Carlos Villanes Cairo
(Desde Madrid)
Gabriela Mistral, Premio Nobel de Literatura 1945. |
Miguel Ángel Asturias, Premio Nobel de Literatura 1967. |
Pablo Neruda, Premio Nobel de Literatura 1971. |
Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura 1982. |
Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura 1990. |
Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010. |
Estamos frente al corpus de un idioma
gigantesco. Tiene 500 millones de hablantes en los cinco continentes. Su léxico
crece cada día y adquiere particularidades según dónde, cómo y quién lo
ejercite. Desde hace mil años, sirve a gente de todas las condiciones sociales
y culturales, pero también a escritores de variado pelaje, de los cuales once
son Premios Nobel de Literatura y otros tantos lo merecieron sin llegar a
obtener el esquivo galardón.
A lo largo de los años, como escritor y
docente, he tenido que absolver preguntas sobre el idioma. Aquí, un poco al
voleo, el recuerdo de algunas:
¿Cuántos nombres
tiene el idioma y cuál es el verdadero?
Varios. Se llama “Castellano”
porque nació en Castilla la Vieja, pero ha crecido y ese nombre se queda chico;
“Español”, sí abarca gran parte de la
península Ibérica, sin descuidar el resto de sus fronteras lingüísticas.
¿Cuál hablamos
nosotros?
El Español
americano, y más propiamente, en nuestro país, el Español peruano. Le hemos
aportado más de 5 mil palabras, desde criollismos, quechuismos y usos
singulares de la lengua general. Palabras como carpa, cancha (de fútbol),
pucho, maracuyá, amaru —amalu en lengua wanka— y cientos de topónimos como
Huancayo, que viene de “wanka-yoc”, son palabras quechuas ahora españolizadas
por la Real
Academia.
¿Son todos los
españoles fieles a su lengua madre?
Falso. En España los andaluces sesean, acortan las
palabras y hacen cantarina la entonación; en Galicia, abundan defectos
sintácticos y malforman los diminutivos; en Cataluña, glotalizan la “l”, la
distonía es notoria y luchan por desterrar el idioma Español de su tierra, son
7 millones de seres que prefieren hablar en catalán; en Aragón, manipulan los
diminutivos y también hay errores de construcción; en las Islas Canarias hay
seseo, se dan registros caribeños —venezolanos y cubanos— a la entonación y
alientan impropiedades: llaman “millo” al maíz; “guagua” al autobús, “chinijos”
a los niños, etc.
¿Es verdad que
en EE.UU. y Brasil se maneja más Español que en España?
Cierto. 50 millones de hispanos hablan más que los 40
millones de peninsulares, y dentro de unos años, en Brasil más gente departirá
en Español, porque su uso es obligatorio como segunda lengua en colegios y
universidades.
¿Qué tal hablan
los madrileños?
En general bien, pero cuidado, porque dan diferente
significación, que nosotros, a muchas cosas: “bombona de butano” a nuestro
balón de gas, “zumo de melocotón” al jugo de durazno; “cafelito” o “cafetito” a
nuestro cafecito; se “montan en los aviones y carros”; se “echan” las fotos;
son “americanas”, nuestros sacos de vestir; “jerseis”, las chompas; “rebecas”,
las chompas abiertas de mujer; al mediodía, se “come”; nuestros boletos son
“billetes”; no hay “sobrevivientes” sino supervivientes; “judiones” son los
pallares; “judías”, los frejoles; “boniatos”, los camotes; “limas”, nuestros
limones; “chatas”, de cariño, las chicas por altas que sean; “cubierta” es la
carátula; “vuelta”, el vuelto en monedas; “suspense”, el suspenso; el alumno no
recibe clases sino que “las da”; y un etcétera larguísimo, y además con
notables particularidades en la construcción, modismos y neologismos. Nos daría
para escribir un libro voluminoso.
¿Qué me dice de
las palabras “vente” y “trenta”?
Que me chirrían en los oídos. El 80 % de locutores
profesionales de radio, televisión y personas entre los 20 y 60 años, en
España, llaman “vente” al número veinte y “trenta” al treinta, de muestra un
botón: el señor Rajoy, presidente del país, dice “trenta”. Sin embargo, en
periódicos, revistas o libros nadie escribe vente, ni trenta.
¿Quiénes
difunden y enriquecen nuestro idioma?
El pueblo culto soberano. Los escritores, y mención
especial merecen los columnistas y articulistas de periódicos, en realidad, lo
hacen extraordinariamente bien, aunque, como decía mi amigo y maestro Francisco
Umbral, no falta alguno que piensa con el hígado o la barriga y escribe con las
patas. También merece destacar el gran trabajo del Instituto Cervantes de
Madrid, tiene cerca de 50 sucursales en las principales ciudades del mundo de
habla no española, y desarrolla una labor fecunda de difusión y magisterio.
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