domingo, 27 de mayo de 2012

Solo 4, “419”, del 26 de mayo de 2012, año VIII

LA CITA: “Soledad es igual que independencia, la había deseado y conquistado en el transcurso de largos años. Resultaba fría, pero (…) maravillosamente quieta y grande como el espacio frío y silencioso en el que giran las estrellas”. Hermann Hesse, El lobo estepario

LO ÚLTIMO: Escritores que nos visitarán en la FELIZH 2012

A partir del 20 de junio, durante 12 días, Huancayo disfrutará de la visita de varios de los autores más representativos de la literatura nacional e internacional. En una primera lista, la organización de la FELIZH 2012, después de su reciente lanzamiento, compartió con nosotros los nombres de escritores y artistas que han confirmado su presencia para esta nueva versión. Aquí algunos de ellos: Edgardo Rivera Martínez, Mario Bellatín, Oswaldo Reynoso, Gonzalo Portocarrero, Catalina Bustamante, Carmen Ollé, Octavio Santa Cruz, Manuel Pantigoso, Rocío Silva Santisteban, Juan Manuel Chávez, Jaime Cabrera, Víctor Vich, Yolanda Westphalen, Carmen María Pinilla, Bertha Martínez Castilla, Marco Avilés, Daniel Silva, Carlos Calderón Fajardo, Giovanna Pollarolo, Jorge Eslava, Magaly Solier, José Gálvez, Félix Huamán Cabrera, Domingo de Ramos, Etienne Durt Vellut, Ulises Gutierrez Llantoy, Carlos Tovar ‘Carlín’, Rosalí León, Oscar Chacalcaje, José Ávila, Gerardo García Rosales, y muchos más.

