domingo, 27 de mayo de 2012

Gustavo Cerati, otro crimen sin resolver

Roberto Loayza
El sábado 15 de mayo de 2010, cantó en el campo de fútbol de la Universidad Simón Bolívar de Caracas, en otro concierto impecable, presentando su “Fuerza Natural”, durante la gira que pocas semanas antes lo trajo a nuestro país. Vestido de negro, Gustavo Adrián Cerati Clark se despidió de sus fans venezolanos entonando “Lago en el cielo”, y en el puente de ese lago que une el cielo con la tierra fue donde se quedó hace ya dos años. Hijo del finado Juan José Cerati y Lilian Clark, desde muy pequeño se sintió atraído por la música, el dibujo y los deportes, pero en lo que más destacó en sus años escolares fue en el canto; sin duda Cerati es una de las voces más privilegiadas en nuestro idioma. Tras ser visitador médico y pasar por el servicio militar durante el infame gobierno militar argentino, su momento llegó en 1982, tras coincidir en la Facultad de Publicidad con Héctor Bosio, “Zeta”. Inspirados por el “boom” de The Police, fueron tentando a la suerte con grupos como Stress y Proyecto Erekto, junto a otro grande, Andrés Calamaro. Como la cosa no funcionaba decidieron virar y conocieron a Charly Alberti, Soda Stereo estaba en sala de parto. Tuvieron una discografía breve pero sumamente importante, que va desde su álbum epónimo de 1984 hasta “Sueño Stereo” del 95, pasando por las indiscutibles obras maestras del rock: “Signos” (1986) y especialmente “Canción Animal” (1990). Soda, los siempre amados Soda, ya habrá tiempo para hablar de ellos, mas ahora nos dedicaremos a Gustavo en su carrera como solista que para variar no tuvo la difusión merecida en un país por lo general sordo y de discutible gusto musical. La preferencia de Cerati por la música electrónica lo llevó a grabar en 1992, al mismo tiempo que el genial “Dynamo” de Soda, el gran “Colores Santos” junto al gurú de este género en Argentina, Daniel Melero. Sin embargo, el primer disco oficial en solitario sería “Amor Amarillo”, al año siguiente. Aplaudido por los fans y la crítica, esta producción está llena de psicodelia y temas claves como “Lisa”, “Pulsar”, su cover Spinettiano “Bajan” y especialmente la cándida “Te llevo para que me lleves”, donde colaboró en la interpretación, para entonces, su bellísima y embarazadísima esposa Cecilia Amenábar. Luego del concierto de despedida y sus “gracias totales”, en 1999 vería la luz “Bocanada” un extraordinario álbum que a todas luces es su obra maestra, desde las hipnóticas percusiones de “Tabú”, el bolero trip hop que da su nombre, a la inolvidable balada rock “Puente”, que tiene tal vez las mejores letras de Cerati, el desarmante “Perdonar es divino”, y el claustrofóbico y profano “Verbo Carne”: «Pequeño Cristo 3D, ¿podrás salvarme está vez?». Luego de componer el “soundtrack” de la película “+ Bien”, y de su proyecto “11 episodios sinfónicos”, presenta en 2002 “Siempre es hoy”, un plato con más de 70 minutos, el más largo y ecléctico de su discografía. Destacan “Karaoke”, “Artefacto” y “Altar”. El 2006, la inspiración de Cerati estaba al tope y saca “Ahí vamos”, dejando de lado los sintetizadores y volviendo a las guitarras y el buen rock. Todos caímos rendidos ante esta magnífica colección y a temas como “Crimen”, “Bomba de tiempo”, “La excepción” y “Adiós”. El 2009, lanza “Fuerza natural”, sofisticado, elegante y variado, con toques folclóricos, progresivos y una idea conceptual en sus videos promocionales. Este disco lo presentó a fines de ese año en México y lo llevó a Chile, Uruguay, Perú, Estados Unidos, México, Colombia y Venezuela. Después de su presentación del 15 de mayo de 2010, y de forma inexplicable, Cerati se desvaneció. Todos pensamos que era una descompensación debido al stress, pero la realidad fue mucho más cruel: la sangre dejó de llegar a su cerebro y se sumió en un profundo sueño del que, dos años después, no puede despertar. Ahora los carroñeros de siempre hablan de desconectarlo, de dejarlo dando vueltas por el universo, mas hay quienes nos aferramos a la idea de una recuperación, aunque claro eso es únicamente porque vivimos en un mundo de quimeras.

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