sábado, 21 de mayo de 2011

Solo 4 “366” del 21 de mayo de 2011

LA CITA

“Ser despedazado, a nivel nacional, en las primeras planas de siete diarios durante quince días ininterrumpidos constituye una aleccionadora experiencia de fortalecimiento espiritual para cualquier individuo, pero, muy especialmente para un periodista con ínfulas de fiscalillo impecable y sabelotodo”.

Beto Ortiz, Maldita ternura

Las mejores editoriales del Perú en FELIZH 2011

Este año, la Feria del Libro Zona Huancayo 2011, contará con la participación de las mejores editoriales nacionales. Sin duda, este especial interés se debe a que la FELIZH 2011, se ha venido consolidando año a año y se ha convertido en uno de los eventos culturales más importantes del país. Una razón fundamental para que esto ocurra es que en esta nueva versión se contará con un nutrido programa cultural y la presencia de varios invitados internacionales. Es así que ha quedado confirmada la participación de las librerías: Crisol, Íbero, Librerías Myltec, Lexus-Ordecupe, y las editoriales Fondo de Cultura Económica, Bisagra Editores, Discovery Book, la transnacional SM, Practical Action, Importadores Peruanos, Sepiii, San Pablo, Los Libros Más Pequeños, Cultura Matriz, Distribuidora V&D, Distribuidora Gutiérrez, Afined Inc, Nueva Acrópolis, Palestra Editores, Universidad I.G.V, Punto Com, Editorial Curisinche, entre otras importantes empresas editoras nacionales. Este evento será mucho más significativo que los años anteriores debido a la convocatoria de notables escritores que asistirán en esta versión. Cabe señalar que los concursos nacionales, tanto de cuento, poesía y microcuento, cerrarán la convocatoria, deacuerdo a las bases publicadas en el perfil de Facebook y blog de Solo 4, este 01 de junio.

Arguedas e interculturalidad

Nicolas Matayoshi

Hay una muy conocida cita de Arguedas: “Yo no soy un aculturado; yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz habla en cristiano y en indio, en español y en quechua”.
Arguedas es, evidentemente, una maravillosa alquimia entre la ciencia, con su profesión de antropólogo y con su vocación de novelista y poeta. Arguedas construye sus saberes a partir de una metodología científica, pero a partir de un credo y una fe, que se refleja en la necesidad de transformar la realidad social, asume el compromiso social que tiene todo ser humano conciente al margen de su quehacer profesional o de su vocación artística.
La literatura necesaria se escribe con la sangre de la pasión, la creación literaria al tener raíces en la tierra, resulta importante e imprescindible, porque es de esa fecunda savia donde nos nutrimos todos los peruanos, para Arguedas no se trataba de hacer culto a la palabras, sino, más bien, hacer metáfora de las luchas por la dignidad y reivindicación de los desheredados de la tierra.
El doctor Rodrigo Montoya afirmó con acierto que: “Arguedas no es un autor para leerlo y disfrutarlo una tarde, es un autor para leerlo y sentirlo todo el tiempo. Arguedas, Vallejo y Mariátegui son, en mi opinión, tres hombres que marcan el país, que lo fundan, que colocan las primeras piedras de algo llamable identidad peruana o sentimiento de pertenencia al Perú.”