Gustavo Cerati, otro crimen sin resolver

Roberto Loayza
El sábado 15 de mayo de 2010, cantó en el campo de fútbol de la Universidad Simón Bolívar de Caracas, en otro concierto impecable, presentando su “Fuerza Natural”, durante la gira que pocas semanas antes lo trajo a nuestro país. Vestido de negro, Gustavo Adrián Cerati Clark se despidió de sus fans venezolanos entonando “Lago en el cielo”, y en el puente de ese lago que une el cielo con la tierra fue donde se quedó hace ya dos años. Hijo del finado Juan José Cerati y Lilian Clark, desde muy pequeño se sintió atraído por la música, el dibujo y los deportes, pero en lo que más destacó en sus años escolares fue en el canto; sin duda Cerati es una de las voces más privilegiadas en nuestro idioma. Tras ser visitador médico y pasar por el servicio militar durante el infame gobierno militar argentino, su momento llegó en 1982, tras coincidir en la Facultad de Publicidad con Héctor Bosio, “Zeta”. Inspirados por el “boom” de The Police, fueron tentando a la suerte con grupos como Stress y Proyecto Erekto, junto a otro grande, Andrés Calamaro. Como la cosa no funcionaba decidieron virar y conocieron a Charly Alberti, Soda Stereo estaba en sala de parto. Tuvieron una discografía breve pero sumamente importante, que va desde su álbum epónimo de 1984 hasta “Sueño Stereo” del 95, pasando por las indiscutibles obras maestras del rock: “Signos” (1986) y especialmente “Canción Animal” (1990). Soda, los siempre amados Soda, ya habrá tiempo para hablar de ellos, mas ahora nos dedicaremos a Gustavo en su carrera como solista que para variar no tuvo la difusión merecida en un país por lo general sordo y de discutible gusto musical. La preferencia de Cerati por la música electrónica lo llevó a grabar en 1992, al mismo tiempo que el genial “Dynamo” de Soda, el gran “Colores Santos” junto al gurú de este género en Argentina, Daniel Melero. Sin embargo, el primer disco oficial en solitario sería “Amor Amarillo”, al año siguiente. Aplaudido por los fans y la crítica, esta producción está llena de psicodelia y temas claves como “Lisa”, “Pulsar”, su cover Spinettiano “Bajan” y especialmente la cándida “Te llevo para que me lleves”, donde colaboró en la interpretación, para entonces, su bellísima y embarazadísima esposa Cecilia Amenábar. Luego del concierto de despedida y sus “gracias totales”, en 1999 vería la luz “Bocanada” un extraordinario álbum que a todas luces es su obra maestra, desde las hipnóticas percusiones de “Tabú”, el bolero trip hop que da su nombre, a la inolvidable balada rock “Puente”, que tiene tal vez las mejores letras de Cerati, el desarmante “Perdonar es divino”, y el claustrofóbico y profano “Verbo Carne”: «Pequeño Cristo 3D, ¿podrás salvarme está vez?». Luego de componer el “soundtrack” de la película “+ Bien”, y de su proyecto “11 episodios sinfónicos”, presenta en 2002 “Siempre es hoy”, un plato con más de 70 minutos, el más largo y ecléctico de su discografía. Destacan “Karaoke”, “Artefacto” y “Altar”. El 2006, la inspiración de Cerati estaba al tope y saca “Ahí vamos”, dejando de lado los sintetizadores y volviendo a las guitarras y el buen rock. Todos caímos rendidos ante esta magnífica colección y a temas como “Crimen”, “Bomba de tiempo”, “La excepción” y “Adiós”. El 2009, lanza “Fuerza natural”, sofisticado, elegante y variado, con toques folclóricos, progresivos y una idea conceptual en sus videos promocionales. Este disco lo presentó a fines de ese año en México y lo llevó a Chile, Uruguay, Perú, Estados Unidos, México, Colombia y Venezuela. Después de su presentación del 15 de mayo de 2010, y de forma inexplicable, Cerati se desvaneció. Todos pensamos que era una descompensación debido al stress, pero la realidad fue mucho más cruel: la sangre dejó de llegar a su cerebro y se sumió en un profundo sueño del que, dos años después, no puede despertar. Ahora los carroñeros de siempre hablan de desconectarlo, de dejarlo dando vueltas por el universo, mas hay quienes nos aferramos a la idea de una recuperación, aunque claro eso es únicamente porque vivimos en un mundo de quimeras.
IMPRESCINDIBLES / LITERATURA: Ximena de dos caminos Laura Riesco Ximena es una niña que se ve atrapada entre el rebosante desarrollo de la sierra, y la paupérrima realidad que persigue a la mayor parte de la población. Capturada entre dos caminos, hace una mordaz crítica a la situación de nuestro país, brindándonos un recorrido intenso a través de nuestra historia, siempre desde el punto de vista infalible e inocente de la pequeña. Laura Riesco es una de las mayores escritoras peruanas del siglo XX, y esta novela es, para muchos, lo mejor de su obra. Definitivamente imprescindible.
Rostros de memoria Pedro Escribano Nuestros autores peruanos más controvertidos y afamados se encuentran reunidos en una sola obra. Este libro, flamantemente editado, comprende una colección de anécdotas y pasajes en la vida de escritores como Mario Vargas Llosa, Abraham Valdelomar, José María Arguedas, Julio Ramón Ribeyro, o César Vallejo, donde los hallamos tan humanos y sencillos como el más simple de los mortales. Además, la publicación está acompañada por las caricaturas de cada personalidad, dibujadas por César Aguilar “Chillico”. Si usted desea saber más sobre su autor favorito, este texto es definitivamente imprescindible.
El canto de las ballenas Carlos Villanes Cairo El escritor de “Las ballenas cautivas” regresa con esta impresionante historia, cargada de imaginación, aventura, y un creciente respeto por nuestro medio ambiente. La novela anterior culminó con la liberación de los cetáceos gracias al despliegue mediático, y la increíble cooperación del gobierno estadounidense y ruso. Ahora, estos gigantescos pero apacibles animales entregarán una hermosa lección de sobrevivencia y amor a los protagonistas, quienes se rendirán a su canto. Una novela recomendable para los más pequeños del hogar, que sin embargo, ningún adulto debe dejar de leer.

