sábado, 3 de marzo de 2012

Carnaval es el grito general



Leonardo Mendoza Mesías

Estamos en febrero y llegaron los carnavales, una de las tradiciones más importantes y alegres del país. La costumbre heredada de Europa se entremezcla con las vivencias del mundo andino y las tradiciones de la costa y selva. Los que más destacan en Perú son los que se desarrollan en Cajamarca, Huaraz, Arequipa, Ayacucho, Cuzco y Puno.

En nuestro país, sobresalen sus coloridas comparsas siguiendo al “Ño Carnavalón”, conocido también como rey Momo. En ellas participan: autoridades, pandillas y público en general en un gran corso carnavalesco que generalmente se realiza desde el 20 de este mes. En el Perú es una celebración pública que tiene lugar días antes de la cuaresma católica, razón por la cual es movible. Va acompañada por el juego con agua, harina, talco o pinturas, y, en algunas zonas, por danzas folclóricas, ritos paganos o incluso cristianos. La festividad llegó al Perú con los primeros colonos, pero por el proceso de aculturación y sincretismo religioso, el carnaval empezó a tomar características propias. Durante la época republicana, fue tal su popularidad y salvajismo que se inició su represión. Durante el siglo XIX, algunos viajeros describieron los carnavales limeños como una mezcla de barbarie y alegría sin límites, donde eran comunes el arrojar agua desde los balcones o lanzar huevos con perfume según sea la clase social a la que se perteneciera. Los carnavales fueron descritos también como un puente para la satirización de las autoridades, ésto a través de las máscaras y personajes. Muchas veces estas actitudes fueron vistas por los gobernantes como una falta de respeto a sus jerarquías. Así, era común que hasta los policías fueran víctimas de los chorros de agua.[

Aquí, en el Valle del Mantaro, no escapan a ese encanto y algarabía. Junto con los de Tarma, destacan por sus estampas multicolores y danzas típicas, como el carnaval jaujino que varía en cada distrito. Por otro lado, está el Huaylarsh que se baila en la zona sur del valle: Huayucachi y Viques. Es tan elegante como la Calixtrada tarmeña. También hallamos la Tunantada, los Chinchilpos y Gamonales, la Chonguinada y más expresiones típicas del valle. Además de estas manifestaciones que se dan en cada pueblo, una peculiaridad que se ve últimamente en la ciudad de Huancayo, es la expresión dispersa de varias manifestaciones carnavalescas por sus residentes. Por ejemplo, en estas fechas se puede observar de manera independiente a las compañías de puneños, huancavelicanos o ayacuchanos que, al son de su música, indumentaria y algarabía, van discurriendo por ciertas calles en alusión a su presencia y cultura.

Desde hace algunos años, al finalizar esta época, la municipalidad provincial se ha encargado de organizar un interesante pasacalle en honor al Ño Carnavalón como una suerte de preparación a las actividades de Semana Santa. De esta manera podemos observar que estas festividades en el Valle del Mantaro se inician a mediados de enero y se extienden hasta la segunda semana de marzo. Es un festival donde reina la alegría, los reencuentros y bailes, y también el licor.

Al parecer, los carnavales son un derroche de legítima felicidad, mas también son una suerte de catarsis colectiva. Es el encuentro de la cultura popular y la religiosa, donde la primera se muestra poderosa y desbordante, mientras que la otra es débil. Estos festejos populares tienen a la risa, la burla o la pantomima como elementos imprescindibles.

Así, al dar una mirada más amplia, los carnavales son fiestas populares que no sólo se dan en nuestra tierra o en nuestro país. Son celebraciones que se viven en todo el mundo, que contribuyen a cumplir el orden cotidiano y se convierten en una especie de recurso económico como atractivo turístico. De esta manera, y por ahora, estimado lector, prometemos una siguiente edición donde ahondaremos en sus variantes de América del Sur, de manera especial, en los de Brasil y Colombia.

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