimos dominando tempestades, y la tierra y el sol se hicieron nuestros padres.
Con nuestras inteligencias conocimos el secreto de la naturaleza, inventamos maravillas con la música y la piedra, nos organizamos en ayllus respetando a nuestros taitas y fuimos lo que fuimos hasta ahora.
Pero llegó la fiebre traicionera; no sé por qué lado llegarían estos inviernos malos y creció como la espina silvestre el odio, la envidia y la muerte corrió por nuestros ríos.
¡Nosotros fuimos y hasta ahora somos cumbres de metal, roca viva desafiando los azules y las nubes!
Y escribiste en quechua y castellano, Joshe Arguedas.
(Antes ya los versos de Vallejo habían entrado por la puerta de los pobres).
Ahora estabas tú entre nosotros, con el idioma runa simi que cantaba alegrías y dolores, la lengua de los hombres llena de dulzura, de brazos y de pasñas.
También pusiste tu melodía en castellano masticado en todos los horizontes de nuestros nevados y en los verticales de mares, cerros y selvas.
Esos ríos profundos que yo he conocido tan cerca y distante, el aullido de los zorros en los arenales, en las cumbres, en la selva enmarañada de misterio y de cariño.
Idioma peruano que no sólo es léxico, sino también forma y sentimiento. Aquí hablamos el peruano y en peruano te estoy escribiendo, con la sangre y con la vida, José María Arguedas.
Después de seiscientos años, acaso de mil años, otra vez la gente de los Andes bajaba en multitud a la costa.
Yawar fiesta


EL BUEN SALVAJE

Arguedas vs. Arguedas

Sandro Bossio Suarez


José María Arguedas es un intelectual consumado. Aportó notablemente en la sociología, en la antropología, en la lingüística, en la arqueología, en la danza y la música, en la traducción literaria del quechua, en la interculturalidad, en la educación, y, desde luego, en la literatura.
Esta última fue, sin embargo, el estanque donde se movió con más soltura, fundando (o refundando) la corriente indigenista en América Latina. La literatura sobre temas indianos, hasta entonces, seguía haciéndose bajo la mirada de los “mistis”, es decir de los blancos que observaban desde sus palestras las iniquidades contra las sociedades campesinas.
A finales del siglo XIX, Clorinda Matto de Turner había fundado lo que se conoce como el indianismo romántico. En los años veinte del siglo XX se dieron la mano el indigenismo ortodoxo de Enrique López Albújar con el indianismo modernista de Abraham Valdelomar. Pero seguían sosteniendo la mirada indulgente y compasiva del blanco. Al reparar en eso, José Carlos Mariátegui dijo: “Es todavía una literatura de mestizos. Por eso se llama Indigenista y no indígena. La literatura indígena, si debe venir, vendrá a su tiempo. Cuando los propios indios estén en grado de producirla”.
Y entonces, en 1933, surgió el primer indio que escribió desde las entrañas mismas de la indiada, desde los entresijos de las sociedades andinas, desde sus esencias míticas. Y no era un indio de poncho y sombrero, sino un indio con apariencia de misti, blanco y galano, que supo imprimir en la literatura, por primera vez, su pensamiento revolucionario: el Perú es un mundo dividido en dos estratos donde, por un lado, se encuentra la cultura quechua, aplastada; y por el otro, la burguesa de origen europeo, aplastante. Arguedas, en su obra, ficciona la integración dolorosa, atormentada de estas dos culturas, convirtiendo el angustioso proceso en el núcleo de su visión literaria.
Nuestro escritor tiene verdaderas obras maestras, como “Los ríos profundos”, “Yawar fiesta” o “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, donde recorre las galerías más profundas de las idiosincrasias andinas; y otras que, sin llegar a ser grandes obras de arte (o incluso fallidas literariamente, como su ambiciosa “Todas las sangres”) se mantienen incólumes por su gran peso documental y antropológico.
Pero no sólo hubo un Arguedas en la literatura latinoamericana. También está el otro Arguedas, Alcides, el boliviano. Más cercano del indianismo modernista que del nativismo arguediano, este autor es considerado fundacional de la corriente indigenista hispanoamericana. Su épica obra “Raza de bronce”, es una obra maestra que relata la sublevación de la comunidad indígena de Kohakuyo, con el contexto del usufructo y dominación de los indios por parte de los terratenientes, la corrupción de las clases dirigentes y las discordias raciales de las comunidades.
Probablemente, Alcides y José María no se conocieron, no entablaron relación alguna (el primero nació en 1879 y el segundo en 1911), pero lo que es claro es que ambos abordaron la literatura desde una perspectiva afín, llena de valentía y conocimiento del alma indígena.
Este es un homenaje para Arguedas, el de los peruanos, por su centenario; y otro, por su obra imperecedera, para el de los bolivianos; en otras palabras para el mío, para el tuyo, para los nuestros.

