sábado, 3 de marzo de 2012

Solo 4, “406”, del 25 de febrero de 2012 - Edición Especial: Homenaje a Luis Càrdenas Raschio

LA CITA

“En realidad, Remedios, la bella, no era un ser de este mundo (…) Llegó a los veinte años sin aprender a leer y escribir, sin servirse de los cubiertos en la mesa, paseándose desnuda por la casa, porque su naturaleza se resistía a cualquier clase de convencionalismos”.

Gabriel García Márquez, Cien años de soledad

LO ÚLTIMO: La civilización Caral en Huancayo

Caral, considerada como una de las civilizaciones más antiguas de la humanidad, llega a Huancayo en una interesantísima exposición museográfica abierta al público en general.
Esta imprescindible muestra histórica se lleva a cabo en el Centro Internacional de Negocios de la Municipalidad Provincial de Huancayo, Jr. Piura N° 1230, de lunes a domingo de 8 a.m. a 8 p.m., hasta el 04 de mayo. Es un evento inigualable, totalmente inesperado en nuestra ciudad, que nadie puede perderse.

No esperaste que la chicha madure



José Oregón Morales

Como a un verdadero padre, ni bien la chicha maduraba, el primer líquido flor, sacado del mismo ojo del porongo era para ti y para mi madre. “Es lo más rico para mí, yo me lo tomo”, diciendo me recibías la botella.
Volviendo de Huancavelica ya le llevaré la chicha que está madurando, me dije, y partí muy temprano ese jueves 17. A las ocho de la noche, mientras presentábamos el libro de Isaac Huamán Manrique “La voz del trueno y el arco iris” en mi tierra, tú te estabas muriendo en Huancayo. Don lucho, ya no esperaste que la chicha madure.
Los grandes de hoy, fueron tus hermanos de ayer, pequeños, dando los primeros pasos en el camino arduo del cultivo del folclor. “Mocho Chávez”, Dúo Hermanos Mayta, Carmela Morales, Rebelde Huanca, Corazón Huanca Martínez, Zenobio Dhaga, Francisco Leight, Teófilo Hinostroza, Qori Maqui y otros muchos más que la fragilidad de mi memoria no me permite recordar. Que me perdonen.
Por los años sesenta ya te conocíamos por ser un excelente fotógrafo, pero más nos acercó el programa que dirigías en el único medio televisivo de Huancayo, el Canal 3; funcionaba en el último piso de un edificio de Selecciones Hek, en la plaza de la Constitución. Dabas acogida a todos en tu programa folklórico “Adorada Tierra”. A los cantantes Isabel Huanca, Paloma Huanca, Trinitaria del Valle, Rósulo Santana, Sonia Berrocal, Hermanitos Bastidas. Igual a los músicos y elencos de danzas. Allí nació Tuky, sin saberlo, como una compañía de salcabambinos residentes en Huancayo demostrando sus danzas gala, pahuay y santiago: Pedro Romero Gonzales, Carmela Morales, Ayda Gálvez, Vilma Morales Serpa, Angel Morales Serpa, Elena Mavila, José y Octavio Cuadros, Greta Pons, acompañados por los inmortales Eloy Illesca en el arpa y Julián Quispe en el violín. Contigo comprendimos la importancia de fundar en elenco de danzas de nuestra tierra, entonces recién le pusimos el nombre de Grupo de Arte Tuky.
Fuiste muy gordito, pero la ilusión te daba alas y es así que el año 1967 viajaste con nosotros a Salcabamba, cabalgaste 16 horas a caballo cargando tu máquina fotográfica y tu grabadora de sonidos para documentar el Angosay (Santiago) que al año siguiente plasmáramos en el primer disco nacional con el proceso completo de la costumbre. Luego le seguirían las danzas de las Tijeras, Carnaval de Tayacaja, Huaynos y Mulizas de Huancavelica, Trilla de Salcabamba, Kintukuy o canciones de los animales. A todas estas joyas del folclor tú les diste las geniales portadas a colores que captaste con tu fino lente. Durante todos los años de tu vida, te han visitado personalidades de todo el mundo para conocerte en tu taller de pintura y modelado en Chilca, para beber de tus conocimientos, y tú no te cansabas de contarles que habías viajado a caballo por senderos inverosímiles, profundos precipicios de “Runa Huañusqa”, donde los hombres mueren, para documentar el folklore.
Para todos los folcloristas que acudíamos a ti a disipar alguna duda tenías una frase fraterna, una orientación precisa. Eras tan generoso, como dicen los argentinos: “Hasta hacer reyir a los mesmísimos perros” (sic). En 2011, en el homenaje que te hicieron en la Universidad Continental de Huancayo referiste: “Una tarde me encontraba reunido con varios folcloristas y se me ocurrió cantar una composición mía:
Yo soy isabelino por algo
Conózcanme bien amigos míos
Con mis libros y mis cuadernos…