COLUMNA: UN MUNDO PERFECTO

Drive: los caminos de la vida Jorge Jaime Valdez
"Drive" es una película extraordinaria. Aparentemente, llegó como una cinta más de acción, de esas que trae el cine comercial por cantidades industriales, sin embargo, fue una grata sorpresa en la cartelera local. Nos cuenta la historia de un personaje solitario, inquietante, que trabaja en una mecánica, y como “doble” conduciendo autos y realizando escenas arriesgadas que las estrellas de la pantalla no pueden filmar. Por las noches maneja para delincuentes, cronometrando su tiempo y realizando escapes impecables. Vista de manera superficial es una historia de acción de principio a fin, pero a veces, las apariencias se equivocan. “Drive” es un “thriller” en buena forma, pero también es una historia de amor. El protagonista es un lobo solitario en la selva de concreto, que se enamora y, como suele pasar, está en el momento y lugar equivocados. Con un millón de dólares a cuestas, tiene que huir y hacer justicia como pueda en un mundo perverso y violento. Lo hace por amor a una mujer que vive con su hijo pequeño, y no hay más sorpresas en una cinta “en apariencia” del montón. Su artífice, el danés Nicolas Winding Refn, ganó con justicia el premio a mejor director en el Festival de Cannes 2011. Los méritos del filme son diversos, comenzaremos por la selección de actores: el papel que interpreta Ryan Gosling es notable. Es un conductor parco, nocturno, seco, agresivo y tierno a la vez. Esas características personales son, curiosamente, la atmósfera que se respira en todo el largometraje. La ciudad es brutal y sórdida, las personas se comunican muy poco y cada una está más distante y desconfiada de la otra, pero existe una extraña ternura en medio del caos. La fotografía y sobre todo la música (obra de Cliff Martínez) son soberbias. Con un oído privilegiado nos sumerge en un viaje sonoro estupendo. El tema introductorio con los créditos en tipografías rosadas, con planos abiertos y cenitales de la metrópoli como telón de fondo, y la fuga con los delincuentes, es una lección de buen cine, como lo son también las escenas en el ascensor. Las canciones están muy bien, pero la historia, sin ser diferente, está mejor. Se nota que el director es un cinéfilo, un amante del séptimo arte, de Godard, de Scorsese o de Lynch. Los guiños a estos maestros de la ilusión son constantes y muy logrados, sino veamos solamente al chofer que nos recuerda, todo el tiempo, al Robert De Niro de “Taxi driver”. La trama puede parecer violenta y convencional, tal vez lo sea, pero tiene una extraña dosis de dulzura, como en la relación del conductor con el niño. La tristeza de sus personajes parece un estigma. Son personajes ensimismados, condenados a perder, la espiral de violencia cruda los va envolviendo y sumergiendo cada vez más, sin posibilidad de salir librados del mal. Es interesante ver como el autor se mueve con gran soltura en una variedad de géneros: está el “thriller”, el policial, el “film noir”, además del drama y las películas baratas, las de serie B. Sin pecar de erudito o cinéfilo “snob” se puede ver la influencia de Scorsese en su violencia seca y brutal; Cronenberg, por lo visceral, por la carne y la sangre; y Tarantino por los giros inesperados y lúdicos, o los colores y la estética disco de sus mejores trabajos.

MICROCUENTO:

Mi amigo el pintor Piero Duharte “¡Corre! ¡Corre!”, me gritaba mi amigo desgarrándose la voz justo cuando un nuevo estallido nos ensordeció. Luego notó que yo ya no corría detrás. Volteó y me vio caído. Regresó por mí, me tomó de los brazos arrastrando mi cuerpo ya sin piernas, y no dejaba de gritarme que corriera, pero ahora el llanto armonizaba tristemente sus bramidos. Él siguió avanzando desesperado, sin soltarme, mientras mi cuerpo iba dejando una pincelada roja y continua sobre la tierra.

PERFUME DE MUJER

Los pilares de la tierra Ken Follet Una tarde de verano, mientras esperaba verla desde primera hora de la mañana, Aliena se había acercado al pozo, y después de sacar agua se había quitado la ropa para lavarse. El recuerdo de aquella imagen le ponía fuera de sí. Tenía senos turgentes y altivos, que se movían incitantes cuando ella levantaba los brazos para enjabonarse el pelo. Los pezones se le inflamaban de manera deleitable al echarse agua fría. Entre las piernas tenía una mata sorprendentemente grande de vello oscuro y rizado, y cuando se lavó allí, frotándose vigorosamente con la mano enjabonada, William, perdió el control.

Reynoso, un veto escandaloso

Lilia Figueroa Manyari Resulta que ahora la literatura puede ser vetada escandalosamente, a partir de criterios pasadistas y hasta ignaros. Estas acciones que nos remontan a las grandes censuras de siglos oscurantistas, fatalmente se vienen promoviendo en algunas instituciones educativas del sector educación de nuestra región. Ocurre que en pleno siglo XXI, una obra maestra que despliega parte de la realidad caótica de nuestra sociedad, como sucede con el libro “Los inocentes” de Oswaldo Reynoso, y que debe ser analizada con coherencia, acercándola analógicamente a la realidad del mundo adolescente peruano, para luego lograr apreciaciones críticas, hoy tiende a ser un crimen. Me pregunto ¿qué pasa con el sector educación? Con este tipo de actitudes ¿queremos que nuestros jóvenes lean? ¿Qué tipo de comprensión lectora intentan trabajar? O ¿nos quedamos en el siglo XVII? ¿Se quiere crear tabúes de obras literarias? ¿Nos gusta vivir en la ignorancia? "Los inocentes" es una novela que por su temática se actualiza constantemente, y radica ahí, justamente, su valía. No podemos olvidar que esta publicación es un ícono literario por su estilo, pues además de ser el primer libro peruano del siglo XX que incorpora en sus páginas el lenguaje de los jóvenes de la urbe, penetra en el pensamiento de este grupo humano. Este aporte hace de él un texto vigente, si bien en su época de aparición fue un escándalo, hoy la realidad ha superado la ficción. Recordemos que José María Arguedas dijo del autor: “Reynoso ha creado un estilo nuevo: la jerga popular y la alta poesía reforzándose, iluminándose. Nos recuerda un poco a Rulfo, en esto”. Ahora corresponde a los docentes trabajar una comprensión inferenciada y crítica, no solo literal. No se puede tener miedo de influir negativamente en los adolescentes. No justifiquemos la incapacidad con expresiones escandalosas, si uno de los alegatos para esta mezquina actitud es el uso de su lenguaje, imagínense a sus personajes hablando santurronamente, como lo hacen los protagonistas de la pésima línea de autoayuda. La ficción se nutre de la realidad y el lenguaje expresa el sentir de quien comunica y se codifica a partir de intencionalidades y voluntades de ciertos grupos determinados como sucede en la novela. Esta riqueza nos plasma Reynoso y puede ser aprovechada para analizar, por ejemplo, los planos fónicos, morfosintácticos o semánticos del lenguaje humano. Si tocamos el aspecto temático y se escandalizan por su tratamiento, analicen la semantización de la realidad a través de sus personajes. Es aquí donde se crea polémica, hecho fundamental para el desarrollo real del pensamiento del hombre. No seamos, pues, falsos cucufatos. Leer literatura implica necesariamente descubrir, a través de ella, el mundo complejo, caótico, pero sobre todo heterogéneo. No podemos tapar el sol con un dedo, ni mostrar modelos ideales, el hombre desde los albores es sumamente complejo y el proceso de comprender esta complejidad hace de nosotros seres mejores, y la literatura es un canal increíblemente dúctil para ello. Oswaldo Reynoso es un clásico de nuestra literatura peruana.

