sábado, 19 de mayo de 2012

Solo 4, “416”, del 12 de mayo de 2012, año VIII - ESPECIAL DÍA DE LA MADRE

LA CITA: “Ella, la mujer, la madre, a quien el cuerpo de su hijo había sido siempre, pese a todo, más querido que lo que se llama el alma, estaba aterrada al ver aquellos ojos mortecinos trepar sobre su rostro, tocar su pecho, sus hombros, sus manos; frotar su cálida piel como para buscar la posibilidad de salvarse”. Máximo Gorki, La madre

LO ÚLTIMO: Especial por el Día de Mamá

El Día de la Madre es una celebración tan antigua como el origen de las civilizaciones, y no es para menos. En Grecia se celebraba la Festividad de Rea, origen divino de Zeus, Poseidón y Hades. Más tarde, se practicarían distintas interpretaciones como la Fiesta de la Virgen María, en la Edad Media. Sin embargo, su versión más moderna fue instituida por Julia Ward Howe en 1870, y fundamentada por Ana Jarvis. En nuestro país, al igual que en otras 50 naciones de todo el mundo, se festeja el segundo domingo de mayo. En esta edición especial queremos honrar al ser, tal vez, más amado y venerado en nuestras familias. Símbolo de ternura y admiración, nuestras madres merecen lo mejor en este día. A continuación, un corto y sentimental homenaje a nuestras mamás.

Los secretos de la dama de hierro

Sandro Bossio Suárez El primer recuerdo que tengo es verme caminando al lado de una bella mujer por la calle Real de Huancayo. Era el mediodía y avanzábamos por el centro de la pista, pues no circulaban automóviles, imagino porque era un día de desfile. Del edificio Alonso, en la esquina de Real y Loreto, caía un diluvio de papeles picados. Yo, de unos tres años, iba sofocado dentro de mi abriguito azul de filderretor, y me sentía mareado viendo caer tanto papel sobre mí.
La bella mujer que iba a mi lado y me tenía firmemente cogido de la mano resultó ser mi madre. Después de ese fascinante momento, mis recuerdos de ella se fracturan, se hacen inasibles, quizás porque la bendita trabajaba mucho y no me veía con frecuencia: era boletera de los cines y, por ello, trabajaba toda la tarde hasta las once de la noche. Desde luego, yo estaba dormido cuando ella retornaba a casa. Imagino que me encontraba acurrucado en la cama de mi abuela, mi otra madre, a donde me metía a las seis de la tarde, luego de la merienda, para que me contara historias de miedo. Al empezar la escuela (en los setentas se iniciaba a los cinco años, con un solo periodo de jardín, van mis saludos a mi maestra Elsita del Jardín número 300), perdí totalmente el contacto con mi madre: yo iba temprano a doblar papel cometa y a fabricar bolitas de plastilina, y al mediodía me recogía mi nana (también a mi prima Katia, quien, temeraria y bravucona, salía en mi defensa ante los abusivos que querían apropiarse de mi lonchera). A esa hora mi madre ya había partido a su trabajo, de manera que sólo tenía para verla los sábados y domingos por la mañana, pero no a disfrutarla porque se la pasaba lavando ropa. Trabajaba siempre. Incluso en sus días de cumpleaños (es decir, los 12 de cada febrero) iba infaliblemente a su centro de labores, y también los días de la madre, y los días del padre, y los días del hijo (en este caso mi cumpleaños), y en Navidad y en Año Nuevo, y todos los días del calendario. Cuál sería su sentido del trabajo que prefería canjear sus días libres y hasta sus vacaciones, con tal de seguir ocupada. A veces viajaba a las zonas francas y traía maletotas de ropa importada que vendía con una facilidad sorprendente. Así la recuerdo. La mujer más esforzada de todas. Nunca —y eso es fácil de corroborar— he conocido a alguien más dinámica que ella. Ahora mismo, aquejada de osteoporosis y cataratas, sigue siendo una próspera comerciante y una respetadísima tramitadora de todo tipo de gestiones. En una ocasión, decidió encaminarse al Congreso de la República para conversar con el mismísimo presidente del parlamento y, valiéndose de relaciones y artilugios, logró el objetivo ante la mirada atónita de todos. Mamá siempre se ha sentido orgullosa de su nombre, Yolanda, pero este, en verdad, es el segundo, pues en la misma medida se avergüenza del primero: Eulalia. Lo descubrí cuando era un rapazuelo y escuché a la señora que lavaba la ropa llamarla por el hipocorístico “Eulish”. Después, cuando aprendí a leer y a saquear su monedero para comprar historietas y dulces, disfruté en su cama de noches de lluvia, porque es una de las cosas que más le gusta. Mamita es una mujer enérgica, dura, estremecedoramente dura. Mi abuela decía que tenía entrañas de pedernal. No las tiene, en realidad, porque pese a que pocas veces la he visto llorar, dentro de su ropaje de dama de hierro guarda un corazón muy noble para con todos. Una vez perdió la mitad de su fortuna en reliquias por socorrer a un familiar que nunca se lo agradeció. Ha sido los pilares de la familia (realmente del clan, de la tribu, de la estirpe) Suárez Merino. Hasta hoy, increíblemente, las más serias decisiones familiares las toma ella o, al menos, se las consultan porque todos estamos convencidos de su proverbial capacidad de resolver las cosas. “Es una abeja reina”, perora mi primo Quitinito. Así como es una pésima cocinera, Yolita es una experta negociadora y una genial estratega, una indiscutible generala. Todo, absolutamente todo, lo ha resuelto en la vida con un sosiego y una valentía jamás equiparadas. Sacó adelante a sus hermanos, a quienes hizo estudiar y por quienes se deshizo de sus abrigos con tal de dotarlos de elegantes ternitos escolares, y ayudó largamente a sus cuñadas, y a mis primos a crecer. Todos, incluido yo que también era uno más del montón, pasamos por sus temidas manos a la hora de lavarnos el cabello con champú Johnsons (mi endeble cuerpecito, además, debió soportar durante sus primeros once años una lavatina semanal con piedra pómez y masajes chinos que lo dejaban adolorido y lleno de rojedades). Siempre tuvo un carácter de piedra: mis peores travesuras, escondidas detrás del niño solitario y llorón, eran castigadas con rudeza castrense: “Atención, descanso, ahora escúchame so pedazo de escuerzo” y cosas por el estilo. Siempre terminaba con un golpe en mi cuello frágil, un verdadero karatazo, y un grito soldadesco. A ella también se le atribuyen neologismos impactantes: solía llamarme por un sobrenombre acuñado por ella: “inteleburro” (es decir, un cruzado entre “inteligente” y “burro”). Ahora, claro, ha empeorado su humor, pero ha mejorado enormemente su vitalidad: corre al mercado, viaja a surtir su bonita tienda de ropa femenina, muere por sus nietas y las engríe como la buena abuela en que se ha convertido. Es increíble verla conceder a todas las reclamaciones de las pequeñas, llevarles el almuerzo, esperarlas en el colegio, soportar incluso los inocentes desplantes que en mí, por supuesto, nunca perdonó. Hay dos maneras de festejar a mamá por su día: colocar a todo volumen una guaracha de la Sonora Matancera y sentarse con ella, con una copa de vino en la mano, a preguntarle en los ocasos por los amores primaverales que asomaron a su vida cuando era una galana que deslumbraba a todos, a Genaro, a José, a Ricardo, a Guillermo…