Entre los concurrentes estaba Zenobio Dhaga que me dijo: ‘A esa tu composición en vez de isabelino, ¿por qué no le ponemos: “Yo soy huancaíno por algo’? Está bien, le respondí y lo grabó como composición de él y yo nunca le he reclamado”. Así eras de generoso don Lucho.
Trashumante empedernido, viajabas con tu cámara, documentando el folklore de Puno, Cusco, Bolivia, Ayacucho, Huancavelica, coleccionando vestimentas y máscaras. Tus caudales económicos y tu trabajo lo dedicaste a atesorar ese patrimonio cultural invalorable. Infatigable pintor de cuadros costumbristas en artesas de madera, en souvenirs y tarjetas postales. Cada una original: esas pinturas representaban las fiestas costumbristas, las huancas en los diversos momentos de su labor de hilado, siembra, baile; también pintabas con fina jocosidad cuadros de walarsh y wamblas huancas haciendo el amor detrás de los álamos y los retamales. Fotógrafo, productor y conductor de TV, cantante de huaynos y mulizas con tu hermano, coleccionista, pintor y memoria del pueblo huanca. Eso eres.
Una anécdota que no olvido es cuando en 1971 viajamos a Arequipa para participar representando a Junín en el I Festival Internacional de Danzas Folklóricas. Los organizadores nos daban alojamiento y alimentación, pero no los pasajes ni vituallas de ruta. Llegó un momento que no teníamos dinero; entonces caminamos por las calles vendiendo tus pinturas en miniatura y así pudimos volver. ¿Pero qué representaban sus pinturas que vendíamos a extranjeros y a los mismos arequipeños? ¡Paisajes de Arequipa, su río, su puente y al fondo su dios tutelar El Misti! Así eras de grande, intuitivo e impredecible, Luis Cárdenas Raschio; amigo y maestro, padre y maestro, y ahora más padre todavía. Hasta siempre Don Lucho.

El reto de la salvaguarda del legado de don Luchito



Manuel Perales Munguía

Nuestro valle ha sido y es pródigo en artistas e intelectuales de gran talla, en hijos que han sabido amarlo, dedicando su vida entera a conservar las expresiones materiales e inmateriales de la esencia del carácter telúrico de su territorio y de su gente maravillosa. Don Luchito Cárdenas fue uno de esos hijos, cuya palabra, siempre sincera y sonora, nos acercaba mágicamente a muchísimos pasajes de nuestra rica cultura e historia.
Hoy don Luchito ya no está físicamente más con nosotros, sin embargo ha dejado una vasta herencia cultural, tanto en sus colecciones de arte popular y otras reliquias, así como en los muchos artículos y notas periodísticas que escribió por años. Con respecto a estos últimos, cabe indicar que, no obstante su trascendencia y valor histórico y antropológico, se hallan en gran parte dispersos, razón por la cual urge su compilación, con la finalidad de que puedan ser publicados en un solo volumen, en el que también podría incluirse el rico material documentario que Luis Cárdenas Raschio atesoraba. He allí un primer gran reto que la sociedad huancaína debe asumir.
Por otro lado, la ingente colección de bienes culturales muebles que don Luchito formó en vida, al igual que su material documentario, hoy están en las buenas manos de su familia. Sin embargo, ella requiere de la asesoría especializada y de la ayuda correspondiente de parte de las instancias oficiales del sector a fin de garantizar su adecuada conservación. Precisamente, aquí es donde radica nuestra preocupación, pues debe evitarse que ocurra lo que en otros casos, como sucedió con Guillermo Guzmán o Hugo Orellana, cuya obras, además de no haber sido catalogadas o registradas en forma adecuada, se encuentran diseminadas, sin que nuestros coterráneos y demás peruanos tengan la oportunidad de conocer de forma apropiada y unitaria su gran contribución al arte nacional. Tenemos aquí un segundo gran reto que afrontar.
Para concluir entonces, consideramos imperativo el reto de asumir la realización de dos grandes proyectos que en su conjunto constituirán algunas de las mejores formas de rendir homenaje a don Luchito. Por un lado, se encuentra la tarea de publicar todos sus escritos y por otro se halla el registro, catalogación y conservación de todas sus colecciones de patrimonio documental y cultural mueble. A ello podríamos añadir un tercer desafío, siempre con el consentimiento de su familia: el de contar con infraestructura adecuada donde todo este legado de don Luis Cárdenas Raschio pueda mostrarse en toda su dimensión a la colectividad de la región y el país entero. Nuestras autoridades y los titulares del sector tienen la palabra.

Don Luchito ahora es inmortal

Pedro González

El dolor nos quiebra porque se fue un maestro para reunirse con otros maestros. Se fue el incansable investigador, folclorista, gestor cultural y, sobre todo, nuestro más ilustre coleccionista. Se fue el hombre de una gran amabilidad para enseñar lo que había atesorado: saberes populares. El hombre de una enorme sensibilidad que se encargó de guardar, dentro de su casa, todas aquellas obras de arte que contienen un pedazo de nuestra cultura e historia: fotografías, estampillas, afiches, miniaturas, tejidos, telares, cruces, máscaras, vestimentas, retablos, bordados, mates burilados, nacimientos y mucho más.
Precisamente, proporcionó una variedad de máscaras, esclavinas de la danza de los negritos de Garibaldis, ponchos, bolsas de cuero, “cushmas” de Shapish, trajes de Colla, del Apu Inca, chaquetas de negrería, fajas, entre otros, a la exposición más importante que se realizó en Lima, el año pasado, dedicada al arte popular: “Sierra Central: acervos e identidades”.
Dicha exposición permitió la publicación de un catálogo que el día 15 del mes en curso se presentó en Lima. La investigación y textos estuvieron a cargo de Fedora Martínez y Soledad Mujica. Esta es la octava presentación de la serie dedicada al arte popular de la Universidad Ricardo Palma y del ICPNA, un material de una impecable impresión de 204 páginas y a todo color, donde cada obra de la colección de Luis Cárdenas Raschio brilla con luz propia. Sin duda, este catálogo es un corolario y homenaje a “don Luchito inmortal”, guardián de nuestro patrimonio.