Solo 4, “418”, del 19 de mayo de 2012, año VIII

LA CITA: "Una de las figuras que más me aterrorizó fue la de Carlos Fuentes; aquel hombre no parecía un escritor, sino una máquina computadora; tenía una respuesta exacta y al parecer lúcida para cualquier problema o pregunta que se le planteara; lo único que había que hacer era apretar un botón." Reinaldo Arenas, Antes que anochezca

LO ÚLTIMO: Murió Carlos Fuentes, otro inmortal que nos deja

El escritor mexicano Carlos Fuentes, uno de los autores más prolíficos de la literatura hispanoamericana, murió el martes, 15 de mayo, con 83 años de edad, a consecuencia de una hemorragia masiva producto de una úlcera. Mario Vargas Llosa expresó su tristeza por el deceso de su gran amigo por décadas, y afirmó que su obra "no solo merece todos los reconocimientos, sino que seguirá teniendo lectores por mucho tiempo". Fuentes fue voceado, en múltiples ocasiones, para llevarse el Premio Nobel de Literatura, incluso se creyó que sería el próximo latino en recibir este galardón, lo cual causa aún más dolor en su país y mayor desazón en el mundo intelectual sudamericano. Fuentes acababa de terminar su última novela, "Federico en su balcón", donde Nietzsche resucita en su balcón una madrugada y sostiene una entretenida y profunda conversación con el autor.

Carlos Fuentes: el ajuste de cuentas con la historia

Juan Carlos Suárez Revollar
Carlos Fuentes ha muerto. Su obra prolífica, comprometida y genial, lo colocó a la vanguardia del «boom» de la literatura latinoamericana. Carlos Fuentes es aquel joven provocador que, igual que los entonces cuasidesconocidos Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, escribiría según sus propios cánones, a contracorriente de la literatura de su país. Lideraron así, los tres, la revolución de los cincuenta y sesenta que fue el «boom», y que hizo de la literatura latinoamericana —esa patria grande, tan semejante entre nación y nación— la mejor del mundo durante esos años. Desde «La región más transparente» se vislumbra aquel estilo suyo, inconfundible, de despachar de un plumazo años y décadas enteras. La historia de su país: un México en formación, lleno de conflictos, luchas, muertes, disputas por el poder, aplastan al individuo y le quitan la libertad de elegir su destino. Sus personajes están, por ello, obligados a adaptarse y a padecer esa condenación que es la busca de la supervivencia en una sociedad echada abajo incesantemente. Carlos Fuentes cimentó su obra en la historia política de su país. Por ello es tan habitual ver en él rastros de un revisionismo frío, feroz, que despelleja por igual a sinvergüenzas y farsantes, a cobardes y víctimas, a políticos y patrones, a débiles y hambrientos. Su obra recoge las técnicas introducidas y desarrolladas por James Joyce, John Dos Passos y William Faulkner, pero atenuadas por un estilo muy personal, que hace de la lectura una experiencia amena y vitalizante, al mismo tiempo que pesimista y dolorosa. Cuánta diferencia hay entre los monólogos interiores de «La muerte de Artemio Cruz» y los pensamientos caóticos de Leopold Bloom, en «Ulises»; los primeros encantadores y sugestivos, los segundos descorazonadores por su dificultad. Pero ambos libros tienen en común aquella genialidad de las grandes novelas. Para Carlos Fuentes el pasado era tan o más importante que el presente, pues este se deriva de aquel. Por eso la totalización del tiempo es una constante en sus libros. Y aunque el simbolismo de la cultura mexicana —y también latinoamericana— cala en cada una de sus novelas, su obra es tan universal como las ficciones de Balzac o Cervantes, dos de sus referentes más importantes. La fuerza de su pluma, esgrimida en «Terra Nostra», reconvierte la historia en un enjambre de la desesperación, en que el orden cronológico es despedazado para erigir sobre él una nueva secuencia temporal, como en «Cambio de piel». Aunque uno de izquierdas y el otro de derechas, posiblemente Carlos Fuentes fue el escritor del «boom» más afín a Mario Vargas Llosa en cuanto a lucidez y a la apasionada defensa de su postura política. Uno de los grandes ejes de sus obras más ambiciosas es precisamente la política: la materia prima de «La muerte de Artemio Cruz» o «Los años con Laura Díaz». Destaca en Carlos Fuentes su prolijidad y la versatilidad de su pluma. Era capaz de mudar de estilo y de temática en cada uno de los muchos subgéneros que abordó, que van desde la novela histórica y política —a la que corresponde lo mejor de su obra— hasta la ciencia ficción y el horror, con la muy destacable «Aura», una pequeña y desconcertante novela gótica. Sin contar, claro, las decenas de piezas teatrales y guiones originales y adaptados que escribió, que sirvieron para rodar algunos de los filmes más valiosos de la cinematografía mexicana. Hay un sitial reservado para él en la historia de su país y Latinoamérica, y otro, tanto mayor, al lado de aquellos escritores que hicieron de la literatura un mundo de ilusiones listas para ser soñadas.

