sábado, 14 de mayo de 2011

Solo 4 “365” del 14 de mayo de 2011

LA CITA

“Para vosotros, que también amáis al principito, como para mí, nada en el universo sigue siendo igual si en alguna parte, no se sabe dónde, un cordero que no conocemos ha comido, sí o no, a una rosa…”.

Antoine de Saint-Exupéry — El principito

LO ÚLTIMO

Después de doce años, se inaugura el Teatro Municipal de Lima.

Como sabemos, el Teatro Municipal de Lima, fue apertura en 1920, pero después de casi 80 años, fue consumido por las llamas en un voraz incendio. Sin embargo, luego de un arduo trabajo de reconstrucción, recuperación y curaduría, de más de una década, será inaugurado este 16 de mayo con la participación del tenor Juan Diego Flórez, quien encarnará al Conde de Almaviva en la ópera de Rossini, “El barbero de Sevilla. Una vez concluido, en el mes de abril, el Teatro Municipal fue entregado a la administración edil de Lima, que lo pondrá en funcionamiento con todos los cuidados necesarios para un monumento de esta magnitud. Además de una mecánica teatral versátil y equipos con tecnología de punta, el reconstruido teatro cuenta con amplias salas de ensayo, camerinos, espacio para nuevas oficinas, cafetería, etc.

Antonio Cisneros, el oso hormiguero

Luis Puente de la Vega Rojas

Antonio Cisneros es, sin lugar a dudas, uno de los mayores exponentes de la poesía peruana, quien ha logrado un reconocimiento indiscutible al que muchos anhelan llegar. En la siguiente entrevista, lo descubriremos en sus distintas facetas: poeta, crítico, viajero, y escritor. Este es un encuentro con actual presidente del jurado del II Concurso de Poesía FELIZH 2011, y el significado de la poesía en su vida.

¿Cómo inicia, Antonio Cisneros, su carrera como poeta?
Yo nunca me he dado cuenta de cuando empecé, porque cuando era niño ya lo hacía. Cuando empecé a escribir, ya pretendía hacer versos en la escuela, a las flores, no sé, a los caballos, al día del maestro, al día de Miguel Grau, al día de la madre, en fin, me la he pasado escribiendo. Nunca me he dado cuenta de cuando empecé. Ahora, la primera vez que escribes en serie es cuando te confrontas con la gente, cuando publicas, y ya no hay marcha atrás.

¿Quiénes eran o son sus principales referentes?
La verdad son muchos. A todos los que he leído, seguro con algún interés, me han tenido que influenciar. Si pensamos en literatura universal, digamos que me ha interesado el Siglo de Oro español, fundamentalmente de Juan De la Cruz ,o Góngora y Quevedo, como grandes maravillas; pero también te puedo decir sobre los poetas chinos de la dinastía Pan, del siglo XII, como Li Po, Wang Wei, de quienes sus versos son maravillosos, como te hablaría de los poetas, anglosajones, ingleses, americanos del siglo XX, de Elliot, Lowell, Ollson, y más, que son gente tan importante como los griegos del siglo XX, concretamente Kabasis y Cepheris, quienes son fundamentales para mí. En realidad, no hay ninguno en particular, pero todo aquel a quien yo haya leído con amor, en algún momento, ha sido fundamental para mi obra.

Todo artista tiene compañeros de crecimiento y aprendizaje. ¿Quiénes lo han acompañado durante su desarrollo, o hay algún colectivo al que haya pertenecido en algún momento?
No. Eso de colectivos, no voy a nombrar a los colectivos que existen, pero eso es un equipo de fútbol, en realidad. Naces y mueres solo, yo lo dije, nadie nace ni muere por ti. Eso de agruparse no funciona así, ahí hay un gran poeta, hay un muchacho que no sabe escribir, o uno que trata de hacerlo. Y no por uno podemos decir, tal grupo es así o asá. Hay grandes poetas, unos mediocres, y otros pésimos. Yo nunca he formado parte de un colectivo, pero sí he tenido grandes maestros, generosos, cariñosos, como Washington Delgado, Javier Sologuren, realmente maestros que me han prestado libros o que han conversado conmigo. Después, en mi grupo, pero que nunca hemos sido un equipo, ni nada por el estilo, éramos Javier Heraud, Luis Hernández, César Calvo, y más, muy buenas personas.

