domingo, 28 de abril de 2013

La ceguera de los padres


Héctor Meza Parra


No es cierto que la lectura sea ajena al interés del alumno, lo ajeno es que los padres no están acostumbrados a leer, mucho menos a comprar libros, y esa carencia, quiérase o no, se transmite hereditariamente hasta el punto de hacer circular por la sangre el desdén y pereza por la lectura.
Esa brecha hace que los niños y jóvenes estén a años luz de los textos, y por lo tanto, no les tengan ningún cariño. En nuestro país no existe la adquisición de la cultura, es decir, de agregar al presupuesto familiar el alimento para el alma: el libro. Al padre jamás se le va escuchar decir a fin de mes: «Hijo, acompáñame a comprar libros». Esa frase, aunque parezca irónica, correspondería más a un parlamento de ciencia ficción que a un hecho cotidiano de nuestro medio.
Es más fácil, para los jefes de familia, soltar dinero para sus gustos personales o cualquier otra vanidad nada productiva, que adquirir una colección de obras literarias para la “biblioteca” de casa. Esto trae como consecuencia que la persona que lee sea catalogada de aburrida y antisocial. Lo que sucede es que se ha permitido el avance de la peste de la ignorancia y la indiferencia por lo bueno y nutritivo; es decir, siempre se estará persistiendo en lo malo y dañino, aunque uno sea consciente de ello, y ahí están la televisión y otras liviandades modernas con sus programas raquíticos y epidérmicos que no ayudan en nada a revertir esa realidad caótica.
A esto se suma la traición que se da en los hogares. Un ejemplo: cuando en el colegio se pide a los padres que adquieran tal o cual obra para su hijo o hija, lo primero que hacen es levantar la punta de las cejas en señal de desaprobación para luego de unos segundos aflojar la cara y soltar la respuesta fría: «No hay plata para libros». Y si el maestro insiste, le saltará la malicia y atacará: «Lo que pasa es que ese profesor, como se muere de hambre, quiere ganar su comisión y yo no le voy a dar de comer, ¡qué trabaje!» Y si el maestro vuelve a insistir, correrá el riesgo de ser denunciado.
Mientras ese cerebro mezquino y estrecho tutele la vida de ese padre, jamás dejará avanzar a su hijo. Por lo tanto, seguiremos teniendo una niñez tozuda, inculta  e ignorante, y en el futuro tendremos a los mismos mediocres gobernando este país dentro de una próspera, alegre y deleitable oscuridad. Ciegos guiando ciegos.

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