El útero de Solo 4

HOMENAJE A NUESTRAS MAMÁS: Desde que tenemos uso de razón han estado ahí, junto a nosotros, cantando, leyendo, trabajando, creando en nuestro sentir, aquella sensibilidad por lo que sucede a nuestro alrededor, y por todo aquello que el humano hace y que está más allá de lo cotidiano. No hay intelectual, artista, ni investigador que dude que la religión, la política, el arte o la ciencia, o simplemente toda forma de expresión humana hayan sido concebidas y fraguadas en el útero materno. La mujer, por miles de años, ha mantenido vivas nuestras tradiciones e historia, a ella le debemos nuestra heredad y acervo. La mujer es como la tierra, nos engendra y nos nutre, de ella partimos y a ella volvemos. Por ello, desde “Solo 4”, queremos hacerles llegar este pequeño homenaje a nuestras mamás, a todas aquellas mujeres que llenaron nuestro ser de las más conmovedoras palpitaciones, de los sueños más anhelados, de las historias más amadas, y de este impulso imperecedero por continuar con nuestra misión, y seguir difundiendo y desarrollando la cultura en nuestra región. Ellas son las madres que hacen posible la existencia de este suplemento: Sergia Cerrón, madre de Josué Sánchez Cerrón (artista plástico y columnista de “Desde el atelier”). De sus manos nació el lienzo, Josué solo le añadió el color.
Isabel Córdova Rosas, colaboradora usual y nuestra novelista más prolija y reconocida en Perú y en el extranjero. Es la autora en el corazón de todos los niños.
Yolanda Suárez, madre del escritor Sandro Bossio Suárez (columnista y co fundador de “Solo 4”). A ella le debemos las innumerables páginas y el verbo inagotable de “El buen salvaje”.
Genoveva Valdez, madre de Jorge Jaime Valdez(crítico de cine y columnista de “Un mundo perfecto”). Dotó a su hijo de una inquietante habilidad para leer imágenes.
Diana Casas Rivera, gestora cultural y articulista usual de este suplemento. Bajo su tutela muchos aprendimos que se puede dedicar lo mejor que tenemos a la cultura.
Olga Revollar, madre de Juan Carlos Suárez Revollar (crítico literario y columnista de “Deslecturas”). Es difícil hallar a editor más meticuloso y perfeccionista, esa habilidad solo se pudo engendrar en un lugar.
Jacinta Mesías, madre de Leonardo Mendoza Mesías (investigador antropológico y colaborador fugaz). En su vientre le prodigó de tal paciencia y habilidad que su hijo hoy es capaz de apoyarnos aun en la más pronta urgencia.
Vilma Rojas, madre de Luis Puente de la Vega Rojas (Editor de “Solo 4”). No conozco mujer más bella e inagotable, tenaz y trabajadora, capaz de educar hasta con las piedras. Gracias mamá, por ti es que le encontré sentido a tanto esfuerzo (si por mí fuera, te dedicaría todo este especial completo).