El hombre que todo lo sabía



Sandro Bossio Suárez

Las puertas verdes se abrieron y yo, con mi abriguito de filderretor y mi bufanda de albardilla, entré de la mano de mi padre a la gran habitación. Todo estaba en penumbra y olía a petróleo, a madera, a musgo joven. Es así como desde entonces huele para mí la Navidad.
De pronto se hizo el sortilegio: las luces se encendieron al fondo, como una feria de juegos mecánicos, y apareció ante mis ojos el nacimiento más hermoso que he contemplado jamás. Había cerros escarchados, llanuras ventosas, quebradas sollozantes, cañadas rocallosas y lagunas intocadas por la minería. La Virgen era nativa, con su ropa de las cotunchas de Huichucruz, y San José vestía como un bailador de Huaylarsh, y el bebé tenía su chullo y sus hojotas. Los reyes magos parecían bailarines de luces y los pastores arriaban llamas y guanacos. Una fauna abrumadora de animales de la zona se diseminaba por la imposible geografía labrada con las manos del hombre más conocedor y dadivoso de Huancayo.
Así conocí a Luis Cárdenas Raschio. Era un gordito bonachón, con bigotes de mexicano y hablar pausado, pero era también un excelente anfitrión que nos iba mostrando cada uno de los detalles del nacimiento. Mientras nos explicaba cómo a San Francisco de Asís se le había ocurrido escenificar el nacimiento de Jesús con esculturas, nos hablaba también del tipo de vestimenta de las imágenes, y diferenciaba con gran soltura las plantas y vegetales con los que había armado su impresionante nacimiento.
Luego nos convidó “orines del niño”, con ese nombre, y fue la chicha de jora más dulce que probé en mi vida. Nos llevó también a sus otras habitaciones también olorosas a petróleo y madera, y detrás de cada puerta aparecía una nueva pieza con trajes típicos, con máscaras, con escaparates llenos de artilugios (una máquina de coser en miniatura, panoplias enanas, monitos que tocaban el platillo y daban un volatín) y nacimientos minúsculos de la más variada gama (indios, mozárabes, españoles, japoneses). Rodé feliz entre máscaras aterradoras y bordados colgados en las galerías, y me perdí bajo los trajes típicos de unos maniquíes sonrientes. Vi colecciones de estampillas, de chapitas, de máquinas fotográficas, de carteles, de postales. Y me sorprendí con una hermosa y extraña colección de “muchkas” (la piedra de cabeza con que molemos los productos en un batán).
Cuando salimos, mi padre me dijo: “Hay que quererlo mucho. Es un hombre que vale oro”. Me contó que viajaba a todos los rincones de los Andes (incluso a Bolivia) para fotografiar danzas, recoger costumbres y comprar ropajes legítimos, porque él aborrecía la alienación, las tradiciones ortopédicas que amenazaban con invadirnos. “Vamos a verlo en la televisión, porque tiene su programa donde entrevista cantantes vernaculares y donde, a veces, él mismo canta con su hermano Óscar”, me dijo mi padre.
Después de esa inolvidable velada, vi mucho a Luis Cárdenas Raschio a lo largo de mi vida. Era tan magnánimo que nunca se negó a recibirme cuando llevaba a mis amigos rapaces del colegio con el fin de impresionarlos, y no se cansaba de darnos cátedra, de defender lo nuestro. Cuando iba lo encontraba en su tienda de artesanías, que era como un sótano, y en ocasiones lo pillaba pintando siluetas rojas de bailarines en sus tarjetas blancas. Y es que también era pintor.
Varias veces me crucé con él en el mercado, cuando yo (“rabo”, me decía mi madre) iba detrás de mis tías, y él siempre mostraba una sonrisa cortés y, por ejemplo, me explicaba la diferencia sustancial entre canasta, banasta y valay, y por qué se llamaban así y de qué material estaban hechos, y dónde los tejían y con qué técnicas, y entonces le afloraba una de sus muchas anécdotas sobre el tema, sobre ese o cualquier otro, porque era el hombre que todo lo sabía.
Dejé de verlo cuando partí a seguir mis estudios universitarios, pero, al retornar (sobre todo cuando entré a trabajar a la página cultural de un diario) volví a buscarlo. Le había afectado la diabetes y estaba delgado. Entonces seguí nutriéndome con su fascinante verbo y su hercúlea memoria. Me encantaba una anécdota en particular: su amistad con la última “cotuncha” (la postrera representante de la etnia sureña de las mujeres elegantes que usaban el cotón y la faja de colores). Siempre que lo contaba, sus ojos se entornaban, enamorados de ese recuerdo, y sus manos venosas se aferraban a la fotografía donde aparecía una ancianita vestida de negro con una canasta plana (un valay) donde ofrecía plátanos de la isla. Don Lucho se preciaba de haber sido su amigo.
Sustentó mi trabajo al frente de una comisión de cultura: recuerdo que lo busqué para que fuera jurado en un concurso de huaylarsh y hasta ahora sonrío con el pánico que desató entre los concursantes, porque don Lucho no estaba quieto en su silla, como los otros jurados, sino en los camerinos constatando la originalidad de las bayetas y los fustanes.
De mi último viaje a Italia, le traje un curioso nacimiento del tamaño de un anillo forjado en hierro de Ferrara, que le encantó. Estaba todavía vital, siempre atento a sus lecturas, y me contó algunas peripecias que había vivido al lado de José María Arguedas, puesto que era el año de su centenario. “¿Usted ha visto esta foto?”, me preguntó, desplegando una central de un suplemento de tirada nacional, donde aparecía la fotografía en la que Arguedas y un grupo de personas sostienen un mate burilado en la Plaza de la Constitución. “Claro”, le respondí. “Esa foto la tomé yo”, me reveló. “Eran dos. En la segunda aparezco yo, pero se extraviaron, y no sé cómo aparecieron en Lima”. Le pregunté por qué no reclamaba su crédito y él sólo sonrió: “La cultura es de todos”.
Me contó que estaba tomando leche de alpiste y me dio la receta para que la tomaran también mi madre y mis tías, grandes amigas suyas. Lo busqué todavía varias veces más, incluso después de su operación, y seguimos conversando sobre Huancayo antiguo y su postiza fundación española. Me dejó replicar con mi cámara sus fotografías. Hablamos de la matanza que Manuel Odría desató una noche negra en Huancayo y que él cubrió con su cámara maestra, porque, encima de todo, también había sido periodista, reportero gráfico y el más grande fotograbador que tuvo Huancayo.
Ahora que se ha ido, lo sé, Luis Cárdenas Raschio ha sido nuestro José María Arguedas y, como él, merece un homenaje gigantesco, multitudinario y genuino como sus nacimientos.
Propongo instituir una fundación cultural que lleve su nombre y administre todo lo que atesoró en vida, que guarde sus trajes típicos, sus sombreros, sus máscaras, sus fotografías, sus “muchas”, pero sobre todo su corazón abierto que nunca se cerró para nadie.