José María Arguedas en el corazón de Europa

Especial para “Solo 4” desde Praga

Anna Housková

En Praga, ciudad llamada “el corazón de Europa”, José María Arguedas tiene sus lectores sensibles. Son los que hablan español; en general los estudiantes de filología hispánica, ya que aún no hay traducciones de sus obras al checo.
En la Universidad Carolina de Praga, donde trabajo hace tiempo, la narrativa y los ensayos de José María Arguedas se incluyen en los cursos literarios, donde han surgido numerosas presentaciones en los seminarios y, en los últimos años, también cuatro tesis de maestría, con lo cual Arguedas se ha convertido en uno de los escritores hispanoamericanos más estudiados en esta universidad.
En mi trabajo docente es lo que más me alegra: la buena calidad de las tesis arguedianas y el interés compartido por la obra del escritor peruano que también para mí fue el encuentro que decidió toda mi orientación profesional, hace treinta y cinco años.
En la Europa Central, donde se concentran distintas naciones y distintas lenguas en este espacio poco extenso y muy poblado, hay tradición de una sensibilidad para lo diverso. Tal vez sea lo que nos facilita un encuentro personal con la literatura iberoamericana, en general, y con la de José María Arguedas, en especial. Y viceversa: no es casual que para varios escritores hispanoamericanos tenga importancia el praguense Franz Kafka.
Quisiera referirme a dos tesistas importantes que trabajaron a Arguedas desde ópticas muy importantes en esta ciudad. La tesis de Jana Hermuthová se centró en la elaboración experimental de un nuevo lenguaje literario que exprese la sensibilidad del habla y del hablante quechua, en las novelas “Los ríos profundos” y “El zorro de arriba y el zorro de abajo”. Si en la primera el lenguaje experimental encuentra una armonía entre dos mundos heterogéneos, en la segunda el discurso unificador se triza irreversiblemente en una polifonía caótica de voces superpuestas. Klára Schirová, por su lado, estudió la obra de Arguedas en contacto con la teoría de la dependencia y la teología de la liberación, encontrando su campo común en los valores humanistas de dignidad y libertad. Su punto de vista interdisciplinario no disminuye la significación de la literatura, sino al contrario, en la creación literaria de Arguedas ve una anticipación de la teología de la liberación.
La novela “Todas las sangres” la enfoca desde su doble lectura —la realista y la simbólica—, encontrando en la unión híbrida de narrativa y poesía una explicación de la imperfección formal y a la vez la rica polivalencia significativa de esta novela.
La unidad de la obra y la vida del escritor peruano estimula no sólo el estudio y las lecturas de los universitarios checos, sino también su interés por conocer la actualidad social del Perú.
Arguedas en su oficina del Museo de Cultura, en 1960.

—No importa que llores. Llora hijo, porque si no, se te puede partir el corazón.
Los ríos profundos


Arguedas, el migrante

Ricardo Soto Sulca*
Escribir o hablar sobre José María Arguedas es muy complejo, pues su vida y sus obras no tienen un enfoque lineal, sino más bien diversos enfoques culturales. En este artículo Ricardo Soto Sulca desarrolla la idea central en la vida y obras de Arguedas: la migración.