¿Por lo que usted me dice, percibo que usted es un contra Hora Zero? ¿Es cierto eso?
No. Para mí Hora Zero no existe. Verástegui es un gran poeta, Coco Pimentel es un estupendo poeta. Yo no estoy contra Hora Zero, estoy contra hacer equipos de fútbol. Es muy sencillo, yo no creo en los clubes literarios o poéticos que tienen un manifiesto y se ponen un nombre. Pero sí creo en los individuos; hay poetas estupendos y hay otros muy malos. Yo estoy contra la idea de creer que la gente puede armar un equipo de fútbol, y que puede esconderse uno atrás del otro. Cada uno es un individuo y punto.

Bueno, cambiando totalmente de tema, hay muchos cronistas, conocidos suyos, que afirman su miedo a los animales.
No es nada como para meterte en un manicomio, pero es cierto, tengo una cierta fobia a los animales domésticos. Sin embargo, no voy a creer que un perrito me va a hacer algo, pero no me gusta. Yo tengo un caso muy claro. Por ejemplo, a mi gran amigo Ricardo Uceda, periodista chiclayano, en un momento dado, dejé de frecuentarlo porque tenía unos perrazos horribles. Le di a elegir entre ellos o yo, y bueno, ganaron los perros. (Risas)

Usted ha pasado mucho tiempo en el extranjero, es así que el mundo se convierte en una gran fuente de inspiración, ¿Es así?
Mira, no lo sé. Gran parte de mi obra, tanto en prosa como en poesía, tiene que ver con el viaje. Tengo muchas crónicas de viaje, y bueno en poesía, los libros siempre son un viaje. En las crónicas, es un viaje más o menos objetivo, y en poesía es el viaje es interior.

Usted tiene muchos libros, y en varios de estos usted se define como un “buen salvaje”, ¿A qué se debe esto?
Sí pues, es que mira: la mayoría de mis libros están ambientados en Europa, y en la mayor parte que los europeos nos definen a nosotros, durante el siglo XVI o XVII, es como el buen salvaje, a quien descubren en América, y en mis libros a su vez, el buen salvaje descubre al europeo.

El mundo ha sido, entonces, una pieza importante para su obra, y ¿Qué es Lima?
Lima es mi ciudad de toda la vida, a veces la veo maravillosa, como una hembra bellísima, inalcanzable; a veces, o con demasiada frecuencia, la veo como a un hijito feo y tarado, pero ¿Qué puedo hacer?, lo quiero igual porque es mi hijito. Yo soy un hombre urbano, me siento cómodo acá, hay una relación de amor y odio, no es que todo sea perfecto, pero es mi hogar.

Usted ha viajado mucho por el mundo, ¿Y por el Perú? ¿Conoce Huancayo? ¿La ha visitado?
He viajado bastante, y conozco casi todo el Perú, y en el Valle del Mantaro he estado varias veces. La primera vez, viaje con mi grupo de amigos, incluyendo a Raúl Vargas Vega de RPP, quien había “secuestrado” a una novia suya, llevándosela a Muquiyauyo. Luego fui a Concepción, Ingenio, Santa Rosa de Ocopa, Jauja, etc., y en “La Incontrastable” he estado como seis veces. Te mentiría si te digo que es bonita, pero el Valle del Mantaro sí es precioso.

Durante un recital le preguntaron si usted se metería en política, y a esto contestó que no, que usted es un hombre decente.
Claro, osea, como profesional de la política, jamás. Pero de la política, en sí, hay que estar al tanto, pues si tú no manejas a la política, la política te maneja a ti igual ¿no?

Durante la FELIZH 2011, usted va a presidir el jurado del concurso de poesía, y a esto viene mi última pregunta, ¿Ser poeta hoy o ayer es distinto? O acaso, ¿la poesía sobrepasa el tiempo?
No sabría decirte, pero creo que ser poeta ayer, hoy o mañana, es lo mismo. Es buscar las palabras para describir las cosas, de manera distinta, cada vez. El poeta ha sido el mismo en el siglo XIV, XVII o XX, y lo será, probablemente, en el XXII.