MICROCUENTO:



Memorando

Miguel Enrique Morachimo

Desde la tarde en el parque, trece años exactamente, que no la he vuelto a ver. Ella tenía apenas quince, dos ojos lindos y ningún amor sobre su pecho. A veces camino a casa, me parece sentir su perfume entre las flores y entonces me da por imaginarla dando vueltas con sus faldas celestes, amarillas, anaranjadas y blancas, llamándome y diciéndome que sí, que el verano acaba de empezar.

PERFUME DE MUJER


Seda

Alessandro Baricco

Tus dedos en mi sexo, tu lengua sobre mis labios, tú que resbalas debajo de mí, tomas mis flancos, me levantas, me dejas deslizar sobre tu sexo, despacio, quién podrá borrar esto, tú dentro de mí moviéndote con lentitud, tus manos sobre mi rostro, tus dedos en mi boca, el placer en tus ojos, tu voz, te mueves con lentitud, pero hasta hacerme daño, mi placer, mi voz. Mi cuerpo sobre el tuyo, tu espalda que me levanta, tus brazos que no me dejan ir, los golpes dentro de mí, es dulce violencia, veo tus ojos buscar en los míos, quieren saber hasta dónde hacerme daño, hasta donde tú quieras, señor amado mío, no hay fin, no finalizará.

Al ilustre Luis Cárdenas Raschio



Leonardo Mendoza Mesías

La primera vez que lo vi fue en la presentación de un libro sobre las cruces de mayo, cuya organización estaba a cargo del Instituto Nacional de Cultura de Huancayo. Su imagen era sencilla pero pulcra, de elocuencia encantadora que discurría con facilidad. Los mensajes que trasmitía fueron claros y profundos. Era un personaje evidentemente conocedor, no improvisaba; sí, llevaba a la mano su ayuda memoria haciendo de su exposición un viaje por la historia con lujo de detalles. ¡Enseñaba! Era un personaje de polendas. Después de este encuentro donde intercambiamos algunas palabras conjuntamente con Sergio castillo, ya me era familiar en cuanta actividad cultural asistía y en cada una de ellas era casi obligatorio encontrarlo. Aún a pesar del frio serrano, él muy ataviado con esa chalina que llevaba al cuello, se quedaba hasta el final cual soldado fiel a la insignia de la cultura y de la ciencia, como deseando dar un ejemplo de compromiso que todo buen estudioso debería tener.
Nuestro historiador más prolijo fue un participante asiduo a cuanta actividad académica se desarrollaba en la ciudad de Huancayo, unas veces escuchando y en otras disertando. Corrigiendo a los nóveles investigadores y profesionales en algunos aspectos que los que éstos no tenían certeza. Cárdenas Raschio era un hombre claro en sus ideales, compañero sutil y maestro cortés en cuanta verdad histórica se discutía. Su trabajo siempre fue destacado y, desde un inicio, aceptó compartir su sapiencia a través de su columna “El folclor que yo vi”, que se publicó por este medio hasta que se quebrantó su salud.
Luis Cárdenas Raschio nació en 1933 y falleció un 16 de febrero de 2012, se encumbró como un hombre estudioso y defensor de la genuinidad de las expresiones culturales en esta parte del país, en especial del folclor, algo por lo que lo debemos distinguir. Además, como buen estudioso de la cultura huanca, se convirtió en un destacado folclorista, etnólogo de las más profundas y cotidianas costumbres huancas y acucioso e incansable coleccionista de numerosos trajes típicos y otros elementos como el nacimiento huanca, que en verdad muestran el gran tesón que tenía para con su autoimpuesta responsabilidad de ser un fidedigno cultor de las principales y hermosas manifestaciones de nuestra cultura.
Este insigne hombre deja una gran colección de máscaras, trajes típicos, artesanías, telares, vestuarios, bordados, juguetes, imaginerías en historias reales del Valle del Mantaro, que acogió y resguardó desde muy joven. “Don Luchito” nos deja un gran ejemplo que todo hombre, que se considere estudioso, debe seguir. A la memoria del maestro, del guardián de nuestra historia y tiempo, gracias y descanse en paz.