El periodista colombiano Carlos Vidales, uno de los amigos que disfrutó de la amistad de Arguedas en sus últimos días, nos señala una faceta poco conocida de nuestro escritor, cuando rememora una cita del poeta norteamericano Walt Whitman: "Tremenda y deslumbrante la aurora me mataría, si yo no llevase, ahora y siempre, otra aurora dentro de mí", era la frase de Whitman que Arguedas repitió incansablemente durante sus largas conversaciones. “Porque habiendo perdido hasta la fe en sí mismo, jamás perdió la fe en el porvenir de los suyos.”
Surge la pregunta: ¿De dónde le venía esa fe inquebrantable? No se trata de una afirmación literaria, se trata de una convicción científica, producto de sus estudios etnológicos, que inician en Huancayo, junto a una de sus más ambiciosas investigaciones que alcanzan su cima en la tesis doctoral: “Las comunidades del Perú y España”. Carlos Vidales nos ilustra: “El crecimiento del mercado transformó las ciudades y pueblos de la Sierra motivando a Arguedas, en la década de los años 50, a hacer sendos estudios etnológicos centrados en Huamanga, Huancayo y Puquio”. Ya en 1952, zanjando con el indigenismo de su maestro Luis Valcárcel, escribía: “Es inexacto considerar como peruano únicamente lo indio; es tan erróneo como sostener que lo antiguo permanece intangible […] las culturas europea e india han convivido en un mismo territorio en incesante reacción mutua”.
El propio Arguedas, en 1939 ya había mencionado un hecho incuestionable: "En nosotros, la gente del Ande, hace pocos años ha empezado el conflicto del idioma, como real y expreso en nuestra literatura; desde Vallejo hasta el último poeta del Ande. El mismo conflicto que sintiera, aunque en forma más ruda, Huamán Poma de Ayala. Si hablamos en castellano puro, no decimos ni del paisaje ni de nuestro mundo interior; porque el mestizo no ha logrado todavía dominar el castellano como su idioma y el kechwa es aún su medio legítimo de expresión. Pero si escribimos en kechwa hacemos literatura estrecha y condenada al olvido".
Arguedas, sabía que en el proceso del desarrollo de la cultura, nada permanece inmutable, que los intercambios se producen con el simple contacto entre los pueblos, he ahí el planteamiento de “Todas las sangres”, los diversos torrentes uniéndose en un mismo cauce llamado Perú: españoles, quechuas, aimaras, amazónicos, africanos, europeos, asiáticos, etc. Confluencia feliz de un fecundo mestizaje.
Vidales termina diciendo que esto nos lleva a la época actual, si asumimos que los idiomas nativos son los portantes de los valores culturales, sociales y éticos de los pueblos, debemos preservarlos, protegerlos y promoverlos. Si en el pasado era un asunto de reivindicación social, ahora se trata de reivindicar el orgullo por nuestra identidad como patrimonio espiritual.
Debemos cambiar el signo de que nuestros niños se rehúsen a hablar en quechua, porque se trata de un idioma de “indios”, la pluriculturalidad nos enriquece, podemos aprender más de la ciencia, leyendo en inglés, pero podemos fortalecer nuestros espíritus conociendo el idioma de nuestros mayores.

