domingo, 27 de mayo de 2012

Museos y ciudadanía

Manuel Perales Munguía
En un texto publicado recientemente, el Premio Nobel de Literatura 2006, Orhan Pamuk, ha manifestado su posición crítica frente a los grandes museos del mundo que, al mismo tiempo de constituir importantes destinos turísticos, se hallan hoy, en tanto símbolos nacionales, convertidos en espacios para la presentación de discursos épicos que finalmente no hacen sino exaltar las glorias de las élites de las sociedades (léase Estados-nación) más poderosas. Frente a esta situación, Pamuk ha reclamado que los museos deberían orientarse, más bien, a acercarnos a las diversas y ricas historias singulares de los individuos, puesto que mediante ellas podríamos descubrir mejor la propia humanidad que habita en cada uno de nosotros. En base a lo que acabamos de expresar, valdría la pena preguntarnos ¿a quiénes representan en realidad los museos en nuestro país y región? ¿Estas instituciones contribuyen efectivamente a conocer y comprender nuestra compleja condición humana, esencial para un buen convivir? Antes de responder a estas interrogantes, sería necesario aclarar que el reconocimiento de la riqueza de la experiencia individual de las personas implicaría, a su vez, el reconocimiento de su propia condición ciudadana en todo el sentido de la palabra, despojada de la mera connotación etérea que la ha caracterizado durante la historia republicana del Perú, prácticamente hasta nuestros días. Siguiendo los postulados de Partha Chatterjee podemos señalar que en el caso del Estado peruano moderno el reconocimiento de los derechos civiles y, por ende, la ciudadanía, fue en un principio un privilegio reservado para los grupos de poder que impulsaron el proyecto político independentista en el siglo XIX, al mismo tiempo que se anularon categorías sociales que comenzaban a verse como obstáculos potenciales para la consolidación del nuevo régimen, como la nobleza indígena y los títulos que sus miembros ostentaban. Así, mientras el ideal abstracto de ciudadanía valía únicamente para unos cuantos, la existencia de los sectores excluidos sólo era tomada en cuenta en tanto se les consideraba como objetos de las políticas estatales, mas no así sujetos políticos. Tomando en cuenta los acontecimientos que vienen sucediendo en nuestros días, parece que tal situación no ha cambiado mucho. Si consideramos lo expresado, cabría pensar si acaso los museos podrían transformarse en espacios institucionales que permitan reivindicar precisamente a los diversos sectores de nuestra población que históricamente han sido ignorados por el Estado, pero presentando sus experiencias no en la forma de discursos épicos inspirados en intereses obscuros, sino de manera directa, en propuestas museográficas desarrolladas a partir de los testimonios de los mismos individuos, permitiendo que ellos “nos hablen” sin intermediarios. De este modo, nuestros museos podrían adquirir un rol fundamental en el marco de las iniciativas políticas orientadas hacia el logro de la inclusión social en el país, a la vez que contribuirían en la afirmación de una ciudadanía más real y concreta, accesible a todos. ¿Habrá voluntad política para lograr ello? El tiempo dirá.

1 comentario:

  1. Hola, muy interesante tu texto, ¿podrías compartirme el documento o enlace que mencionas sobre Orhan Pamuk con respecto a su crítica de los museos?

    Un saludo grande desde México, Karina.

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