Solo 4, “405”, del 18 de febrero de 2012

LA CITA
“El circuito de playas era un verdadero campo de maniobras románticas, donde el rumor del mar y los aromas de tantos mariscos propiciaban caricias, besos, apachurres y alguna que otra correría por los vellosos arrecifes del deseo”.

Fernando Iwasaki, Libro de mal amor

LO ÚLTIMO: Luis Cárdenas Raschio, el guardián de nuestra historia, en la gloria

Nuestro muy buen amigo, compañero, padre intelectual, colaborador asiduo, y sobre todo, guardián de nuestra historia, partió a la gloria este pasado jueves, 16 de febrero, en horas de la noche. Como sabemos, “don Luchito” se estaba recuperando de un difícil cuadro cardiaco, sin embargo, nunca perdió la alegría ni esa gran lucidez que lo caracterizaban hasta su último momento. Aun en recuperación, continuaba trabajando para, próximamente, seguirnos ilustrando sobre nuestro folclor e historia, en su columna “El folclor que yo vi” de Solo 4. Nuestras más sentidas condolencias para toda su familia. El próximo sábado dedicaremos el suplemento completo en una edición a su memoria y trabajo. Gracias Luis Cárdenas, tus aportes a la cultura jamás quedarán en el olvido.

Un cuarto de siglo sin Andy Warhol



Roberto Loayza

Andy Warhol lograba unir, con pasmosa facilidad, mundos tan dispares como artistas e intelectuales, pero también aristócratas, homosexuales, celebridades de Hollywood, drogadictos, modelos, bohemios y pintorescos personajes urbanos. Desde pequeño sufría la enfermedad de “Corea Sydenham”, un mal por el cual no podía dominar sus extremidades y su piel se despigmentaba. Esto provocó un temprano aislamiento, lo que sería clave para el desarrollo de su inmensa obra.
En los 50, trabajó mostrando su enorme talento para anuncios de zapatos y el diseño de discos, los que fueron muy aclamados. A Warhol se le debe el nacimiento del famoso Pop Art, y es entonces cuando nos entrega sus obras más reconocidas como sus dibujos de Marilyn Monroe, Elizabeth Taylor y las legendarias latas de sopa Campbell, una tradición indeleble de la cultura americana.
La creación de su famosa “The Factory” supuso un lugar adecuado para los jóvenes “incomprendidos” entre artistas, escritores, modelos, músicos y famosos.
En los años 60, se interesó mucho por el cine creando obras bizarras, además, de sentirse atraído por la música “underground” de la época, apadrinando a The Velvet Underground, la imprescindible agrupación liderada por Lou Reed, convirtiéndose rápidamente en el manager del grupo.



La frase más famosa del genial Andy Warhol es: "En el futuro todo el mundo será famoso durante 15 minutos". Estas apocalípticas palabras no eran otra cosa que la confirmación del poder de los medios de comunicación, la prensa amarilla y los inefables “reality shows”.
En la época en la que Estados Unidos lloraba por el asesinato de Kennedy, Warhol también fue víctima de un atentado por una de las integrantes de The Factory, Valerie Solanas. Esto provocó muchos cambios en su vida artística y personal. Así, declaró que "antes de que me disparasen, siempre pensé que estaba un poco más para allá, que para acá. Siempre sospeché que estaba viendo la tele en vez de vivir la vida".
"Hacer dinero es arte, y el trabajo es arte, y un buen negocio es el mejor arte", con estas palabras Warhol daba la bienvenida a la década de los 70, donde el desenfreno dio lugar a la calma, y empezó a dibujar a enormes artistas como Mick Jagger, Liza Minnelli, John Lennon, Diana Ross, Brigitte Bardot, Michael Jackson, y el líder comunista chino Mao Zedong.
Siempre con su carácter tímido y muy observador, a fines de los 70, se volvió asiduo a las discotecas de la época, especialmente al célebre Studio 54. Versátil como pocos, pintó también autos por encargo, especialmente de la firma BMW que corrió las 24 horas de “Le Mans”.
Próximo a los 50 años, Warhol tuvo una segunda juventud al juntarse con los artistas de vanguardia de la época, como Jean-Michel Basquiat, Julian Schnabel y David Salle; sin embargo, sus viejos admiradores se decepcionaron al considerar que se había convertido en un artista sin profundidad, fácil y comercial.
Por entonces, era un asiduo concurrente al mundillo hollywoodense, hecho que enfureció más a sus antiguos seguidores “beatniks”. El padre del Pop Art, con el sarcasmo de siempre, respondió: "Amo Los Ángeles. Amo Hollywood. Son tan hermosos. Todo es plástico, pero amo el plástico. Quiero ser plástico".
A inicios de los 80, tuvo que soportar más críticas por haber aceptado una enorme suma de dinero para que pintara a Miguel Bosé en su disco “Made in Spain”, a quien ni siquiera conocía. Bosé no sería la excepción, pues a partir de ahí su principal actividad sería pintar a personajes famosos, en una oleada tremenda de actividad, aunque carente de profundidad para sus múltiples detractores.
Pintó hasta el final de su vida, siendo sus dos últimos retratos de Lenin y Mao Zedong. En la mañana del 22 de febrero de 1987, a las 6:32 a.m., el genial Andy Warhol murió debido a una arritmia post-operatoria, había sido intervenido previamente de la vesícula.
En 1987, de acuerdo con la última voluntad de Warhol, se constituyó la Andy Warhol Foundation for the Visual Arts. Ésta no sólo sirve como su representante legal, sino que defiende su misión de "espolear la innovación en la expresión artística y el proceso creativo", y se declara "centrada, principalmente, en apoyar el trabajo de un valor experimental o rompedor".
El pintor y cineasta, cuyo nombre verdadero era Andrew Warhola, nos dejó además un hermoso legado: “En el futuro todo el mundo será famoso durante 15 minutos", algo que todos deberíamos tener en cuenta.