IMPRESCINDIBLES / MÚSICA / MAMÁS:

Like A Prayer Madonna
Junto con su disco debut homónimo, lo mejor de Madonna es “Like A Prayer”, el intento más explícito de esta diva por entregarnos arte serio. La variedad de estilos hacen de esta obra maestra un caleidoscopio musical que deslumbra hasta hoy. El añejo funk de “Express Yourself”, y la inolvidable “Like A Prayer” muestran su enorme talento compositivo y ejecutor, haciendo de éste su álbum más perdurable y consistente. Sin duda, la mamá más conocida del mundo musical. --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Bueninvento Julieta Venegas
Antes de ser el “boom” latino que ahora es, y mucho antes de ser mamá, Julieta Venegas nos regaló un tremendo disco en el 2000: “Bueninvento”. Parece que Julieta sonaba mucho mejor cuando no vendía millones. Compuesto totalmente por Venegas con la excepción del personalísimo “cover” de Juan Gabriel del tema “Siempre en mi mente”. Un álbum de gran belleza e intensidad, donde es grato escucharla una y mil veces. 54 minutos de mucho del mejor rock en español. --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Canciones para mamá Varios
Si están podridos de Leo Dan y su eterna cancioncita, y si mamá tiene su corazoncito rockero, éstas son algunas sugerencias para mañana: “Mama Can’t Buy You Love” (Elton John), “Your Mother Should Know” (The Beatles), “Tell Mama” (Etta James), “Mama” (Genesis); “Mama’s Pearl” (Jackson Five), “Mother Freedom” (Bread). Y para las que la aguantan todo, como la mía, está Eminem y su “Cleaning Out My Closet”; o para las que ya no están, que mejor que la melancolía de “Julia” de Lennon.

La madre en la literatura

Isabel Córdova Rosas
Desde tiempos ancestrales, la madre ha sido el símbolo maravilloso del amor y de la historia de la humanidad, además de ser una figura importantísima desde el punto de vista biológico y cultural que ha sabido enaltecer a pueblos, países y naciones. En nuestra patria, el rol de la madre, considerada el centro matriz, aparece junto a la historia de las civilizaciones con la Pachamama, en el Imperio de los Incas. La literatura ha tenido en cuenta su trascendental presencia dentro de sus creaciones, y ha sido evocada con más frecuencia en la poesía que en cualquier otro género literario. Poetas que han exaltado con sus profundos y bellos versos la imagen materna son César Vallejo, Abraham Valdelomar, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Miguel Hernández, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Heinrich Neuman y otros importantes vates. En narrativa, tenemos a geniales escritores que han tomado este incomparable tema como fuente de su creación, entre ellos Gabriel García Márquez en su obra “Los funerales de la mamá grande”, el viaje en tren de una madre y una niña de doce años para visitar la tumba de su hijo que en el camino observa, con sufrimiento, las desigualdades sociales que hay entre personas y pueblos. En “Cien años de soledad”, Úrsula es la matriarca de su familia, que vive más de cien años cuidando de los suyos. En “La casa de los espíritus” de Isabel Allende, Clara Trueba es la mujer que mantiene a su familia con amor y con sus predicciones. En la literatura rusa se encuentra uno de los clásicos de la literatura universal: “La madre” de Máximo Gorki. Ella es una campesina, quién con mucho coraje va a luchar contra los zaristas por sus hijos. Sin embargo, el tema de la madre que se aborda en la literatura, todavía es insuficiente, sobre todo, en la narrativa y en el teatro. Pero también, las matriarcas han sido la piedra angular para guiar a sus hijos en este difícil, y a la vez maravilloso camino de la literatura. Permítanme rendir un homenaje a una mujer extraordinaria: mi madre y en ella, a todas las madres del Perú y del mundo. A ella le debo mi amor por las letras. Ella, que desde muy pequeña, me trasladó a mundos imaginarios con los relatos que me contaba y luego, con las aventuras de los libros que me leía, con ese sabor que sólo una mamá y una maestra puede encandilar. Me llevó de la mano a la obra de Arguedas, de Luisa Alcott, Dickens, Julio Verne y a la poesía de Vallejo, Neruda y Alberti. Me hizo amar, mucho más, a mi tierra Wanka, a su gente, su paisaje, nuestra incomparable música folclórica, a su cielo azul intenso y brillante. Con su bondad, sensibilidad y ternura aprendí lo que significa la palabra amor. Con su ejemplo me enseñó a ser solidaria y a compartir. A ella le debemos, mis hermanas y yo, su íntegro apoyo, que a mí me valió para estudiar mis profesiones en la Universidad Nacional del Centro y para cruzar el charco, junto con mis hijos, y lograr mis doctorados en Madrid, para ampliar mis conocimientos y publicar más de 25 novelas para el lector más importante del mundo: los niños y jóvenes, además de una para adultos. Gracias madre linda por tu entrega, ternura y apoyo, y por cada minuto de felicidad que me diste en la vida. Un abrazo, de todo corazón, en este “Día de la Madre”, a todas las mamitas de nuestra querida Incontratable.