La insoportable levedad del ser

Ana Vásquez Valenzuela

“Muss es sein?” —¿Tiene que ser?— es la última frase del último cuarteto de una canción de Beethoven que Tomás evocó antes de partir en busca de Teresa para entregarle su vida, interrogándose si la decisión que tomaría sería la correcta; y esto es lo mismo que me pregunto desde hace más de ocho años, cuando descubrí que la levedad y el peso eran polos contradictorios y, a la vez, necesarios para llegar de uno hacia el otro, y encontrar así, la tan ansiada libertad.
Me sentí envuelta en esta complicada historia desde el título, que llamó mi atención en cuanto mi maestra de Literatura me regaló la dicha de entrar en él, por la armonía de las palabras al ser conjugadas y unidas para formar la frase que me marcaría para toda la vida: “La insoportable levedad del ser”, y revelarme desde ese instante, el extraordinario enlace de un sinfín de emociones y contradicciones de delirio, mentiras y amor.
Descubrí también que cada uno de los personajes revelaban facetas mías, convirtiéndome de vez en cuando en Sabina, la pintora excéntrica, que junto a su sombrero hongo negro, iba en busca de la levedad. Otras en Franz, el amante apasionado, entregado y cursi, que solo esperaba una petición para entregar su vida al amor. Algunas en Tomás, quien era capaz de amar a una mujer y no dejar de entregarse a otras. Una que otra en la terrible Marie Claude, a quien su simpleza y personalidad insidiosa volvió detestable; irremediablemente, en Teresa, tan débil y agobiante por su pasado y sus miedos, y hasta una vez en la dulce y perceptiva Karenin. Facetas que me mostraron modos de aprovechar las casualidades de la vida, el temor de una decisión y la comprensión de nuestros sueños, que en ocasiones se vuelven persistentes y en otras perturbadoras.
Este libro me enseñó a liberarme del tan temido y ansiado peso, que en muchas ocasiones se convierte en levedad, que nos atormenta en cada camino a elegir, pues como bien indica Kundera, nuestra vida nisiquiera es un boceto, un borrador de lo que vendrá: es simplemente la vida misma y no existen vidas paralelas, para ser capaces de comparar o comprender si es que el camino a seguir es el correcto o el menos certero.
Por Kundera, conocí el vértigo, una nueva cara del amor, las casualidades y lo peligrosas que pueden resultar las metáforas, que me convirtieron en una nueva persona, capaz de calmar el peso, conjurar ese mágico vértigo y gozar de la dulce y ansiada levedad. “Es konnte auch anders sein? o muss es sein?” —¿Podía haber sido de otro modo? o ¿tiene que ser así?

P.N.P.

Rony Vásquez

Veinticinco años de divorcio después, el señor Alejandro López Gomara, policía de profesión, se prepara para celebrar su segundo matrimonio:

—Y, ahora. ¿Qué hago?— se pregunta frente al espejo.
—Detener autos— responde su imagen desde el espejo.

Desde el atelier

El David de Miguel Ángel

Josué Sánchez

Cien años había esperado el inmenso bloque de piedra la llegada de Miguel Ángel. El escultor Agostino da Duccio había intentado esculpir la figura de un profeta en el duro mármol de Carrara y sólo había conseguido deformarlo. Por su gran dimensión y peso, otros escultores, habían rehusado trabajarlo. Y ahora estaba allí, al costado de la Catedral, mancillado por generaciones de niños, que traviesos se trepaban sobre él.

A los 26 años de edad, Miguel Ángel regresaba a Florencia procedente de Roma aureolado por el prestigio que le daban sus recientes esculturas de “La Pietá”, el “Cupido” y el “Baco”. La población florentina lo había recibido entusiasmada. El “Gonfalonieri Soderini” y el gremio de comerciantes de lana no dudaron en plantearle el reto de tallar una escultura allí donde los otros escultores habían fracasado.

Miguel Ángel, que conocía muy bien el bloque de mármol porque en su niñez también había jugado sobre él y ya escultor había pensado muchas veces en la magnífica escultura que podría trabajar con su cincel en esa inmensa mole, aceptó el encargo. Pero “el gigante” -como lo llamaban los florentinos- sería un “David” y no un profeta, fue su condición. Un David vencedor, fuerte y potente, con la libertad de un dios griego y el desafiante valor de un siervo de Dios. Protegido por un cobertizo de madera de la mirada de los curiosos, en el mismo lugar donde había permanecido un siglo, el David empezó a trabajarse el lunes 13 de setiembre de 1502.

