Vargas Vicuña en los recuerdos de Zavaleta
Elías Astete Huamán
A poco tiempo de su deceso, recordamos a Carlos Eduardo Zavaleta, uno de los más grandes escritores de nuestro país, durante una de sus visitas a la ciudad que lo albergó por varios años, y donde recordó a otro grande: Eleodoro Vargas Vicuña, un rostro más que nos dejó en abril.
Fueron los primeros días de enero del año 2004 que el escritor Carlos Eduardo Zavaleta estuvo en Tarma. Había venido por invitación del pintor muruhuayino Gustavo Puente Avellaneda, por entonces presidente de la Casa de la Cultura de Acobamba. La invitación se debió a que un año antes, el 2003, Zavaleta y Oswaldo Reynoso habían celebrado los 50 años de la publicación de “Nahuín”, el libro de cuentos de Eleodoro Vargas Vicuña, amigo entrañable de ambos. El homenaje se desarrolló en la Casona de San Marcos, incluyendo la presentación de la edición facsimilar del libro de Vargas Vicuña, todos ellos representantes de la Generación del 50. (Nahuín fue publicado el 5 de diciembre de 1953).
Su visita tenía como objetivo primordial cotejar sus recuerdos, porque Zavaleta cursó parte de sus estudios secundarios en el colegio Mariscal Castilla de Tarma, hasta 1941, año en que partió a Lima. Carlos Eduardo Zavaleta estaba escribiendo una novela ambientada en Tarma, y necesitaba revisitar los lugares donde pasó su pubertad. Aprovechó su estadía para conocer la tumba de Eleodoro, ubicada en Acobamba, la hacienda “La Florida” (descrita en el cuento Silvio en el Rosedal de Julio Ramón Ribeyro) y la Casa-Hacienda “Santa María”, especialmente sus capillas. Buscaba un lugar donde debía de recrearse la celebración de la boda de los personajes de su novela. Años más tarde, publicó el libro “Con boleto de vuelta”, un homenaje a su adorada tarmeña, Marujita Aza, su amor frustrado.
Nos deleitó con una brillante conferencia sobre Eleodoro Vargas Vicuña, fallecido el 11 de abril de 1997. Refirió que “Eleodoro era aquel hombre de figura estatuaria que llegaba a las reuniones más importantes cuando todo había comenzado. Saludaba silenciosamente y luego abandonaba la sala en el pico de la emoción”. En aquella oportunidad, el autor de “Vestido de Luto”, afirmó que “Tata Mayo es el nombre de un río, ahí convergen todos los hombres”.
En la opinión de Zavaleta, en los cuentos de Vargas Vicuña se aprecia un insistente “diálogo de las palabras con el silencio” porque la gran preocupación de Eleodoro, al escribir, eran las “esencias”. Agregó, también, que la “prosa es selectiva, es poética, telegráfica, breve y sucinta. Eleodoro sabía muy bien cómo empezar y cómo terminar sus cuentos. Manejaba los misterios del lenguaje y muchas ambigüedades”, sostenía el recientemente fallecido Carlos Eduardo Zavaleta, otro escritor que nos dejó en abril y de quien su obra estará siempre presente en nuestra memoria.
Elías Astete Huamán
A poco tiempo de su deceso, recordamos a Carlos Eduardo Zavaleta, uno de los más grandes escritores de nuestro país, durante una de sus visitas a la ciudad que lo albergó por varios años, y donde recordó a otro grande: Eleodoro Vargas Vicuña, un rostro más que nos dejó en abril.
Fueron los primeros días de enero del año 2004 que el escritor Carlos Eduardo Zavaleta estuvo en Tarma. Había venido por invitación del pintor muruhuayino Gustavo Puente Avellaneda, por entonces presidente de la Casa de la Cultura de Acobamba. La invitación se debió a que un año antes, el 2003, Zavaleta y Oswaldo Reynoso habían celebrado los 50 años de la publicación de “Nahuín”, el libro de cuentos de Eleodoro Vargas Vicuña, amigo entrañable de ambos. El homenaje se desarrolló en la Casona de San Marcos, incluyendo la presentación de la edición facsimilar del libro de Vargas Vicuña, todos ellos representantes de la Generación del 50. (Nahuín fue publicado el 5 de diciembre de 1953).
Su visita tenía como objetivo primordial cotejar sus recuerdos, porque Zavaleta cursó parte de sus estudios secundarios en el colegio Mariscal Castilla de Tarma, hasta 1941, año en que partió a Lima. Carlos Eduardo Zavaleta estaba escribiendo una novela ambientada en Tarma, y necesitaba revisitar los lugares donde pasó su pubertad. Aprovechó su estadía para conocer la tumba de Eleodoro, ubicada en Acobamba, la hacienda “La Florida” (descrita en el cuento Silvio en el Rosedal de Julio Ramón Ribeyro) y la Casa-Hacienda “Santa María”, especialmente sus capillas. Buscaba un lugar donde debía de recrearse la celebración de la boda de los personajes de su novela. Años más tarde, publicó el libro “Con boleto de vuelta”, un homenaje a su adorada tarmeña, Marujita Aza, su amor frustrado.
Nos deleitó con una brillante conferencia sobre Eleodoro Vargas Vicuña, fallecido el 11 de abril de 1997. Refirió que “Eleodoro era aquel hombre de figura estatuaria que llegaba a las reuniones más importantes cuando todo había comenzado. Saludaba silenciosamente y luego abandonaba la sala en el pico de la emoción”. En aquella oportunidad, el autor de “Vestido de Luto”, afirmó que “Tata Mayo es el nombre de un río, ahí convergen todos los hombres”.
En la opinión de Zavaleta, en los cuentos de Vargas Vicuña se aprecia un insistente “diálogo de las palabras con el silencio” porque la gran preocupación de Eleodoro, al escribir, eran las “esencias”. Agregó, también, que la “prosa es selectiva, es poética, telegráfica, breve y sucinta. Eleodoro sabía muy bien cómo empezar y cómo terminar sus cuentos. Manejaba los misterios del lenguaje y muchas ambigüedades”, sostenía el recientemente fallecido Carlos Eduardo Zavaleta, otro escritor que nos dejó en abril y de quien su obra estará siempre presente en nuestra memoria.
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