COLUMNA: EL BUEN SALVAJE

La lectura no es cucufata Sandro Bossio Suárez El 2010, cuando Mario Vargas Llosa ganó el premio Nobel de Literatura, todos los profesores de comunicación del país se arriesgaron a hacer leer a sus alumnos “El sueño del celta”. En Junín ocurrió lo mismo. Como resultado de ese riesgo, los estudiantes, afortunadamente, se nutrieron con un libro impactante, elevado en su construcción y fascinante en el tema. La novela tiene muchos ingredientes: la homosexualidad de Roger Casement, los horrores del colonialismo en el Congo, el genocidio de las comunidades nativas del Amazonas, las negociaciones con la Alemania del canciller Bismarck para lograr la independencia de Irlanda. Pues bien, sin darse cuenta (porque pocos son los que se dan cuenta) los profesores de Huancayo, Concepción, Jauja, Tarma, Satipo y de todos los rincones de la región, entregaron a sus alumnos uno de los libros más polémicos y fuertes en temática de los últimos años. Esos mismos profesores (no todos, felizmente) acaban de borrar con el codo lo que habían avanzado con la mano: se han escandalizado cual monjas medievales (aunque Boccaccio no dice eso de ellas) por la sugerencia de que el hermoso libro “Los inocentes” de Oswaldo Reynoso Díaz sea lectura de los estudiantes del primer grado de secundaria. En otras palabras, le pusieron un veto, una valla, un bozal a este magnífico texto. Erróneamente (no quisiera emplear términos más adecuados, como ignorante o estúpidamente) dicen que es un libro que utiliza un lenguaje vulgar, que apela al argot y a los códigos callejeros, que habla de homosexuales y ladrones. ¡Vaya vergüenza de profesores! Precisamente la riqueza de este libro se centra en el despliegue sociológico y en el extraordinario trabajo lingüístico de Reynoso. No es, como dicen los estultos, que el autor ha puesto en su libro groserías de todo calibre. De ninguna manera. Lo que Oswaldo Reynoso, que es el autor peruano que le sigue en importancia a Vargas Llosa, ha hecho es estudiar el lenguaje de la calle y colocarlo en boca de sus personajes para imprimirle dramatismo, realidad social. ¿Acaso nuestros docentes, por Dios, no son capaces de distinguir lo uno de lo otro? ¿Pretenden que los jóvenes delincuentes hablen como pavesas de clausura? Oswaldo Reynoso no va a perder nada. Su libro ha sido censurado por "obsceno e inmoral" en los años sesenta y ha sobrevivido. Los susurros indignados de entonces decían que eso no es literatura, cómo un escritor puede llamar a las cosas por su nombre. Quienes van a perder, lamentablemente, van a ser nuestros estudiantes. Y no lo digo yo, lo dice José María Arguedas, otro de los autores ante quien todos nos reverenciamos (y tiene también una novela del mismo corte: “El sexto”). Pues bien, Arguedas dice sobre “Los Inocentes” que es un libro de alta poesía y, al mismo tiempo, un compendio de la jerga popular. Oswaldo Reynoso, él mismo, acota con nostalgia: “Había un desprecio por la lengua popular y los diálogos eran muy pobres. Cuando escribían un relato de niños o de jóvenes muy pobres, la palabra más fuerte que aparecía era '¡caray!'. O cuando un muchacho le pegaba a otro, éste le decía 'por favor, no me friegues el forro de los bolsillos'. Yo, que andaba mucho por los bares, me daba cuenta de que la gente no hablaba de esa manera. En mis cuentos y en mi novela, los personajes se expresan en el español peruano popular, como lo que en realidad somos". Ese, por supuesto, es un escritor y nadie, óigase bien, tiene derecho a callarlo. Mi hija Oriana, que es una devoradora de libros, a sus nueve años ha terminado de leer “Los inocentes” y ha quedado encantada. Me dice que ha aprendido mucho sobre los chicos de los barrios y sobre las cosas que dicen en la calle. Además, cómo eran los peinadores de antes, ¿no, papá? Ahora entiendo por qué, en verdad, nuestra capacidad lectora se encuentra por los suelos. Con docentes y padres de familia cucufatos, con tabúes intelectuales que respiran y despiden una falsa moralina, con censuras intonsas, nuestra comprensión lectora va a seguir hincada y, lástima, arrimada a esa barata literatura llamada de autoayuda. Espero la reivindicación con la buena literatura, con la verdadera literatura, porque no se puede descalificar una obra maestra por majaderos sentimientos religiosos.