La obra duró dos años. La expectativa era grande, ya Leonardo, su eterno enemigo, había hecho comentarios despectivos sobre la “minúscula” capacidad de Miguel Ángel frente al poder del gigante, y los miembros del gremio de lanas empezaban a impacientarse, cuando apremiado por éstos, Miguel Ángel los recibió con desgano en su improvisado taller. La noticia corrió de boca en boca, no sólo no había fracasado, sino que la obra que estaba surgiendo de la piedra era sencillamente grandiosa. “Trabajo de picapedreros y no de artistas”, clamó Leonardo, pero cuando el 8 de setiembre de 1504, Miguel Ángel entregó la obra terminada y el “David” fue colocado al lado derecho de la entrada al Palazzo Vecchio en la Plaza de la Signoria, todo Florencia quedó deslumbrada por su majestuosidad y extremada belleza. De 5.16 metros de altura y 5.5 toneladas de peso, el “David” se alzaba imponente, como retando al mundo, con la fuerza estremecedora del alma brotando del ceño fruncido y la penetrante mirada sobre el bellísimo perfil griego.

En esa plaza permaneció más de tres siglos. En 1527, el brazo izquierdo se rompió a consecuencia de un motín. Fue restaurado en 1543 y ahí siguió, hasta que en 1873 fue trasladado a la Academia de Bellas Artes, donde permanece hasta hoy.

Gustavo Cerati, amor sin rodeos

Diana Panez García

Vayamos por un amor amarillo, pues si te llevo es para que me lleves a dar un paseo inmoral de noches de longevidad ¿Parecen cosas imposibles? Hoy ya no soy yo. Te extraño (no solo) en las tardes, quizás es amor. Empecé a buscarte en la rima que duerme, distante placer.
Cuando lo escucho siento, esa sencillez “beatle” y acorde preciso, tiene el poder de trasladar al mundo: Do Re Mi donde siempre quiero estar. Yo conocí a Cerati un día que se atrevió a cantarme al oído “prófugos” a través de un radiotransmisor. Ahora, estoy segura de poseer una canción para cada situación. Los lunes son horribles y los intento mejor con un “paseo inmoral”. En martes tengo la predisposición de que todo irá mejor y quiero hacer “cosas imposibles”. Los miércoles sigo adelante “tracción a sangre”, tras una melodía. El jueves es “una bomba de tiempo” en espera a un viernes en los que “amo dejarte así” hacia un sábado por la noche “puente” del domingo siguiente.
La espera agota a muchos de los fans, en un lento degradé ascendente de ansiedad, necesidad y admiración. A un año de la descompensación que sufrió en Caracas, Gustavo Adrián Cerati Clark, no deja de ser el genio que probó e innovo en géneros musicales, desde el “Amor amarillo”, hasta “Fuerza natural”. Gracias por el talento compartido.

PERFUME DE MUJER

Sí, dice ella, una mujer a la que un hombre ha poseído, dice que no sabe ya lo que se dice, asegura que nunca ha disfrutado así, dice que flota en una barca, no sabe hasta dónde va a flotar, su cuerpo ya no le pertenece. Se mece en la superficie del mar de un color negro de laca, ella y tú, no, ella sola, no tiene en absoluto miedo, sólo se siente vacía, quiere morirse, la muerte también la seduce, tiene ganas de caer en el mar para que las negras olas la traguen, te necesita, así como el calor de tu cuerpo, tu presión sobre ella, es una especie de consuelo, te pregunta si lo sabes. ¡Lo necesita de verdad!

Homenaje a la memoria de dos grandes

Vargas Vicuña en los recuerdos de Zavaleta

Elías Astete Huamán

A poco tiempo de su deceso, recordamos a Carlos Eduardo Zavaleta, uno de los más grandes escritores de nuestro país, durante una de sus visitas a la ciudad que lo albergó por varios años, y donde recordó a otro grande: Eleodoro Vargas Vicuña, un rostro más que nos dejó en abril.