Arguedas fue un eterno viajante. Desde su infancia vivió en distintos pueblos y ciudades. Antonio Zapata nos dice que “en ‘Canto Quechua’ Arguedas recuerda su biografía, enfatizando los numerosos viajes de su niñez, acompañando a su padre que trabajaba como abogado itinerante, cargando con el futuro escritor y su hermano. Recorriendo extensamente sierra y costa; Ayacucho, Cuzco, Apurímac e Ica”. Nosotros agregaremos Huancayo, Lima, Puno entre otras. En cada una de estas ciudades ha dejado grandes enseñanzas de la valoración de la población campesina o comunera sobre lo citadino, pero sin buscar la exclusión, sino la interrelación entre lo citadino y lo andino. Para muestra está la actitud que tuvieron los profesores del colegio San Luis Gonzaga de Ica donde Arguedas va estudiar. Ellos miran sus calificaciones de las escuelitas de Apurímac, se burlan, por si sacará las mismas notas. Al concluir el año se sorprenden que Arguedas tiene mejores notas que los alumnos de Ica. Esto nos muestra la idea negativa que tienen los pobladores de la ciudad de los andinos.
Otro hecho ocurrió en el Colegio Santa Isabel de Huancayo. Estando matriculado en el tercer año, en que ya se va formando como escritor, pero sobre todo como promotor cultural, saca tres números de la revista “Antorcha”. Desde un comienzo busca la unidad de los estudiantes contra la opresión de docentes y autoridades educativas basada en la libertad de sus pensamientos, ideas y origen. En su artículo “Proclama” nos dice: “Unión, compañeros, unión es lo que pide todo proyecto de grandeza. Cumplamos con lo que dijo el Cristo de la libertad y sólo así nuestra quimera se cernirá en el horizonte de lo cierto. Es necesario que todos formemos un solo cuerpo y si en cada corazón palpita un mundo, seamos una nebulosa de astros y que la lumbre de nuestras almas despida el calor de sus rayos en el fondo del cielo donde la sombra extiende alevosa los tules de su vestidura”. Cabe destacar que la mayoría de los estudiantes del Santa Isabel no eran citadinos, y provenían de los pueblos aledaños del Valle del Mantaro, o de otras ciudades, como Arguedas. En otras palabras, el comportamiento de los docentes era excluyente con los alumnos de las comunidades por un prejuicio racista y marginador.

En su obras también aparece la idea de migración, como en “El zorro de arriba y zorro de abajo” o “Todas las sangres”. En esta última Demetrio Rendón Huilca representa la imagen del migrante, al haber sido levado por el ejército para servir en Lima, donde aprende aparatos culturales citadinos y readecua los de su pueblo. Pero no se queda. Regresa a la comunidad, donde se convierte en un líder de su pueblo y va a trabajar a la mina sin descuidar el campo. Reinventa además nuevos aparatos culturales a partir de lo citadino y lo andino. Es ahí donde nace la idea de todas las sangres.
Arguedas ha sido un visionario de nuestra identidad cultural, y no solamente un indigenista. Fue un progresista que sí tenía una idea del progreso y buscaba la articulación de citadinos y andinos.

* Ricardo Soto Sulca es docente de la UNCP, promotor cultural y fundador del Centro José María Arguedianos.

La aculturación en el discurso de José María Arguedas

Jhonatan L. Salazar Fernández

“No soy un aculturado” fue el título del discurso pronunciado por José María Arguedas en 1958, en Lima, como parte del recibimiento del premio Inca Garcilaso de la Vega. Este discurso presenta diversas connotaciones para su análisis, entre ellas la cultura y política.

Arguedas entendía la cultura de esta manera: “…los muros aislantes de las naciones no son nunca completamente aislantes”. “El cerco podía y debía ser destruido; el caudal de las dos naciones se podía y debía unir. Y el camino no tenía por qué ser, ni era posible que fuera únicamente el que se exigía con imperio de vencedores expoliadores, o sea: que la nación vencida renuncie a su alma… es decir que se aculture”. Adelantaba aportaciones razonables en base a sus estudios y evidencias que recogía de sus experiencias en sus viajes en el Perú y fuera con personas de todos los niveles sociales existentes.
La aculturación en Arguedas puede ser entendida, según los estudios de la Ciencias Sociales, como el choque constante que se da entre lo moderno y lo tradicional en sus diferentes facetas de interrelación social, en un espacio y tiempo determinado. Para los investigadores peruanos esta sería la entrada y salida constante de la modernidad a la tradición y viceversa, o también su combinación para crear culturas hibridas.
Arguedas comprendía que no podía existir una nación que conserve su cultura, tal como se pudo haber manifestado en un inicio. Proyectando su trayecto vivencial entre lo tradicional y la modernidad, sin necesidad de renunciar al primero. Con la popularidad que logra obtener, se convierte en un personaje apreciado por la elite limeña, convocado a diversos eventos por su capacidad de síntesis y entendimiento de la realidad peruana. Pero, por otro lado, se encuentra el Arguedas que evoca sus raíces, que valora los eventos de música y demás que organizan los migrantes en la ciudad, haciéndolos sus mejores amigos. En el entendimiento de Arguedas se puede compartir y vivir en ambos mundos, sin tener la necesidad de alejarse de la identidad inicial. Por el contrario, el ingreso de lo moderno a lo tradicional le sirvió para entender con más precisión nuestra realidad compleja, y ver alternativas ante las adversidades.
Siendo funcionario, sus acciones se enmarcan en revalorar la cultura de los pueblos del interior del país, para enfrentar a la discriminación. Consideraba que la lucha constante de los indios es por su no inferioridad, porque tarde o temprano éste será valorado en un país donde la desvinculación de la gente con la realidad es frecuente.
En la actualidad entendemos que la cultura cambia y se modifica constantemente, por influencia de una nueva injerencia en la escena nacional, o por necesidades de la población de acomodarse a los requerimientos del mercado. Ello, diría Arguedas, no tiene que significar la superioridad de lo nuevo sobre lo antiguo o tradicional, sino que, existe una mutua influencia y libre decisión para aprovechar las bondades de ambos, que se pueden dinamizar en la interrelación social. Por ello dijo: “Yo no soy un aculturado; yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz, habla en cristiano y en indio, en español y en quechua”.
El Wamani aquí! ¡En mi cabeza! ¡En mi pecho, aleteando! —dijo el nuevo dansak’.
La agonía de Rasu-Ñiti

