La obra fotográfica de Sebastián Rodríguez (Huancayo, 1896 - Morococha, 1968) se constituye en uno de los hallazgos más relevantes de los últimos años en nuestro país. Largamente olvidado, la labor de varios investigadores está permitiendo ponerla en valor. Más de setenta fotografías suyas pueden apreciarse en la exposición “Coraje”, la primera realizada en nuestra ciudad, y que se inicia en Huancayo. De aquí pasará al Museo de la Nación, y de allí a un largo periplo por el mundo (Nueva York, Madrid, París y otras grandes capitales).
"Retrato de dos mineros" (c. 1935-1945)
Copia moderna en papel de gelatina de plata.
Colección Museo de Arte de Lima,
Donación de Fran Antmann
Copia moderna en papel de gelatina de plata.
Colección Museo de Arte de Lima,
Donación de Fran Antmann
Juan Carlos Suárez Revollar
El solo hecho de tener a un fotógrafo que dedicara cuarenta años de su vida a documentar el acontecer de un asentamiento minero es de por sí extraordinario. Sebastián Rodríguez llegó a Morococha a finales de la década de los veinte —en 1928—, luego de recorrer varios asentamientos mineros con su hermano Braulio. Sus amplios conocimientos de fotografía venían de diez años de labor como asistente del reputado fotógrafo limeño Luis Ugarte (a quien conoció en Huancayo).
"Velorio de un minero muerto a causa de un accidente" (c. 1928-1940)
Copia moderna en papel de gelatina de plata.
Colección Museo de Arte de Lima,
Donación de Fran Antmann
Museum of Contemporary Hispanic Art y Familia Rodríguez Nájera
Copia moderna en papel de gelatina de plata.
Colección Museo de Arte de Lima,
Donación de Fran Antmann
Museum of Contemporary Hispanic Art y Familia Rodríguez Nájera
«Elementos específicos en la fotografía, como la decisión de Rodríguez de incluir el lago en el fondo, tendrían un significado especial para los sujetos. El lago, una metáfora común en la cosmología andina, representa tanto el centro como la periferia del universo. El agua simboliza el ciclo de la vida humana unificando diversas partes orgánicas del universo así como la vida y la muerte en sí. Las almas regresan a los lagos y las cenizas de los muertos son lavadas en los ríos junto con sus pecados, convirtiéndose en parte del flujo orgánico de la vida. Rodríguez estaba familiarizado con este símbolo circular del mundo andino y del cosmos que representaba».
Fran Antmann, "The Peasant Miners of Morococha", 1983.
Se sabe que tenía dos cámaras fotográficas, una que compró con su hermano, y otra mucho mejor de la que se hizo después, de marca Agfa, que fue la que usó para casi toda la obra suya que conocemos.
Las fotografías que tomó tienen la estética propia del siglo XIX, “y a esa misma época corresponden los procedimientos técnicos”, nos dicen Ricardo Kusunoki y Natalia Majluf, y añaden que “su propio público se inclinaba a fórmulas visuales que hacía tiempo habían pasado de moda”, es decir, la foto óleo y la fotografía iluminada, consistentes en el pintado a mano de las imágenes tomadas, y que eran usuales antes de la invención de la fotografía en color.
"Trabajadores en la entrada de la mina" (c. 1928-1940)
Copia moderna en papel de gelatina de plata.
Colección Museo de Arte de Lima,
Donación de Fran Antmann
Museum of Contemporary Hispanic Art y Familia Rodríguez Nájera
Las fotografías de Rodríguez parecen ser convencionales: todas tienen a sus sujetos posando. La razón de ello está en que su vieja Agfa era muy antigua, de gran formato, y cuyos negativos eran todavía de placa de vidrio. Por eso mismo, para tener la exposición adecuada, ésta debía ser muy larga, de forma que se “inmovilizaba a sus retratados en poses formales y rígidas”, a decir de la estudiosa Fran Antmann, quien además tiene el mérito de haber rescatado gran parte de la obra fotográfica de Rodríguez. Sin embargo, esa inmovilidad permitía una composición mucho más cuidadosa. En sus fotografías nada es dejado al azar. Desde el ángulo de la toma y el encuadre, podían bien ocultar o destacar los elementos visuales según lo que quería mostrar. Así, se anulaba o resaltaba el fondo con la hábil manipulación de la profundidad de campo –en espacios abiertos–, o se daba mayor protagonismo a algún elemento del entorno o a un personaje en particular, de modo que el conjunto reflejará exactamente lo que deseaba decir.