El precio del silencio

Sandro Bossio Suarez

En un encuentro de presa en Colombia, el año pasado, recogí información acerca del ejercicio periodístico en América Latina. En el caso de Colombia y México, el peligro viene del narcotráfico, que compra funcionarios para acallar a los periodistas; en Bolivia el gobierno de Evo Morales presiona con publicidad estatal a las empresas periodísticas para que informen lo que le conviene; en Venezuela, el cierre de medios y la persecución a los periodistas de oposición es una afrenta continental. Ecuador y Nicaragua van por el mismo camino. En Argentina hay una ley que ha lanzado una dura batalla contra los medios digitales.
Estuve en La Habana hace poco y, claro, la libertad de expresión (consignada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos) sigue sin existir: todos los medios son de propiedad del Estado y nadie puede publicar nada sin la venia del gobierno. El castrismo ejerce autoridad sobre Internet y restringe el acceso a las computadoras, manteniendo precios altos y bloqueando sitios Web considerados adversos. Incluso los blogs son controlados (a mí me revisaron mi USB antes de una ponencia académica) y los periodistas golpeados (hablé con Claudia Cadelo, secuestrada y aporreada durante una marcha pacífica).
Cuando nos enteramos de estos acontecimientos, los periodistas peruanos pensamos, ingenuamente, que esta amenaza no nos tocaría. Sin embargo, ahora que se cierne la incertidumbre sobre el nuevo gobernante que administrará nuestros destinos hasta 2016, el temor surge poderoso.
El Perú ha vivido grandes etapas de restricción a la libertad de expresión. Desde Leguía –pasando por Sánchez Cerro, Odría, Velasco Alvarado¬– hasta el fujimorato, esta libertad fue la más vulnerada. Los militares, interviniendo los medios, estatizándolos y permitiendo sólo la publicación de lo que les convenía; y los dictadores civiles corrompiendo, comprando conciencias en el SIN, invadiendo de periódicos basura al país. Yo mismo, al lado de mis colegas Flor Jáuregui y Toño Bráñez, fuimos perseguidos por esa gavilla de esbirros y enemigos de los Derechos Humanos, que no deben tener nueva cabida en nuestra historia.
Cómo quisiéramos que estos sean sólo hechos del pasado. Pero no. Esta fue una semana luctuosa para la libertad de expresión y de prensa en nuestra región: América Televisión censuró el reportaje del joven periodista José Soriano Marín por haber entrevistado a otro periodista que se pronunció contra la candidata que promueve el medio. Y, al mismo tiempo, el pasado 17 de mayo, el Consejo Regional de Junín aprobó una intención de censura contra el diario Correo y su director.
Al respecto, tenemos que decir que estas dos son posturas conveniencieras, inmoderadas y abusivas. En ambos casos hay una atribución que no compete a los censores, pues el periodista tiene un código de conciencia que le hace responsable sobre su trabajo y que nadie (ni siquiera el empleador) puede vulnerar impidiendo su difusión. El Consejo Regional de Junín pierde su tiempo intentando coartar la libertad de expresión de un medio de comunicación: esa no es su función. Su función es luchar contra la corrupción, fiscalizar, al igual que el periodismo, y más bien debe sustentarlo.
Pero también hay otras formas de vulnerar la libertad de expresión. No olvidemos que corromper a los medios, de lo cual hay indicios en nuestra ciudad, es más recusable que decir las cosas con valentía.
La Iniciativa Pro Justicia de la Sociedad Abierta de Nueva York, sostiene que se han comprobado "pagos de funcionarios públicos a periodistas en Colombia y Perú". Eso demuestra que aquí lo que se hace es utilizar periodistas –práctica que viene de antaño– para sumarlos a sus portátiles y sirvan de aplaudidores a sueldo a cambio de prebendas y sinecuras. En otras palabras, comprarlos.
Es claro que los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad social: seleccionar información de interés público y fiscalizar a las autoridades al margen de la forma en que lo digan. La tolerancia, que no se ejerce en las dictaduras bananeras, es una virtud democrática.

Un lápiz que acompaña mi soledad

Gerardo Garciarosales

Caminaba por mi ciudad, de las manos con mi soledad, atravesando la vieja y larga avenida principal, avenida convertida por las tardes en un río torrentoso que soporta la incontenible avalancha de vehículos que se dirigen, supongo, a algún despeñadero situado fuera de la ciudad, precipicio inminente para los desesperados por la crisis que nos agobia; impetuosa correntada que arrastra gente agobiada por la soledad, como muñecos solitarios e incoloros, inmersos en ignorados estrépitos de sombras.

Transitaba, como casi siempre lo hago, escarbando con la mirada no sé qué vericuetos, tal vez buscando aquellos mundos perdidos del hombre regados sobre las aceras de aquella calle infinita; cuando, de pronto, lo descubrí tirado en un pliegue del suelo, abandonado, hasta diríamos asustado, y tratando de esconderse de aquellas inmisericordes pisadas de la gente ciega, para que no lo redujeran a su mínima expresión.
Ahí se encontraba, pequeño, silencioso, oculto dentro de su verdadero valor, añorando, sin duda alguna, el calor de las manitos del que fue su pequeño dueño. Era algo minúsculo, gastado por el uso intenso del niño que lo llevó diariamente, porque ciertamente todo me decía que su dueño era un escolar aún pequeñuelo. El menudo lapicito no tenía color, ni una seña que resaltara su marca y procedencia de fabricación. Su textura era tosca, propia de un carboncillo proletario, sin el cono metálico que guarda el borrador, lápiz fabricado en una de esas ignoradas y clandestinas fábricas por gente que los produce para aquellos que no tienen medios ni recursos. Su pulpa era dura y adolecía de la suavidad de aquellos de marca registrada. Se notaba que su origen había sido un árbol de eucalipto de nuestro valle; y era tan pequeño, que su tamaño se perdía entre las falanges nervudas de mis arrugadas manos.