Museos y ciudadanía

Manuel Perales Munguía
En un texto publicado recientemente, el Premio Nobel de Literatura 2006, Orhan Pamuk, ha manifestado su posición crítica frente a los grandes museos del mundo que, al mismo tiempo de constituir importantes destinos turísticos, se hallan hoy, en tanto símbolos nacionales, convertidos en espacios para la presentación de discursos épicos que finalmente no hacen sino exaltar las glorias de las élites de las sociedades (léase Estados-nación) más poderosas. Frente a esta situación, Pamuk ha reclamado que los museos deberían orientarse, más bien, a acercarnos a las diversas y ricas historias singulares de los individuos, puesto que mediante ellas podríamos descubrir mejor la propia humanidad que habita en cada uno de nosotros. En base a lo que acabamos de expresar, valdría la pena preguntarnos ¿a quiénes representan en realidad los museos en nuestro país y región? ¿Estas instituciones contribuyen efectivamente a conocer y comprender nuestra compleja condición humana, esencial para un buen convivir? Antes de responder a estas interrogantes, sería necesario aclarar que el reconocimiento de la riqueza de la experiencia individual de las personas implicaría, a su vez, el reconocimiento de su propia condición ciudadana en todo el sentido de la palabra, despojada de la mera connotación etérea que la ha caracterizado durante la historia republicana del Perú, prácticamente hasta nuestros días. Siguiendo los postulados de Partha Chatterjee podemos señalar que en el caso del Estado peruano moderno el reconocimiento de los derechos civiles y, por ende, la ciudadanía, fue en un principio un privilegio reservado para los grupos de poder que impulsaron el proyecto político independentista en el siglo XIX, al mismo tiempo que se anularon categorías sociales que comenzaban a verse como obstáculos potenciales para la consolidación del nuevo régimen, como la nobleza indígena y los títulos que sus miembros ostentaban. Así, mientras el ideal abstracto de ciudadanía valía únicamente para unos cuantos, la existencia de los sectores excluidos sólo era tomada en cuenta en tanto se les consideraba como objetos de las políticas estatales, mas no así sujetos políticos. Tomando en cuenta los acontecimientos que vienen sucediendo en nuestros días, parece que tal situación no ha cambiado mucho. Si consideramos lo expresado, cabría pensar si acaso los museos podrían transformarse en espacios institucionales que permitan reivindicar precisamente a los diversos sectores de nuestra población que históricamente han sido ignorados por el Estado, pero presentando sus experiencias no en la forma de discursos épicos inspirados en intereses obscuros, sino de manera directa, en propuestas museográficas desarrolladas a partir de los testimonios de los mismos individuos, permitiendo que ellos “nos hablen” sin intermediarios. De este modo, nuestros museos podrían adquirir un rol fundamental en el marco de las iniciativas políticas orientadas hacia el logro de la inclusión social en el país, a la vez que contribuirían en la afirmación de una ciudadanía más real y concreta, accesible a todos. ¿Habrá voluntad política para lograr ello? El tiempo dirá.

