sábado, 19 de mayo de 2012
En tu día, madre querida
Leonardo Mendoza Mesías
En los andes peruanos, la madre tiene un nombre: “Pachamama” o “madre tierra”. Ella es la generadora de la vida en plantas, animales y, por supuesto, en la humanidad. Es por ello que el poblador andino le manifiesta, con respeto y veneración, su cariño mediante “pagapus” y ofrendas. Sin embargo, esto no lo hace solamente para ésta, sino también para quienes la acompañan y resguardan, es decir, las “paqarinas” y “apus”, pero también a quien la consuela y limpia: al “wayra” (viento). Todos ellos son elementos de la naturaleza que en la cosmovisión andina asumen la identidad de deidades tutelares.
En los andes, la tierra es símbolo de maternidad, porque es fuente y proveedora de vida, y se encarna en su versión humana como mujer. Ambas, mujer y tierra, desde el principio de los tiempos, son entes femeninos, cumplidoras exitosas y nobles de la más alta labor que les encomendó la naturaleza: ser madres. Son fecundas y dadoras de vida, un enorme poder que de por sí genera una gigantesca responsabilidad, pues de sus entrañas emerge el fruto y el futuro humano. Mujer, así como la tierra, eres semilla, siembra y cosecha, alegría y paz, regocijo, inspiración, fortaleza, lucha, cambio, pero sobre todo eres amor.
Jamás olvides que fuiste concebida con la virtud de poder engendrar, eres fuente de riqueza, forjadora de las más férreas voluntades, energía divina hecha elemento vital que desde tus entrañas nace la más grandiosa y descomunal fuerza: la vida.
A ti, madre andina que aprendiste de la “Pachamama” a ser noble, que diariamente recorres cumbres nevadas, inmensos valles y hermosas pampas, “puchcando” tu lana, pasteando tus ovejas, vendiendo tus productos, compartiendo tu experiencia, tramando tus tejidos, preparando los alimentos, amamantando a tus hijos, acompañando a tu pareja; a ti que bajo el sol o la lluvia caminas en silencio, día a día, estos inmensos y hermosos lares, descalza, a veces cansada o mustia por la incomprensión de la vida, pero llena de alegría por estar cumpliendo tu destino: ser fecunda.
A ti mamá, que no sabes de cansancios, ni de malestares o ingratitudes, y que únicamente piensas en seguir luchando, aun cuando no seas correspondida, que sacas adelante a tus hijos, a ti madre querida. Seas joven o anciana, blanca o morena, cual sea tu nombre: Jacinta, Julia, Ernestina, Timotea, Isabel, Ruth, Vilma o Carmen; desde esta tribuna, y a nombre de todos los que colaboramos para “Solo 4”, una hermosa rosa roja como muestra del inconmensurable cariño de todos aquellos buenos hijos que te celebran. ¡Feliz día madre querida!
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