Fueron los primeros días de enero del año 2004 que el escritor Carlos Eduardo Zavaleta estuvo en Tarma. Había venido por invitación del pintor muruhuayino Gustavo Puente Avellaneda, por entonces presidente de la Casa de la Cultura de Acobamba. La invitación se debió a que un año antes, el 2003, Zavaleta y Oswaldo Reynoso habían celebrado los 50 años de la publicación de “Nahuín”, el libro de cuentos de Eleodoro Vargas Vicuña, amigo entrañable de ambos. El homenaje se desarrolló en la Casona de San Marcos, incluyendo la presentación de la edición facsimilar del libro de Vargas Vicuña, todos ellos representantes de la Generación del 50. (Nahuín fue publicado el 5 de diciembre de 1953).
Su visita tenía como objetivo primordial cotejar sus recuerdos, porque Zavaleta cursó parte de sus estudios secundarios en el colegio Mariscal Castilla de Tarma, hasta 1941, año en que partió a Lima. Carlos Eduardo Zavaleta estaba escribiendo una novela ambientada en Tarma, y necesitaba revisitar los lugares donde pasó su pubertad. Aprovechó su estadía para conocer la tumba de Eleodoro, ubicada en Acobamba, la hacienda “La Florida” (descrita en el cuento Silvio en el Rosedal de Julio Ramón Ribeyro) y la Casa-Hacienda “Santa María”, especialmente sus capillas. Buscaba un lugar donde debía de recrearse la celebración de la boda de los personajes de su novela. Años más tarde, publicó el libro “Con boleto de vuelta”, un homenaje a su adorada tarmeña, Marujita Aza, su amor frustrado.
Nos deleitó con una brillante conferencia sobre Eleodoro Vargas Vicuña, fallecido el 11 de abril de 1997. Refirió que “Eleodoro era aquel hombre de figura estatuaria que llegaba a las reuniones más importantes cuando todo había comenzado. Saludaba silenciosamente y luego abandonaba la sala en el pico de la emoción”. En aquella oportunidad, el autor de “Vestido de Luto”, afirmó que “Tata Mayo es el nombre de un río, ahí convergen todos los hombres”.
En la opinión de Zavaleta, en los cuentos de Vargas Vicuña se aprecia un insistente “diálogo de las palabras con el silencio” porque la gran preocupación de Eleodoro, al escribir, eran las “esencias”. Agregó, también, que la “prosa es selectiva, es poética, telegráfica, breve y sucinta. Eleodoro sabía muy bien cómo empezar y cómo terminar sus cuentos. Manejaba los misterios del lenguaje y muchas ambigüedades”, sostenía el recientemente fallecido Carlos Eduardo Zavaleta, otro escritor que nos dejó en abril y de quien su obra estará siempre presente en nuestra memoria.

domingo, 8 de mayo de 2011

Solo 4 “364” del 07 de mayo de 2011

LA CITA

“Una tarde, por fin, la vi por la calle. Caminaba por la otra vereda, en forma resuelta, como quien tiene que llegar a un lugar definido a una hora definida”.
Ernesto Sábato, El túnel

Sin Sábato, el mundo se va quedando más ciego

El último sábado, 30 de abril, desapareció uno de los más grandes escritores de nuestra lengua, Ernesto Sábato, quien nos deleitó hasta la ceguera con libros como “El túnel”, “Sobre héroes y tumbas” o “Abbadón el exterminador”, y un inconmensurable trabajo por la justicia y los derechos humanos.
Sábato nació en Rojas, Argentina, el 24 de junio de 1911. Se doctoró en Física, y ganó una beca para investigar la radiación atómica en París, pero esto no lo satisfacía, pues consideraba que era un “refugio en medio de la tormenta”. Así, abandona la física e ingresa a la literatura para inmortalizarse, y dejarnos un legado enorme de fascinación. Su muerte no detendrá las celebraciones por su centenario, que pronto también estarán presentes en Solo 4.

