sábado, 21 de mayo de 2011

El anatomista

Federico Andahazi

Bertino, el discípulo, se persigno. No alcanzaba a descifrar si aquello era un exorcismo o si, al contrario, su maestro, estaba metiendo el diablo en el cuerpo de Inés. Casi cae desmayado al ver que, de pronto, la enferma abrió los ojos, miró en derredor, y totalmente en sí, se entregó a la diabólica ceremonia del anatomista. Los pezones de Inés se habían inflamado y erguido y ahora ella misma se los frotaba con sus propios dedos sin dejar de mirar al desconocido com lascivia, a la vez que musitaba unas palabras inintelegibles en español.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe tu comentario aquí.