domingo, 27 de mayo de 2012

Joy Division: los orígenes de la oscuridad

Marlon Zenteno Mayorca
Para mediados de los años 70, la ciudad de Manchester (noroeste de Inglaterra) era poco menos que un rincón olvidado del viejo mundo. Una ola de desempleo, escombros y deshechos de fábricas era el paisaje cotidiano de una ciudad que alguna vez fuera la cuna de la revolución industrial. La noche del 4 de junio de 1976 ese escenario hostil fue la sede de un evento histórico en la cultura del último tramo del siglo XX: la presentación de los Sex Pistols en el “Lesser Free Trade Hall” ante una juventud nihilista y desencantada que veía en el ruido y la provocación del punk, no sólo un escape, sino, además la posibilidad (acaso muy remota) de lograr la fama, salir de la ciudad y dejar, de una vez, las penurias económicas. Bernard Summer, Peter Hook y Terry Mason, eran chicos de esa clase que en ese mismo instante decidieron formar una banda, cambiando esa noche, la historia de la música para siempre. La misteriosa figura de Ian Curtis, apareció como el ingrediente vital, había respondido al anuncio que pusieran Summer y compañía buscando vocalista. Vestía de cuero, llevaba escrito “Odio” en la espalda, admiraba a Iggy Pop, David Bowie, Jim Morrison; leía a J.G Ballard, William Burroughs, Kafka, Dostoievsky y Sartre; sin embargo, era muy distinto al prototipo del héroe punk, Curtis era intelectual, educado, conversador. Lo habían conocido de un concierto de The Clash, estaba casado desde los 19 años y era un escritor compulsivo, con la pasión de ser una estrella pop por un lado, y un poeta maldito por otro. Su primera presentación, bajo el nombre de Warsaw en el Electric Circus, comenzó de la manera más polémica que pudiera imaginarse: “¿Se han olvidado de Rudolph Hess?”, fue el grito de batalla de Curtis, que recordaba al segundo oficial al mando del régimen nazi. Esta polémica los acompañaría desde entonces. La portada del primer EP, mostraba a un joven de las juventudes hitlerianas tocando un tambor y las letras de temas como “They walked in line” eran casi un himno a las SS. Toda Europa vivía con un trauma latente por lo que había sido la II Guerra Mundial y ello, de alguna manera, causó esa fijación estética que se reflejó en el nombre definitivo de la banda: Joy Division, tomado del libro “House of Dolls” que trataba sobre los burdeles en los campos de concentración. Los ensayos se realizaban en una fábrica abandonada donde Curtis y su novel agrupación quemaban basura en un rincón para calentarse. Anton Corbijn, su fotógrafo, cuenta que al conocerlos le impresionó verlos fumando compulsivamente, mal alimentados y apenas protegidos con gabardinas delgadas. El arduo trabajo no daba frutos, y es ahí cuando Ian mostraría su faceta más oscura: amenazaría de muerte a un tal Paul Morley, uno de sus competidores, e insultaría al periodista Tony Wilson, llamándolo “puta” por no haberles hecho publicidad en su programa “So It Goes”, que difundía lo último de la escena punk y new wave de la época. Rob Gretton, Dj local, fue contratado como su agente. Él logró que toquen en el programa de Wilson y por si fuera poco, que éste firmara un contrato “¡con su propia sangre!” reclutándolos en su club “Factory”. La generación joven había crecido entre monstruosos edificios futuristas, que con las obras y películas de ciencia ficción, crearon un movimiento vanguardista de música experimental, Joy Division no fue ajeno al fenómeno y su primer álbum es un manifiesto de aquello, pues es semejante a un viaje de ciencia ficción por las calles de Manchester. Otra faceta de su expresividad: Curtis trabajaba en el centro de invalidez, ayudando a discapacitados a conseguir empleo, cuando presenció el ataque epiléptico de una chica. Ello lo inspiró a escribir “She´s Lost Control”. Pero como si se tratara de una broma cruel, una noche mientras viajaba en auto con la banda, él mismo fue presa de un ataque, le diagnosticaron epilepsia y ya nada fue lo mismo. Las presentaciones en vivo incluían bailes convulsivos y estados de trance que maravillaban a la audiencia pero agotaban el maltrecho cuerpo del poeta. El último álbum, “Closer”, fue el resultado de ese sufrimiento, las letras reflejan angustia y un halo fúnebre que fue el preludio de la tragedia que vendría el 18 de mayo de 1980. A los 23 años, Ian Curtis se había suicidado. Tenía problemas en su matrimonio, mantenía un “affair” con Annik Honoré (periodista belga). Dicho triángulo fue la inspiración de “Love Will Tea R Us Apart”, la canción más exitosa de la banda. New Order, surgió de las cenizas del grupo, pero el espíritu revolucionario y sombrío de Joy Division, sus letras brutales y el alma de poeta de su líder son testimonios de su inmortalidad. Hoy en día, la música popular y peor aún, la poesía de nuestra realidad, están contaminadas de clichés patéticos. La lírica de Joy división, honesta, existencial y cruda, parece mostrarnos el camino justo hacia las regiones sublimes del verdadero arte. La sombra de Ian Curtis se proyecta solemne y altiva desde esas alturas silenciosas donde reina el reposo absoluto.

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