Encontrar ese pequeño lápiz y en aquellas circunstancias de soledad, hizo brotar mi curiosidad que, luego, como un acto no premeditado, puse el lapicillo cerca de mi oído y, entonces, asombrado sentí los actos que sucedían, precisamente, en ese momento. El lapicito era como un trasmisor y, por ello, escuché nítidamente un bullicio de alegría tempestuosa, mezclados con sus respectivos murmullos de voces traviesas; era, a no dudarlo, un recreo de niños y una campana afónica que resonaba indicando el retorno a las aulas, pues había terminado el recreo.
Para dar mayor crédito a aquello que escuchaba, lo llevé a mi otra mano e hice lo mismo con mi otro oído. Entonces, escuché aquello que jamás imaginé escuchar de los labios de una mujer que, por los gritos histéricos de su voz destemplada, saqué la debida conclusión: se trataba de una profesora joven, increpando a un niño: “!Descuidado!, así vas a ser hasta cuando seas viejo. ¡Busca tu lápiz o escribe con los dedos!”.

Y, al fondo, se dejaba escuchar una vocecita temerosa, diminuta, casi imperceptible:

—Mi lápiz se ha caído por el agujero de mi bolsillo, profesora. ¡Ojalá que lo halle alguien que lo necesite más que yo!

Desde aquel día, para llegar a comprender el cielo purísimo de ese niño, empecé a escribir para ellos, para todos los niños que alguna vez perdieron sus lápices. Yo, realmente, necesitaba uno, un lápiz lleno de ternura, para que acompañe, por siempre, mi soledad inevitable.

Vampiros

Pablo Nicoli Segura

Cogimos cada uno el cuenco profundo y bebimos la sangre hasta quedar satisfechos; el líquido era reciente, espeso y aún se sentía tibio al pasar por la garganta. Ahora inevitablemente nos convertiríamos en seguidores de la nueva doctrina vampiresca. Nuestro guía espiritual había pensado en disfrazar el verdadero motivo del rito y sus palabras, siempre simbólicas, nos sonaban ahora menos extrañas, esperanzadoras:

—¡En verdad os digo, el que come mi carne y bebe mi sangre tendrá vida eterna!

Él fue nuestro primer paradigma y al tercer día resucitó de entre los No-muertos.

Santísima Cruz de Chilca

Luis Cárdenas Raschio

En el mes de mayo, se celebran las fiestas a las cruces en todo el territorio nacional con características y costumbres propias de cada lugar, especialmente en todo el Valle del Mantaro.
Recuerdo que por los años 40, escuché de la voz de mi profesor Jesús Vega Ortiz, quien era el Director de la escuela San Luis de Gonzaga, con ocasión de la fiesta de la Cruz de Chilca, lo siguiente:
“Cuando Pizarro y su ejército pasaban por el camino de los incas, el Gran Capac Ñan (hoy la Calle Real), con rumbo al Cuzco, dejó a uno de sus soldados en una choza cerca al río Chilca, porque estaba muy enfermo y casi moribundo, para que descanse en paz. El soldado en su delirio de muerte vio a tres Cristos que lo juzgaban por todos sus pecados y fechorías; el primero era el Juez Supremo, el segundo el Fiscal quién se encargaba de recordarle todo lo que había hecho en el transcurso de su vida, y el tercero era el Abogado que lo defendía de todo lo acusado. El Juez Supremo al escuchar a las dos partes dio como sentencia que el moribundo debía vivir por muchos años más, con la condición de arrepentirse de todos sus pecados, de ser un hombre de bien, y de propagar la fe cristiana. Los curanderos huancas conjuraron sus males y ya recuperado, confeccionó tres cruces y construyó una pequeña capilla”. Ésta fue reemplazada por una nueva en la década del 50.

