MemorandoMiguel Enrique MorachimoDesde la tarde en el parque, trece años exactamente, que no la he vuelto a ver. Ella tenía apenas quince, dos ojos lindos y ningún amor sobre su pecho. A veces camino a casa, me parece sentir su perfume entre las flores y entonces me da por imaginarla dando vueltas con sus faldas celestes, amarillas, anaranjadas y blancas, llamándome y diciéndome que sí, que el verano acaba de empezar.
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