La literatura nunca olvida: Gritos en silencio



Isabel Córdova Rosas, nuestra escritora más internacional, habla en la siguiente entrevista acerca de su novela “Gritos en silencio”, que ha concitado mucha atención en el Perú y el extranjero. Muy pronto la novela será lanzada en Europa, donde ella radica hace más de dos décadas.

Sandro Bossio Suárez

El país se ha sorprendido con la publicación de tu novela “Gritos en silencio”. Es un libro valiente, para adultos, con un tema muy polémico. ¿Cómo es que una notable escritora de libros para niños da ese gran salto que todos los autores temen?
Es increíble. El gran salto temerario sería si primero hubiera escrito novelas para adultos y luego para niños y jóvenes. No hay que olvidar las afirmaciones de Torrente Ballester, Académico de la Lengua: “Lo más difícil en el mundo es escribir para niños y jóvenes”. Le damos la razón, porque escribimos para el público más importante del mundo y lo hacemos con mucha imaginación, respeto y cariño. Por supuesto, con ese mismo respeto y transparencia, en mi novela “Gritos en silencio” reinventamos una realidad para el lector adulto.

¿Crees que la violencia política es una moda en la literatura? Fijémonos en todos los libros que se han publicado con ese logo y con mucho éxito.
Desde 1982, hasta la actualidad, se han publicado más de cien cuentos y medio centenar de novelas sobre la violencia política en nuestro país. Son muchos los escritores que se han inspirado en este tema. Algunos de ellos consiguieron reconocimientos en el Premio Copé y El Cuento de las Mil Palabras (…). En novelas y cuentos tenemos las obras de Oswaldo Reynoso, Miguel Gutiérrez, Sandro Bossio Suárez, Santiago Roncagliolo, Luis Nieto Degregori, Alonso Cueto, Carlos Thorne y otros escritores. El Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, en su obra “Lituma en los Andes”, Premio Planeta 1993, plantea el tema político de nuestro país. Todos ellos quisieron plasmar en sus obras la época del conflicto interno que vivió nuestro país. Algunos escritores con más éxitos que otros.

¿Crees que ya se escribió la verdadera novela de la violencia política en el Perú?
Miguel Gutiérrez ha publicado varias novelas ambientadas en la guerra interna, que vivió nuestro país. En 1991 publica “La violencia del tiempo”. En 2009, “Confesiones de Tamara Fiol” y en esta las acciones suceden en la década de los noventa. Su última novela, editada el año pasado, “Una pasión latina”, se desarrolla en Ayacucho, en la década de 1980. La veta de la literatura es interminable.

¿Cómo una autora que vive en España hace tres décadas puede escribir sobre un tema tan sensible como lo es la muerte y desaparición de miles de peruanos? ¿Acaso no se necesita vivirlo para poder escribir?
Sí, estoy lejos, pero muy cerca de nuestro querido Perú y de nuestra amada tierra wanka. Aparte de haber ido, varias veces, a nuestro país, para documentarme, el ser antropóloga me ha ayudado mucho para analizar nuestra cultura y el comportamiento de las personas. Todos los días, a las cinco de la mañana, hora Perú y en España las once de la mañana, leemos la mayoría de los diarios: “La República”, “La Primera”, “El Comercio”, el diario “Correo” de Lima y de Huancayo, y otros periódicos que nos mantienen informados de todos los acontecimientos de nuestro país.

Tu novela es, en el fondo, una profunda crítica social. Ha merecido excelente crítica y acogida en el país. Ha sido nominada como una de las mejores novelas del año. ¿Qué sensación te causa esto?
Me motiva a seguir escribiendo y a la vez, es una mayor responsabilidad la que tengo que asumir conmigo misma y con mis lectores.

El tema de tu libro, los camiones de la muerte, es muy original. Nadie había escrito sobre esto. ¿Cómo se te ocurrió hacerlo?
Hay fuentes muy importantes que me han valido para construir los acontecimientos de esta novela y escribirla de manera imparcial y profunda.

¿Qué viene ahora en tu trabajo literario?
Una nueva novela para adultos. Me encantaría hablarte del tema, pero mejor que sea una sorpresa.