La cruz ha asimilado las funciones de los huancas, y la religiosidad popular ha sabido darle características andinas, colocando dentro de los misterios a sus propias deidades, como: el sol, la luna, las estrellas, o un manto acompañado de otros más pequeños llamados esclavinas, que son colocados en las manos y pies del crucificado.
Cuando empezaba la novena a la cruz, los devotos la llevaban a sus hogares, donde realizaban el “velacuy” con cantos, rezos, sabrosos ponches y bizcochuelos, se bailaba “jachuas” y “huaynitos”. Después de haber rezado, bailado y tomado, se servía un suculento desayuno, consistente en un plato hondo de mondongo, una taza de café y panes con chicharon. Así, la cruz iba a la casa de otro devoto, que a su vez tenía que realizar un nuevo “velacuy”.
Entonces pasaban los nueve días de “velacuy” hasta que llegaba la víspera. A partir de las dos de la tarde del miércoles, se colocaban las vivanderas a ambos lados de la calle Real, desde el jirón Huánuco hasta la Av. Ferrocarril, también habían castillones, toritos, bandas, conjuntos de Chonguinada, Las Collas, Los Negritos, Los Huancadanzas, y Danzantes de Tijeras de Pariahuanca.
A partir de las ocho de la noche, empezaba a arder los castillones y los toritos buscapiques.
El día central era el tercer jueves del mes de mayo. A las seis de la mañana reventaban los cohetes, anunciando el alba. Los mayordomos invitaban el desayuno a todos sus invitados. Más tarde, la misa se efectuaba delante de la capilla, en plena calle Real, a donde acudían todas las autoridades de Huancayo y de pueblos aledaños, los alumnos de todos los colegios, los miembros de la hermandad Sociedad Santísima Cruz de Chilca, y los devotos en general.
Terminada la celebración, se realizaba la procesión, con un recorrido desde la capilla hasta la catedral, en el cual pasaba por muchos arcos, típicamente adornados con corneteros que al paso de la cruz tocaban la música especial de capitanía.
Era hermoso ver a las “cotunchas” con sus balayes llenos de flores que derramaban al paso de la cruz, las damas de la Sociedad Huanca, muy elegantes, con velo en la cabeza también acompañaban. Cuando la imagen regresaba a su capilla, comenzaba el bullicio general por Los Chonguinos, Los Negritos, Las Collas y los Danzantes de Tijeras; los cohetes que reventaban tenían un sonido estridente muy fuerte. A las vivanderas les faltaban manos para servir los picarones, los chicharrones, el cuy colorado, la mazamorra de chuno, caya y muchos potajes más.
Así transcurría el primer día; en el segundo se realizaba otra procesión pero con un recorrido más corto por las calles aledañas a la capilla, y por la tarde se realizaba el jalapato, en el cual participaban todos los hacendados del valle. El sábado se hacía otro “jalapato” para el campesinado, y también “cortamontes”. Así se realizaba la fiesta en honor al “Tayta Chilca”. Hoy solo nos queda recordar, ya no hay capilla y las Cruces están repartidas por diferentes templos.

La humilde y majestuosa quena

Pìo altamirano Melgarejo

Sin lugar a dudas, la quena es el instrumento más representativo de la zona andina de nuestra América. Fue declarada Patrimonio Cultural del Perú, porque es el "instrumento de viento autóctono en la música tradicional peruana, por su antigüedad, su difusión, la riqueza de sus variantes y la peculiaridad de su sonido".
Las zonas altoandinas de Bolívia, Chile, el norte de la Argentina, y Ecuador, también expresan, de acuerdo al estilo y géneros propios de sus zonas, la bella sonoridad de este instrumento. Con la humilde quena puede interpretarse las obras más complicadas. No se necesitan las llaves de apoyo que tienen, por ejemplo, la flauta traversa o el clarinete, para que un buen intérprete nos haga vibrar con la intensidad de una sola nota, o nos sorprendamos con una soberbia prestidigitación.
En la década de los ochenta, llegó a Perú el suizo Raimond Thevenot, y se asentó en el valle del Mantaro (Matahuasi). Músico de formación académica, marcó un estilo impecable en su ejecución, llegando a interpretar temas del folklore latinoamericano y mundial. Todavía pueden verse algunas de sus quenas hechas de madera de diablo fuerte. Alejandro Vivanco creó el Orfeón de Quenas, llevando este instrumento a niveles sinfónicos. Pedro Chalco registró el estilo indígena del Cuzco. El gran Uña Ramos, del norte de la Argentina, puso en relieve la universalidad de este instrumento: grabó con el grupo Urubamba y participó en la grabación del dúo neoyorkino “Simon and Garfunkel” con el tema de “El cóndor pasa”, cantado por Simon y el legendario Duncan.
La lista de intérpretes es larga, sin embargo quiero resaltar la presencia de Víctor Valle “Tatanka” del grupo Alborada, un virtuoso con la quena, de la zona de La Quiaca del norte de Argentina, quien hace poco visitó nuestra ciudad y ofreció un taller para todos los amantes de este inigualable instrumento. Gracias che Víctor.

