domingo, 27 de mayo de 2012

COLUMNA: EL BUEN SALVAJE

La lectura no es cucufata Sandro Bossio Suárez El 2010, cuando Mario Vargas Llosa ganó el premio Nobel de Literatura, todos los profesores de comunicación del país se arriesgaron a hacer leer a sus alumnos “El sueño del celta”. En Junín ocurrió lo mismo. Como resultado de ese riesgo, los estudiantes, afortunadamente, se nutrieron con un libro impactante, elevado en su construcción y fascinante en el tema. La novela tiene muchos ingredientes: la homosexualidad de Roger Casement, los horrores del colonialismo en el Congo, el genocidio de las comunidades nativas del Amazonas, las negociaciones con la Alemania del canciller Bismarck para lograr la independencia de Irlanda. Pues bien, sin darse cuenta (porque pocos son los que se dan cuenta) los profesores de Huancayo, Concepción, Jauja, Tarma, Satipo y de todos los rincones de la región, entregaron a sus alumnos uno de los libros más polémicos y fuertes en temática de los últimos años. Esos mismos profesores (no todos, felizmente) acaban de borrar con el codo lo que habían avanzado con la mano: se han escandalizado cual monjas medievales (aunque Boccaccio no dice eso de ellas) por la sugerencia de que el hermoso libro “Los inocentes” de Oswaldo Reynoso Díaz sea lectura de los estudiantes del primer grado de secundaria. En otras palabras, le pusieron un veto, una valla, un bozal a este magnífico texto. Erróneamente (no quisiera emplear términos más adecuados, como ignorante o estúpidamente) dicen que es un libro que utiliza un lenguaje vulgar, que apela al argot y a los códigos callejeros, que habla de homosexuales y ladrones. ¡Vaya vergüenza de profesores! Precisamente la riqueza de este libro se centra en el despliegue sociológico y en el extraordinario trabajo lingüístico de Reynoso. No es, como dicen los estultos, que el autor ha puesto en su libro groserías de todo calibre. De ninguna manera. Lo que Oswaldo Reynoso, que es el autor peruano que le sigue en importancia a Vargas Llosa, ha hecho es estudiar el lenguaje de la calle y colocarlo en boca de sus personajes para imprimirle dramatismo, realidad social. ¿Acaso nuestros docentes, por Dios, no son capaces de distinguir lo uno de lo otro? ¿Pretenden que los jóvenes delincuentes hablen como pavesas de clausura? Oswaldo Reynoso no va a perder nada. Su libro ha sido censurado por "obsceno e inmoral" en los años sesenta y ha sobrevivido. Los susurros indignados de entonces decían que eso no es literatura, cómo un escritor puede llamar a las cosas por su nombre. Quienes van a perder, lamentablemente, van a ser nuestros estudiantes. Y no lo digo yo, lo dice José María Arguedas, otro de los autores ante quien todos nos reverenciamos (y tiene también una novela del mismo corte: “El sexto”). Pues bien, Arguedas dice sobre “Los Inocentes” que es un libro de alta poesía y, al mismo tiempo, un compendio de la jerga popular. Oswaldo Reynoso, él mismo, acota con nostalgia: “Había un desprecio por la lengua popular y los diálogos eran muy pobres. Cuando escribían un relato de niños o de jóvenes muy pobres, la palabra más fuerte que aparecía era '¡caray!'. O cuando un muchacho le pegaba a otro, éste le decía 'por favor, no me friegues el forro de los bolsillos'. Yo, que andaba mucho por los bares, me daba cuenta de que la gente no hablaba de esa manera. En mis cuentos y en mi novela, los personajes se expresan en el español peruano popular, como lo que en realidad somos". Ese, por supuesto, es un escritor y nadie, óigase bien, tiene derecho a callarlo. Mi hija Oriana, que es una devoradora de libros, a sus nueve años ha terminado de leer “Los inocentes” y ha quedado encantada. Me dice que ha aprendido mucho sobre los chicos de los barrios y sobre las cosas que dicen en la calle. Además, cómo eran los peinadores de antes, ¿no, papá? Ahora entiendo por qué, en verdad, nuestra capacidad lectora se encuentra por los suelos. Con docentes y padres de familia cucufatos, con tabúes intelectuales que respiran y despiden una falsa moralina, con censuras intonsas, nuestra comprensión lectora va a seguir hincada y, lástima, arrimada a esa barata literatura llamada de autoayuda. Espero la reivindicación con la buena literatura, con la verdadera literatura, porque no se puede descalificar una obra maestra por majaderos sentimientos religiosos.

1 comentario:

  1. Que lástima que en pleno siglo XXI todavía persistan tabúes intelectuales; pero estoy convenciso que son vetos de gentes hipócritas, mediocres e iletradas. Los inocentes, obra maestra de Oswaldo Reynoso merece ser leído y analizado en su forma y fondo y debería ser lectura indispensable en las II.EE.

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