COLUMNA: DESDE EL ATELIER

El maestro Carlos Galarza, pequeño gigante de la escultura Josué Sánchez
Dentro de la escultura peruana pocos son los maestros que como Carlos Galarza pueden jactarse de haber ejercido una verdadera docencia, sin abandonar su labor creadora. Nacido en Aco, Huancayo, y formado artísticamente en la Pontificia Universidad Católica del Perú, la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes y la Universidad Autónoma de México, volvió a Huancayo en 1965 para dirigir la Escuela de Bellas Artes, logrando anexarla de inmediato a la Universidad Nacional del Centro. Ya en ella, además de la dirección, se hizo cargo del taller de escultura, un soleado y pequeño patio cerrado, donde los apenas cuatro estudiantes que conformábamos la especialidad, acostumbrábamos esperarlo cada mañana para recibir sus recomendaciones, oír sus anécdotas y bromear un poco antes de iniciar propiamente el trabajo. Amante de la libertad creadora, solía decir que la enseñanza artística debería ser impartida con la más amplia libertad, estimulando la imaginación del alumno por medio de conversaciones en torno a temas familiares y cercanos a su realidad. Y así lo hacía, nos dejaba su conocimiento como si fueran pastillas de sabiduría. «Todos los artistas deben proyectarse dentro de su propia cultura. Hoy los artistas piensan más en Nueva York y en la Francia de ayer; quieren mostrarse como extranjeros, asumiendo poses de lo que no son», afirmaba. Eso no le impedía, en alas de la imaginación, moverse alrededor de las monumentales obras egipcias, mayas y aztecas, o trasladarse de Francia, Nueva York o Machu Picchu a la feria dominical, para hablarnos del ritmo, la composición, los pasajes de la luz y la sombra en la escultura para culminar en las interrelaciones entre espacio y volumen. Luego, cuando nuestros ojos reflejaban el deslumbramiento interior que nos producían sus enseñanzas, se alejaba callado para dejarnos jugar con la terracota hasta lograr formas que nos hicieran sentir parte de esa materia. El silencio entonces nos embargaba y trabajábamos solos, dejando transcurrir las horas en un diálogo artístico de formas y volúmenes, en el que nunca intervenía de manera directa, permitiéndose sólo sugerir pequeños cambios formales que no afectaban el contenido temático de la obra. Era un gran maestro, con un gran sentido del humor. En una ocasión, habiendo llegado temprano al taller, encontré el piso blanqueado por el yeso de los moldes del día anterior y ni corto ni perezoso aproveché para jugarle una broma. Aludiendo a su pequeña estatura imprimí sobre el piso las huellas de diminutos pies que llevaban a la dirección, donde él ya se encontraba trabajando. Pronto me di cuenta de la magnitud de lo hecho, cuando a los diez minutos la puerta de la dirección se abrió y el profesor Galarza salió atraído por la risa de un grupo de alumnos y profesores congregados alrededor de las huellas. Avergonzado empecé a balbucear mis disculpas, cuando percatado de todo el profesor soltó la risa y acercándose mientras me felicitaba me murmuró al oído: “Me debes una”. Un año entero se pasó repitiéndome por lo bajo la dichosa frasecita, un año en el que el suspenso me obligó a trabajar sin descanso, hasta que poco antes de terminar yo mis estudios y de dejar él la dirección, me llamó un día a su oficina y asegurando con toda seriedad que yo ya era un artista, me exigió el cumplimiento de la deuda, reclamándome ser su socio. Nunca un profesor le dio mayor estímulo a un alumno. Siempre lo recordaré con gratitud y admiración. Fue pequeño de estatura pero gigante en el corazón y el talento.

MICROCUENTO:

Agata Cristi Yampís existe María Luisa del Río Mateo Yampís viene caminando por la trocha. Dicen en el pueblo que ha matado a un viejo por celos. Le he preguntado y se ríe, qué va, la gente está que habla, yo no he matado, más bien quería pedirte un servicio: necesito que me aconsejes un nombre compuesto en inglés para mi hijita que ya nació.

PERFUME DE MUJER

El perfume Patrick Süskind
La consecuencia fue que la inminente ejecución de uno de los criminales más aborrecibles de su época se transformó en la mayor bacanal conocida en el mundo (…): mujeres recatadas se rasgaban la blusa, descubrían sus pechos con gritos histéricos y se revolcaban por el suelo con las faldas arremangadas. Los hombres iban dando tropiezos, con los ojos desvariados, por el campo de carne ofrecida lascivamente, se sacaban de los pantalones con dedos temblorosos los miembros rígidos como una helada invisible, caían, gimiendo, en cualquier parte y copulaban en las posiciones y con las parejas más inverosímiles, anciano con doncella, jornalero con esposa de abogado, aprendiz con monja, jesuita con masona, todos revueltos y tal como venían.