El anatomista

Federico Andahazi

Bertino, el discípulo, se persigno. No alcanzaba a descifrar si aquello era un exorcismo o si, al contrario, su maestro, estaba metiendo el diablo en el cuerpo de Inés. Casi cae desmayado al ver que, de pronto, la enferma abrió los ojos, miró en derredor, y totalmente en sí, se entregó a la diabólica ceremonia del anatomista. Los pezones de Inés se habían inflamado y erguido y ahora ella misma se los frotaba con sus propios dedos sin dejar de mirar al desconocido com lascivia, a la vez que musitaba unas palabras inintelegibles en español.

La fundación española de Jauja y sus implicancias en el presente

Hamilton R. Raymundo Rivera

El 17 de noviembre pasado se realizó un fórum panel, en la Municipalidad Provincial de Jauja, titulado: “Jauja, ¿primera capital histórica del Perú?”. El objetivo: contemplar la posibilidad de legalizar, mediante un decreto legislativo, dicho título a fin de que resalte nuestra condición de primeros elegidos por los españoles en el contexto de su empresa de invasión y conquista. Se expusieron tres puntos de vista.
En la primera exposición se detalló las veces en que Jauja se fundó y por ello la alta probabilidad, gracias a las evidencias encontradas, de la existencia de un Acta Fundacional, pero que hasta hoy es inubicable, situación que autorizaría el pedido ante el Congreso de la República.
La siguiente apreciación partió de una pregunta medular: “Realmente, ¿Qué les obliga a legalizar dicho título vía Proyecto de Ley?”. En todo caso, ensayemos una explicación. A la llegada de los españoles, el Tahuantinsuyo era la suma de señoríos regionales en proceso de consolidación nacional, y el llamado colaboracionismo, o abyecto entreguismo, de los Xauxas a los españoles (hecho comprensible), lo cual solo fue un craso error asumido por éstos en el proceso de la colonización.
Pero de ningún modo es razonable la intención de que ciertos ciudadanos jaujinos, cinco siglos después, pretendan legalizar dicho error, dándole una implícita aprobación, como si fuera de común consenso. No quieren darse por enterados que en primer lugar, los ibéricos eran sólo soldados empresarios, cuyo cometido se efectuó a través de capitales asociados, no los movía el interés de buscar alguna tierra prometida, sino solo el de recuperar y darle un valor agregado a lo invertido, solo fue una empresa privada.
En este negocio la Corona española inicialmente no intervino. Por tanto, todo lo que hicieron, incluso hasta el nacimiento de Doña Francisca Pizarro, fue sólo parte de un cálculo político y militar al cual ciertos personajes rinden sentidas pleitesías, tratando de revivir un pasadísimo regionalismo de connotaciones racistas, el mismo que continuaría justificando la actitud de presumirse citadinos de rancio abolengo, sustrato ideológico bizantino que seguirá dividiendo a la sociedad jaujina, en dos grupos: los que dicen poseer más derecho frente a los otros, manteniendo una invisible pero existente brecha, factor que terminará retardando la posibilidad (a sus nuevos habitantes), de hacerla suya. Y como no podemos amar lo que nos es extraño, continuará dificultando la construcción de una relación social más gnómica que permita el desarrollo de Jauja y, por lo tanto, forje un país de todas las sangres.
No quieren asumir que, desde las décadas de los 80´s y 90´s, ha empezado a fraguarse una nueva Jauja, mayoritariamente distritana, no de otras provincias y regiones; éstos son los nuevos paladines de la actividad comercial, educativa y hasta cultural; los mismos que se sienten herederos de los Xauxas, pero no de aquel señorío presente hasta los años 50, menos aún de los encopetados nacidos entre desde los 40, los mismos que han terminado retirándose mayoritariamente de esta ciudad a partir de la década de los 80´s.
La tercera propuesta afirma que dicho título permitiría gestionar recursos. Sólo nos limitamos a decir que es amoral y apátrida. Nos preguntamos: “¿Y si al benefactor no le gusta nuestra realidad histórica?”, sencillamente en nombre del dinero tendríamos que esconder la veracidad y nuestra verdadera identidad seguiría escondida en un sarcófago esperando su redención.