IMPRESCINDIBLES / MÚSICA: Colores Santos (1992)

Gustavo Cerati – Daniel Melero

Entre “Canción Animal” y “Dynamo” de Soda Stereo nace “Colores Santos”. Un disco con pinceladas experimentales y fuerte influencia electrónica. La canción que abre el disco es “Vuelta por el universo”, de composición atmosférica y sensual. Resume a la perfección lo que sería el primer —y único-— trabajo a dúo entre el líder de Soda Stereo y el compositor al que le deben los créditos de “Trátame suavemente”, la primera balada que interpretó la banda argentina.

Selección y textos: Ricardo Rodríguez

IMPRESCINDIBLES / MÚSICA: Born to Die Deluxe edition (2012)


Lana del Rey

El primer gran éxito comercial en lo que va del año viene desde Norteamérica, bajo una delicada y particular voz, Lana del Rey —nombre artístico de Elizabeth Woolridge Grant— ha creado la fórmula musical a base de sintetizadores, instrumentos de cuerda, viento y voces que vienen desde lo más profundo del R&B. El viaje a múltiples espacios está asegurado, la versión “deluxe”, que incluyen cuatro canciones más, viene con el remix de la estupenda “Video Games” a cargo de Joy Orbison.

Selección y textos: Ricardo Rodríguez

IMPRESCINDIBLES / MÚSICA: The Division Bell (1994)



Pink Floyd

El último disco en estudio de una ya casi desintegrada banda, tras el alejamiento de Waters, David Gilmur toma la responsabilidad de componer y dirigir a uno de los grupos más importantes de toda la historia de la música.
The Division Bell tiene altos y bajos comprensibles, “Coming back to life” se podría traducir como una manifestación para un nuevo capítulo que nunca se pudo dar, pero que después de 17 años, y tras las duras críticas, deja satisfecho y a la vez perplejo a quien lo escuche.

Selección y textos: Ricardo Rodríguez

COLUMNA: DESDE EL ATELIER



La Pietá y la Capilla Sixtina

Josué Sánchez

La obra escultórica y pictórica es una creación que nace como resultado del enfrentamiento de la materia plástica y el hombre creador. Una forma expresiva y significante exige su lugar en el espacio y una apreciación melódica de lectura parcial que nos lleve a otro tiempo de lectura total.

De Miguel Ángel Buonarroti se ha escrito bastante: del escultor, del pintor, del poeta y de su vida. Con ojos de escultor solo quiero comentar la Pietá y el conjunto de la Capilla Sixtina.

Hace años, en Roma, una escultura grandiosa y monumental, donde el genio creador que lo concibió había manifestado en toda su grandeza la belleza sobrenatural de la Virgen María, llenaba de fascinación la mirada del visitante. Ubicada al lado derecho de la entrada a la Basílica de San Pedro, una jovencísima y virginal madre de mármol dejaba sentir todo el peso de la impiedad cometida con su yaciente hijo. Nunca antes una materia había permitido al cincelador arrancarle tanto espíritu. Libre y majestuosa, la escultura tenía una presencia viva en el espacio que la rodeaba, era posible captar el sentimiento de piadosa resignación de la madre y uno se sentía tentado a extender la mano para brindarle consuelo.

Hoy, encerrada en una cámara de vidrio antibalas, la Pietá de Miguel Ángel grita por su libertad a la manera de la pintura del Papa Inocencio de Francis Bacon.

Con ocasión de una bienal de arte realizada en Venecia, un artista loco quiso destruirla y le dio dieciocho alevosas cinceladas. Increíblemente el jurado estuvo a punto de premiarlo por esa actitud, pero afortunadamente la reacción airada del público y de los críticos se lo impidió. Luego de la restauración, sin embargo, la escultura fue condenada a yacer en una cámara de vidrio y aunque hoy sigue siendo la más extraordinaria obra escultórica de la historia del arte, el público ya no puede apreciarla en su integridad.

Si Miguel Ángel esculpió esta incomparable obra cuando contaba con tan sólo veintitrés años, a los treinta realizó otra de igual envergadura en el ámbito pictórico. Por entonces él consideraba que la escultura era la expresión más completa del arte y trabajaba en cuarenta estatuas para la tumba del caprichoso Papa reinante Julio II. Hallándose en Florencia en pleno trabajo, el Pontífice decidió decorar la Capilla Sixtina y apartándolo de la obra, lo envió a Roma a pintar en contra de su voluntad. Fueron cuatro años de martirio para dejarnos una grandiosa obra pictórica al fresco, donde la apreciación melódica de cada figura no es necesaria porque cada una de ellas de por sí ha buscado su libertad, su espacio, de un modo que no es pictórico, sino más bien escultórico.

En el techo abovedado de 46 metros de largo por 15 de ancho, a una altura de 20 metros del suelo, se agrupan los relatos de la creación: Adán extendiendo su brazo hacia Dios, la caída del hombre o el pecado original y el diluvio universal; profetas y sibilas, además de veinte desnudos masculinos rodean las escenas centrales..



Muchos años mas tarde, ya viejo, Miguel Ángel pintó en el espacio que corresponde al altar mayor de la capilla la escena de El Juicio Final. En el fresco incluyó su autorretrato junto al de un cardenal enemigo suyo, en el momento en que ambos eran lanzados al infierno. Indignado el cardenal protestó ante el Papa Pablo III, quien le contestó que no podía hacer nada porque del infierno nadie sale.