Joy Division: los orígenes de la oscuridad

Marlon Zenteno Mayorca
Para mediados de los años 70, la ciudad de Manchester (noroeste de Inglaterra) era poco menos que un rincón olvidado del viejo mundo. Una ola de desempleo, escombros y deshechos de fábricas era el paisaje cotidiano de una ciudad que alguna vez fuera la cuna de la revolución industrial. La noche del 4 de junio de 1976 ese escenario hostil fue la sede de un evento histórico en la cultura del último tramo del siglo XX: la presentación de los Sex Pistols en el “Lesser Free Trade Hall” ante una juventud nihilista y desencantada que veía en el ruido y la provocación del punk, no sólo un escape, sino, además la posibilidad (acaso muy remota) de lograr la fama, salir de la ciudad y dejar, de una vez, las penurias económicas. Bernard Summer, Peter Hook y Terry Mason, eran chicos de esa clase que en ese mismo instante decidieron formar una banda, cambiando esa noche, la historia de la música para siempre. La misteriosa figura de Ian Curtis, apareció como el ingrediente vital, había respondido al anuncio que pusieran Summer y compañía buscando vocalista. Vestía de cuero, llevaba escrito “Odio” en la espalda, admiraba a Iggy Pop, David Bowie, Jim Morrison; leía a J.G Ballard, William Burroughs, Kafka, Dostoievsky y Sartre; sin embargo, era muy distinto al prototipo del héroe punk, Curtis era intelectual, educado, conversador. Lo habían conocido de un concierto de The Clash, estaba casado desde los 19 años y era un escritor compulsivo, con la pasión de ser una estrella pop por un lado, y un poeta maldito por otro. Su primera presentación, bajo el nombre de Warsaw en el Electric Circus, comenzó de la manera más polémica que pudiera imaginarse: “¿Se han olvidado de Rudolph Hess?”, fue el grito de batalla de Curtis, que recordaba al segundo oficial al mando del régimen nazi. Esta polémica los acompañaría desde entonces. La portada del primer EP, mostraba a un joven de las juventudes hitlerianas tocando un tambor y las letras de temas como “They walked in line” eran casi un himno a las SS. Toda Europa vivía con un trauma latente por lo que había sido la II Guerra Mundial y ello, de alguna manera, causó esa fijación estética que se reflejó en el nombre definitivo de la banda: Joy Division, tomado del libro “House of Dolls” que trataba sobre los burdeles en los campos de concentración. Los ensayos se realizaban en una fábrica abandonada donde Curtis y su novel agrupación quemaban basura en un rincón para calentarse. Anton Corbijn, su fotógrafo, cuenta que al conocerlos le impresionó verlos fumando compulsivamente, mal alimentados y apenas protegidos con gabardinas delgadas. El arduo trabajo no daba frutos, y es ahí cuando Ian mostraría su faceta más oscura: amenazaría de muerte a un tal Paul Morley, uno de sus competidores, e insultaría al periodista Tony Wilson, llamándolo “puta” por no haberles hecho publicidad en su programa “So It Goes”, que difundía lo último de la escena punk y new wave de la época. Rob Gretton, Dj local, fue contratado como su agente. Él logró que toquen en el programa de Wilson y por si fuera poco, que éste firmara un contrato “¡con su propia sangre!” reclutándolos en su club “Factory”. La generación joven había crecido entre monstruosos edificios futuristas, que con las obras y películas de ciencia ficción, crearon un movimiento vanguardista de música experimental, Joy Division no fue ajeno al fenómeno y su primer álbum es un manifiesto de aquello, pues es semejante a un viaje de ciencia ficción por las calles de Manchester. Otra faceta de su expresividad: Curtis trabajaba en el centro de invalidez, ayudando a discapacitados a conseguir empleo, cuando presenció el ataque epiléptico de una chica. Ello lo inspiró a escribir “She´s Lost Control”. Pero como si se tratara de una broma cruel, una noche mientras viajaba en auto con la banda, él mismo fue presa de un ataque, le diagnosticaron epilepsia y ya nada fue lo mismo. Las presentaciones en vivo incluían bailes convulsivos y estados de trance que maravillaban a la audiencia pero agotaban el maltrecho cuerpo del poeta. El último álbum, “Closer”, fue el resultado de ese sufrimiento, las letras reflejan angustia y un halo fúnebre que fue el preludio de la tragedia que vendría el 18 de mayo de 1980. A los 23 años, Ian Curtis se había suicidado. Tenía problemas en su matrimonio, mantenía un “affair” con Annik Honoré (periodista belga). Dicho triángulo fue la inspiración de “Love Will Tea R Us Apart”, la canción más exitosa de la banda. New Order, surgió de las cenizas del grupo, pero el espíritu revolucionario y sombrío de Joy Division, sus letras brutales y el alma de poeta de su líder son testimonios de su inmortalidad. Hoy en día, la música popular y peor aún, la poesía de nuestra realidad, están contaminadas de clichés patéticos. La lírica de Joy división, honesta, existencial y cruda, parece mostrarnos el camino justo hacia las regiones sublimes del verdadero arte. La sombra de Ian Curtis se proyecta solemne y altiva desde esas alturas silenciosas donde reina el reposo absoluto.