"El contratista Froilán Vega con su grupo de Chanquiris" (c. 1928-1940)
Copia moderna en papel de gelatina de plata.
Colección Museo de Arte de Lima,
Donación de Fran Antmann
Museum of Contemporary Hispanic Art y Familia Rodríguez Nájera
Fran Antmann dice más sobre la técnica de iluminación de Rodríguez: “para el trabajo en interiores sólo usó la luz natural que se filtraba por el tragaluz de su estudio”. Al parecer, también sus fotografías de exteriores mantenían esas “amplias gamas tonales y sutil iluminación”.
El contexto de Morococha, en sí, no es apacible, y mucho menos en la época en que vivió ahí Sebastián Rodríguez. Se trata de una ciudad áspera, extremadamente fría, donde las constantes lluvias y la rala nieve mantienen las calles cubiertas de barro. Los trabajadores de entonces enfrentaban unas condiciones laborales –y de seguridad– bastante desfavorables, y Rodríguez no lo oculta. Por eso el brusco entorno suele aparecer tal cual es, y mantiene un marcado contraste con la expresión, postura o vestimenta de los retratados, que acentúan la ternura que podría inspirar cada uno, y construye así su respectiva historia particular.
"Familia campesina llegando a Morococha" (c. 1928-1940)
Copia moderna en papel de gelatina de plata.
Colección Museo de Arte de Lima,
Donación de Fran Antmann
Museum of Contemporary Hispanic Art y Familia Rodríguez Nájera
Sebastián Rodríguez era más que un fotógrafo profesional según la acepción académica de la palabra: era un artista. Y su obra ya está ganando el sitial que merece como uno de los mayores fotógrafos peruanos del siglo XX.
“Coraje”, muestra fotográfica de Sebastián Rodríguez
Esta exposición cuenta con más de setenta fotografías de Sebastián Rodríguez, recientemente rescatadas, y se podrán apreciar hasta el 30 de noviembre en el Museo Antropológico de la Cultura Andina (Casona de la UNCP –ex Local Central– de la Bajada de El Tambo). Esta muestra se inicia en Huancayo, y continuará en un largo itinerario por el Perú, América Latina y el mundo.
QUE HERMOSOS RECUERDOS DE MI TIERRA MOROCOCHA
ResponderEliminarLUGAR DONDE PASE TODA MI INFANCIA , TIERRA QUE ACOIGIO A MIS PADRES FELIX ORTEGA Y LOLA BRAVO
GRACIAS MOROCOCHA CUNA DE FORJADORES
ESTIMADO ANÓNIMO QUE FELIZ COINCIDENCIA , YO TAMBIÉN NACÍ EN ESA TIERRA INOLVIDABLE, MIS PADRES TRABAJARON GRAN PARTE DE SU VIDA EN ELLA, TAMBIÉN VIVÍ TODA MI INFANCIA EN ESA TIERRA INOLVIDABLE, A LA DISTANCIA UN SALUDO Y ABRAZO A TODOS MIS PAISANOS EN EL PERÚ Y OTROS LUGARES DEL MUNDO.
ResponderEliminarDAVID E.C.
Nuevamente se esta exponiendo en Huancayo en la Casa de la Cultura de El Tambo - Huancayo fotografías que reflejan nuestra realidad andina en el siglo XX, invito a todos a asistir puesto que es de la misma calidad de Martín Chambi, pero en un proceso de desarrollo campesino yanacona a obrero asalariado.
ResponderEliminarSer nieto de este gran artista, es un honor. Las tardes inolvidables sentado en sus piernas al lado de la cocina de leña, a mis 3 a añicos, son mis mejores recuerdos. Soy uno de los actores de sus fotografías que solía tomar en nuestros cumpleaños. Mi madre Amada, tuvo que reemplazarla en su trabajo cuando el enfermó . Recuerdo las esperas del tren que ansioso por las mañanas me alegraba la vida. Gracias papá Chapa por darme esa niñez inolvidable
ResponderEliminar