Tal vez por eso, el lujurioso y violento Julio II, sabedor de que sólo el infierno lo esperaba por sus pecados, eligió la inmortalidad terrestre del arte. No pasó a la historia como el Papa que devolvió el poder y el prestigio a la Iglesia, sino como el hombre que obligó a un rebelde artista a pintar el mural más sorprendente de todos los tiempos, donde los fondos y espacios se eliminan para dar lugar a un espacio que modela y resalta la figura. La visión de un escultor, más que la de un pintor.

Al final de sus días, impago y maltrecho Miguel Ángel escribió a su padre: “ya no tengo ni vestido ni calzado... estoy solo, sin amigos, y tampoco quiero tenerlos”. Solo anhelaba tener un cincel en la mano y una piedra para esculpir.

MICROCUENTO:



Zoología

José Serna Ponce

La cucaracha es una animal inexistente. No es realidad. Lo cierto es la mirada que le otorga contexto, vida propia. Aterrante proyección de temores innombrables, sin historia: esa es la cucaracha. Por eso no se detesta otra cosa que la nimiedad de nuestras debilidades cuando decidimos presurosos aplastarla o ahogar su lento paso de asco con un frío aire venenoso.

PERFUME DE MUJER



Queremos tanto a Glenda

Julio Cortázar

Lo que sigue no lo sé, veo a la mujer siempre desnuda, sus manos arrancando pedazos de ropa, desabotonando un pantalón y bajándolo hasta arrugarlo contra los pies, veo sus ojos en los míos, un solo par de ojos desdoblados y cuatro manos arrancando y rompiendo y desnudando, chaleco y camisa y slip.

Carnaval es el grito general



Leonardo Mendoza Mesías

Estamos en febrero y llegaron los carnavales, una de las tradiciones más importantes y alegres del país. La costumbre heredada de Europa se entremezcla con las vivencias del mundo andino y las tradiciones de la costa y selva. Los que más destacan en Perú son los que se desarrollan en Cajamarca, Huaraz, Arequipa, Ayacucho, Cuzco y Puno.

En nuestro país, sobresalen sus coloridas comparsas siguiendo al “Ño Carnavalón”, conocido también como rey Momo. En ellas participan: autoridades, pandillas y público en general en un gran corso carnavalesco que generalmente se realiza desde el 20 de este mes. En el Perú es una celebración pública que tiene lugar días antes de la cuaresma católica, razón por la cual es movible. Va acompañada por el juego con agua, harina, talco o pinturas, y, en algunas zonas, por danzas folclóricas, ritos paganos o incluso cristianos. La festividad llegó al Perú con los primeros colonos, pero por el proceso de aculturación y sincretismo religioso, el carnaval empezó a tomar características propias. Durante la época republicana, fue tal su popularidad y salvajismo que se inició su represión. Durante el siglo XIX, algunos viajeros describieron los carnavales limeños como una mezcla de barbarie y alegría sin límites, donde eran comunes el arrojar agua desde los balcones o lanzar huevos con perfume según sea la clase social a la que se perteneciera. Los carnavales fueron descritos también como un puente para la satirización de las autoridades, ésto a través de las máscaras y personajes. Muchas veces estas actitudes fueron vistas por los gobernantes como una falta de respeto a sus jerarquías. Así, era común que hasta los policías fueran víctimas de los chorros de agua.[

Aquí, en el Valle del Mantaro, no escapan a ese encanto y algarabía. Junto con los de Tarma, destacan por sus estampas multicolores y danzas típicas, como el carnaval jaujino que varía en cada distrito. Por otro lado, está el Huaylarsh que se baila en la zona sur del valle: Huayucachi y Viques. Es tan elegante como la Calixtrada tarmeña. También hallamos la Tunantada, los Chinchilpos y Gamonales, la Chonguinada y más expresiones típicas del valle. Además de estas manifestaciones que se dan en cada pueblo, una peculiaridad que se ve últimamente en la ciudad de Huancayo, es la expresión dispersa de varias manifestaciones carnavalescas por sus residentes. Por ejemplo, en estas fechas se puede observar de manera independiente a las compañías de puneños, huancavelicanos o ayacuchanos que, al son de su música, indumentaria y algarabía, van discurriendo por ciertas calles en alusión a su presencia y cultura.

Desde hace algunos años, al finalizar esta época, la municipalidad provincial se ha encargado de organizar un interesante pasacalle en honor al Ño Carnavalón como una suerte de preparación a las actividades de Semana Santa. De esta manera podemos observar que estas festividades en el Valle del Mantaro se inician a mediados de enero y se extienden hasta la segunda semana de marzo. Es un festival donde reina la alegría, los reencuentros y bailes, y también el licor.

Al parecer, los carnavales son un derroche de legítima felicidad, mas también son una suerte de catarsis colectiva. Es el encuentro de la cultura popular y la religiosa, donde la primera se muestra poderosa y desbordante, mientras que la otra es débil. Estos festejos populares tienen a la risa, la burla o la pantomima como elementos imprescindibles.

Así, al dar una mirada más amplia, los carnavales son fiestas populares que no sólo se dan en nuestra tierra o en nuestro país. Son celebraciones que se viven en todo el mundo, que contribuyen a cumplir el orden cotidiano y se convierten en una especie de recurso económico como atractivo turístico. De esta manera, y por ahora, estimado lector, prometemos una siguiente edición donde ahondaremos en sus variantes de América del Sur, de manera especial, en los de Brasil y Colombia.