MICROCUENTO:

Las desconocidas de siempre Marcela Robles
Lo de siempre. Me enamoro del Hombre Equivocado. El Hombre Equivocado mira hacia otra parte mientras yo lo contemplo. Pienso que no soy digna de amor mientras mi hermana me pregunta, cuando le cuento mis angustias: “¿Por qué siempre una talla menos?”.

PERFUME DE MUJER

Rosario Tijeras Jorge Franco
Había dejado la puerta abierta y cuando entré la encontré mirando la lluvia, desnuda desde la cintura para arriba, sólo con sus bluyines y descalza. Al sentirme se volteó hacia mí y me miraron sus senos, sus pezones morenos electrizados por el frío. No la conocía así, tal vez parecida en la imaginación de mi sexo solo, pero así, tan cerca y tan desnuda...

En tu día, madre querida

Leonardo Mendoza Mesías
En los andes peruanos, la madre tiene un nombre: “Pachamama” o “madre tierra”. Ella es la generadora de la vida en plantas, animales y, por supuesto, en la humanidad. Es por ello que el poblador andino le manifiesta, con respeto y veneración, su cariño mediante “pagapus” y ofrendas. Sin embargo, esto no lo hace solamente para ésta, sino también para quienes la acompañan y resguardan, es decir, las “paqarinas” y “apus”, pero también a quien la consuela y limpia: al “wayra” (viento). Todos ellos son elementos de la naturaleza que en la cosmovisión andina asumen la identidad de deidades tutelares. En los andes, la tierra es símbolo de maternidad, porque es fuente y proveedora de vida, y se encarna en su versión humana como mujer. Ambas, mujer y tierra, desde el principio de los tiempos, son entes femeninos, cumplidoras exitosas y nobles de la más alta labor que les encomendó la naturaleza: ser madres. Son fecundas y dadoras de vida, un enorme poder que de por sí genera una gigantesca responsabilidad, pues de sus entrañas emerge el fruto y el futuro humano. Mujer, así como la tierra, eres semilla, siembra y cosecha, alegría y paz, regocijo, inspiración, fortaleza, lucha, cambio, pero sobre todo eres amor. Jamás olvides que fuiste concebida con la virtud de poder engendrar, eres fuente de riqueza, forjadora de las más férreas voluntades, energía divina hecha elemento vital que desde tus entrañas nace la más grandiosa y descomunal fuerza: la vida. A ti, madre andina que aprendiste de la “Pachamama” a ser noble, que diariamente recorres cumbres nevadas, inmensos valles y hermosas pampas, “puchcando” tu lana, pasteando tus ovejas, vendiendo tus productos, compartiendo tu experiencia, tramando tus tejidos, preparando los alimentos, amamantando a tus hijos, acompañando a tu pareja; a ti que bajo el sol o la lluvia caminas en silencio, día a día, estos inmensos y hermosos lares, descalza, a veces cansada o mustia por la incomprensión de la vida, pero llena de alegría por estar cumpliendo tu destino: ser fecunda. A ti mamá, que no sabes de cansancios, ni de malestares o ingratitudes, y que únicamente piensas en seguir luchando, aun cuando no seas correspondida, que sacas adelante a tus hijos, a ti madre querida. Seas joven o anciana, blanca o morena, cual sea tu nombre: Jacinta, Julia, Ernestina, Timotea, Isabel, Ruth, Vilma o Carmen; desde esta tribuna, y a nombre de todos los que colaboramos para “Solo 4”, una hermosa rosa roja como muestra del inconmensurable cariño de todos aquellos buenos hijos que te celebran. ¡Feliz día madre querida!