sábado, 21 de mayo de 2011

Vampiros

Pablo Nicoli Segura

Cogimos cada uno el cuenco profundo y bebimos la sangre hasta quedar satisfechos; el líquido era reciente, espeso y aún se sentía tibio al pasar por la garganta. Ahora inevitablemente nos convertiríamos en seguidores de la nueva doctrina vampiresca. Nuestro guía espiritual había pensado en disfrazar el verdadero motivo del rito y sus palabras, siempre simbólicas, nos sonaban ahora menos extrañas, esperanzadoras:

—¡En verdad os digo, el que come mi carne y bebe mi sangre tendrá vida eterna!

Él fue nuestro primer paradigma y al tercer día resucitó de entre los No-muertos.

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