Madre

Un homenaje a mamá y a todas sus acepciones
Sandro Bossio Suárez

La primera palabra que aprendemos a pronunciar es “mamá”. “Mama” (sin tilde) es otro vocablo infantil con que solemos llamar a nuestras madres. Curiosamente, nace del misma locución que significa “teta” y que, a decir verdad, es nuestro primero manjar. Yo, por ejemplo, solía llamar “mamalinda” a mi abuela, pese a que no me dio de lactar.
Cuando vamos creciendo, cambiamos estas dulces palabras por “mamá” y “mami”, que nos acompañan toda la vida. Adolescentes ya, y algo temerarios, usamos la síncopa “ma” para referirnos a ellas. Algunas se enojan, pero, por su gran amor por los hijos, generalmente sonríen y se levantan de hombros.
Más creciditos, los varones, que moriremos con el complejo de Edipo, admiramos la belleza femenina (sobre todo la que más abundancia inviste), asemejándola a la de nuestras madres: “hola, mamacita” o, mejor, “hola, mamacita rica”. Hay otras derivaciones: “muévete más, mami”, “agítate, mamita”, “mamota, estás súper buena”. En Colombia he escuchado decir “mamaíta” con la misma connotación.
A nuestras santas ancianas, para homenajearlas y reconocerlas como nuestras ascendientes, también las llamamos genéricamente “mamitas” o, más bello aún, “mamachas”.
Nuestras mamás no sólo están en la cocina (hace poco se patentó un plato peruano llamado “Pasta a la mamacita”, que se prepara con ostión, sillao y orégano), sino también en el buen beber: en Alemania probé un ponche delicioso, hecho sobre la base de vino moscato, huevo y canela, llamado “Leche de madre”. También se le llama “madre” a los residuos del mosto (en la vinicultura) que se sienta en el fondo de la cuba.
Pero nuestra madre no sólo forma parte de nuestra niñez, ni de nuestros sueños más privados, sino también del universo de los agravios. Cuando, de chicos, nos enojamos con ella, la llamamos “madre” a secas. Y cuando debemos agredir a nuestros enemigos, nada nos resulta más ofensivo que acordarnos de sus progenitoras: hijo de mala madre, hijo de tu madre, y hasta referirnos a los santos genitales de ellas para herir al contendiente.
La madre política es la suegra (Roberto Gómez Bolaños dice que la “política” siempre lo malogra todo).
A las monjas (religiosas, freilas, preladas o profesas) también las llamamos madres, aunque hasta ahora no sé por qué. Nuestras amas y nodrizas que nos han criado son nuestras madres de leche.
En la religión, la madre de todos los hombres es la Virgen María (seguramente más la de Guadalupe, mi favorita, o la de Fátima, realmente bella), y en la biología la madre de la humanidad es la “Eva mitocondrial” (el ancestro materno de todos los humanos vivos que data de hace unos doscientos mil años). En química, las “aguas madres” son las que quedan tras la cristalización de una solución salina. La célula madre es la que se reproduce dando lugar a dos o más células hijas.
Madre es también un clavo de olor que ha estado en el árbol dos años (madreclavo). “Madre de niños” es una enfermedad semejante a la alferecía o a la gota coral.
A toda madre (y, aquí, de “puta madre”) significa a todo dar. Darle a alguien en la madre significa golpearlo y estar hasta la madre, encontrarse harto. En nuestras expresiones vulgares, sacar la madre y mentar la madre expresan formas de injuriar gravemente a nuestras madrecitas. Desmadrarse significa conducirse sin respeto ni medida. Salirse de madre quiere decir rebasar un cauce y ser la madre del cordero indica el inicio de un suceso. Lengua madre es aquella de la que se han se han derivado otras. El “paso de la madre” en hípica, se refiere al aire más cómodo que el trote, que adoptan las caballerías.
Mi abuela, que en el fondo también es mi madre, solía referirse al modo secreto de hacer algo con un término que jamás he olvidado: “hagamos esto como los polvos de la madre Celestina”.

Sin Sábato, el mundo se va quedando más ciego

El escritor peruano Fernando Iwasaki Cauti, afincado en Sevilla, conoció a Ernesto Sábato en 2002. En su último libro, "Arte de introducir", recientemente publicado, dedica un capítulo al escritor argentino a quien recibió en Sevilla y visitó en Argentina (Santos Lugares) hace poco. Este es su breve homenaje especial para Solo 4.