Diez años investigando sobre José María Arguedas

Los recuerdos profundos

José María Arguedas, el escritor, el hombre, la leyenda, arrastró toda una vida de complicaciones. Yomar Rojas Castillo así lo afirma categóricamente. Y lo hace con gran seguridad –y acierto– porque ha investigado la vida del gran escritor durante más de una década. En el siguiente diálogo sus impresiones acerca de su infatigable trabajo de rescate del pensamiento arguediano.

Fernando C. Muñoz Huamán

“Un blanco entre los indios, un indio entre los blancos”, así define Yomar Rojas Castillo a José María Arguedas, docente del Instituto de Sicaya que lleva el nombre del amauta, y entre tantos años de investigación posee en su haber varias historias.
“Yo recuerdo una historia que me contó un profesor del colegio Santa Isabel sobre José María Arguedas. Data de cuando el escritor visitó este mismo colegio. Dice que Arguedas llegó al colegio y los muchachos de 5º grado se encontraban jugando en los salones. Entonces José María ingresó a una de las aulas y dirigió unas palabras a los muchachos: ‘Si quieren ser algo en la vida lo único que deben hacer es lier y lier’. Esto demuestra su arraigo con las personas indígenas de su época y tal vez hasta de la humildad que poseía”.

Usted consiguió entre otras cosas una carta de Arguedas para Cecilia, su esposa. ¿Cómo la consiguió?
La carta la consiguió en realidad un amigo del Cusco. Me la envió como gesto de amistad porque sabía de mis investigaciones. Es una bella expresión del sentimiento de un hombre hacia una mujer, es una flor que Arguedas le dedica a su esposa, con su estilo propio, tierno, profundo y delicado.

¿Tiene algún recuerdo especial mientras difundía el pensamiento arguediano?
Recuerdos muchos, pero uno de los más importantes es que al realizar la actividad en el año 2004 tuvimos la gran oportunidad de visitar la casa del artista Josué Sánchez Cerrón, quien, conocedor de nuestra labor de investigación sobre Arguedas y teniendo en cuenta que la institución llevaba el nombre del gran escritor, generosamente nos donó la escultura de la cabeza de nuestro ilustre escritor, que hasta el día de hoy se luce en el local institucional.

En estos diez años de investigación, ¿qué atesora más de José María Arguedas?
La resistencia con que supo afrontar las vicisitudes tan adversas de su vida y, a pesar de todo, cómo logra plasmar en sus obras enseñanzas valiosas para las nuevas generaciones.

¿Siente que la literatura de Arguedas le cambió el rumbo de su vida?
Sí, el conjunto de sus obras cambió en mí el concepto de la vida porque en ellas se descubren realidades dormidas o ignoradas por la sociedad, de las cuales no somos consientes, puesto que no sabemos hasta dónde puede llegar el abuso, la explotación y la maldad humana.

Autógrafa inédita de José María Arguedas

Transcripción



La mujer es realmente la expresión más pura y hermosa de la capacidad de creación que tuvo el mundo. Muchas veces el hombre descubre la belleza y la armonía del universo porque ella lo quiere y lo inspira. Ella crea en el espíritu del hombre, despierta en su conciencia la capacidad y el ansia de comprender lo maravilloso del mundo y lo maravilloso que es propio mundo interior de quien ama y sufre, y la fuerza misma de luchar, y de conocer el ideal existe en el hombre porque la mujer que le inspira, porque la mujer ilusiona su alma y inspira los latidos de su corazón.

José María Arguedas en carta dirigida a Cecilia Bustamante de Arguedas.
Sicuani, 1940.