Fernando Iwasaki


A Ernesto Sábato le faltaba poco más de un mes para cumplir 100 años, pero la memoria de su obra ética, civil y literaria seguirá en pie durante siglos, como los pinos de Santos Lugares. Para los latinoamericanos de mi edad, Sábato no sólo era el autor de novelas memorables como “El Túnel”, “Sobre Héroes y Tumbas” y “Abbadón el exterminador”, sino especialmente el intelectual que recibió la misión de investigar los crímenes de las dictaduras militares argentinas, en virtud de su rectitud, su decencia y su lucidez. Jamás me interesó medir la valía de Sábato con la de Borges u otros grandes autores argentinos como Julio Cortázar o Adolfo Bioy Casares, pues me siento en deuda con todos ellos y nunca he creído en la ingenuidad de esas comparaciones.
Me considero un privilegiado porque en 2002 fui anfitrión de Sábato en Sevilla y, desde entonces, me honró con una amistad que disfruté en Rosario y en Santos Lugares.
A Sábato le hacía mucha gracia saber que en el colegio había estudiado la asignatura de Física con un manual suyo y que, siendo peruano, fuera 'leproso' -es decir, hincha de Ñuls-, porque Sábato era fan de Rosario Central y, por lo tanto, 'canalla'.
Finalmente, la muerte no impedirá que sus lectores celebremos su centenario como teníamos previsto y estoy seguro que Elvira (González Fraga) mantendrá siempre viva la memoria de Sábato a través de su fundación.

Microcuento

El náufrago
Alberto Benza González

El náufrago se aferró a un pedazo de balsa, las olas lo iban acercando a la isla, pero de pronto un tiburón fue a su encuentro. En tierra firme aparecieron unos aborígenes que lo ayudaron a escapar de aquel final horrendo, lo subieron a una especie de camilla y lo llevaron a la tribu donde el individuo despertó en medio de una mesa para ser devorado por los caníbales.

El folklore que yo vi

Luis Cárdenas Raschio

El distrito de Chilca está ubicado al lado sur de la provincia de Huancayo y fue creado por Ley N° 12829, el 2 de mayo de 1957. Curiosamente el verdadero nombre debió ser “Distrito de Azapampa”, ya que Chilca era un barrio que se iniciaba en la calle Huánuco y se extendía hasta donde estuvo la capilla con el mismo nombre, pero la comisión que gestionaba la creación del distrito, no conocía la historia del barrio de Azapampa, y optaron por ponerle Chilca, siendo su primer alcalde Pablo Guguich. Terminada su gestión el 31 de diciembre del mismo año, se realizó un cabildo abierto el 1 de enero de 1958 en el terreno del actual mercadillo. El prefecto de Huancayo, después de dar un pequeño discurso, llamó a las personas que deseaban ser alcaldes del nuevo distrito. Se propuso a cuatro personas quienes se pusieron delante del prefecto que, a su vez, ordenó a los asistentes ponerse detrás del candidato de su preferencia. Muchos de nosotros nos pusimos a espaldas de don Ismael Peña de la Peña, de igual forma hicieron los demás con los otros candidatos. El prefecto realizó el conteo respectivo por cada fila, y dio el triunfo a nuestro candidato, convirtiéndose así en el primer alcalde elegido en cabildo abierto; posteriormente, éste nombró a sus concejales. Recuerdo a Alfredo Marino, Tito Orellana, al Padre Cuadros, al profesor Julio Ráez, al Sr. Vega Castro, y a Víctor Mendoza, con quienes yo también fui nominado.
Nuestra primera inquietud fue tener un local como sede del Municipio, y provisionalmente se alquiló un lugar en la segunda cuadra de la calle Real. Se consiguió un terreno, ubicado en una arteria que ya no se usaba por la reciente apertura de la avenida Huancavelica. Inmediatamente empezamos la construcción del Palacio Municipal, sin dinero, ni presupuesto. Se realizaron tómbolas y kermeses con la colaboración de todos los vecinos. Todo el pueblo colaboró y así pudimos terminar el recinto, y sin que al estado le cueste un centavo. Además, es importante mencionar que el alcalde y los concejales no ganaban sueldo, toda labor y esfuerzo era “ad honorem”. Cuando ya estuvo terminada la construcción, celebramos el safacasa con tres padrinos y una gran kermes. Más tarde, terminado todo esto, y hace 50 años, construimos provisionalmente el mercadillo de Chilca; sin embargo, hasta hoy sigue igual.
Un hecho anecdótico fue la demolición de una casa de dos pisos que obstruía el ensanche de la avenida 9 de Diciembre, de propiedad de un señor Martínez. Le invitamos un almuerzo con bastante vino y cerveza, y logramos convencerlo de que done el terreno, se alegró con tanto licor que aceptó la demolición y ceder su predio para el ensanche, firmando el escrito necesario. A las cinco de la mañana del día siguiente, se inició la demolición. Cuando el señor Martínez fue a ver su casa ya era polvo. ¡Feliz 54 aniversario, distrito de Chilca!