lunes, 27 de junio de 2011

MACHU PICCHU: explicaciones sobre una maravilla en su centenario

Manuel F. Perales Munguía


Un 24 de julio del año 1911, el norteamericano Hiram Bingham, profesor de historia latinoamericana en la Universidad de Yale, tuvo por primera vez ante sus ojos los vestigios de un impresionante complejo arquitectónico de la época inca, que se levantaba en medio de una tupida maleza tropical en la cima de la cumbre montañosa conocida como Machu Picchu. Ciertamente el lugar era conocido desde mucho tiempo antes por la gente de lugar, sin embargo debemos reconocer que fue Bingham quien mostró esta maravilla de la civilización inca al mundo y a la comunidad académica. Precisamente fueron él y su equipo quienes retiraron la vegetación que había invadido el lugar, levantaron los primeros planos del complejo, registraron fotográficamente las edificaciones y efectuaron limpiezas de superficie y excavaciones, producto de las cuales se recuperaron muchísimos objetos y artefactos de cerámica, metal, piedra, entre otros materiales, que fueron enviados al Museo Peabody de la Universidad de Yale, muchos de los cuales felizmente ya están de nuevo en nuestro país después de casi un siglo.
No obstante la relevancia de la información obtenida por Bingham, aún hoy los expertos siguen discutiendo acerca de lo que en realidad fue Machu Picchu. En declaraciones recientes del arqueólogo Federico Kauffmann ha manifestado que dicho complejo habría constituido en el fondo un lugar de culto y un centro administrativo de los territorios al oriente del Cusco, establecido como parte de un proyecto estatal orientado hacia la ampliación de la frontera agrícola hacia esos territorios. Esta posición ha sido respaldada en parte por Fernando Astete, jefe del Parque Arqueológico de Machu Picchu, quien asegura además que, como centro administrativo, Machu Picchu debió ser el nexo entre los valles interandinos cusqueños y la selva alta del Urubamba. Por su parte la historiadora Mariana Mould de Pease, artífice del retorno a nuestro país de buena parte de las piezas obtenidas por Bingham en Machu Picchu, señala que este lugar debió desempeñar el papel de centro religioso estatal puesto que en su entorno se encuentran muchas montañas tutelares y accidentes geográficos que solían tener un carácter sagrado para la sociedad inca, tal como ha aclarado el arqueólogo Julinho Zapata, quien ha llevado a cabo algunas investigaciones en la zona. A estos aspectos podríamos agregar que, según Peter Kaulicke, profesor de arqueología en la Pontificia Universidad Católica del Perú, en Machu Picchu existen indicios que sugieren que allí se llevaron a cabo actividades rituales en las cuales el agua fue un elemento sumamente importante.
Desde el punto de vista de la arqueoastronomía también se ha propuesto que la arquitectura de Machu Picchu está estrechamente ligada a fenómenos astronómicos, según sostiene Gary Urton, profesor de antropología en la Universidad de Harvard, quien incluso ha señalado que en los andenes del lugar se habrían cultivado plantas ornamentales cuyo significado se habría asociado a fechas importantes del calendario inca como los solsticios que suceden tanto en junio como en diciembre, momentos en los cuales se realizaban las principales festividades del calendario inca como el Inti Raymi y el CápacRaymi. Sin embargo, el planteamiento que ha encontrado mayor respaldo en las fuentes históricas hasta el momento, particularmente en un documento que data del año 1568, propone que Machu Picchu habría constituido un complejo palaciego perteneciente al inca Pachacutec, una suerte de gran hacienda a modo de una descomunal casa de retiro donde este gobernante y su familia real habrían disfrutado de momentos de solaz y descanso, comiendo en vajilla de plata, aseándose en un baño de piedra labrada y gozando de la belleza de hermosos jardines reales llenos de orquídeas exóticas. No obstante las críticas frente a estos planteamientos, especialistas como Richard Burger, profesor de antropología en la Universidad de Yale, dicen que este excelso complejo de edificios debió además expresar simbólicamente el dominio inca sobre la región del Urubamba. Finalmente, y aunque guardan alguna relación con lo que se acaba de mencionar, los planteamientos del prestigioso arqueólogo Luis G. Lumbreras apuntan más bien en señalar a Machu Picchu como un conjunto arquitectónico que tenía como elemento central un gran mausoleo real, destinado precisamente a conservar el cuerpo momificado del mismo inca Pachacutec, además de la presencia de varias criptas que debieron estar destinadas a personajes importantes, ligados a este soberano inca.
De todo lo expresado se colige en forma clara que aún hay mucho por investigar en Machu Picchu y en dicha tarea el Estado Peruano, a través de sus diferentes instancias, debería mostrar un mayor compromiso. Asimismo, urge llevar a cabo estudios e intervenciones orientadas a conservar la arquitectura y los demás bienes recuperados en Machu Picchu, así como a mitigar el impacto de la intensa actividad turística que allí sucede. Al conmemorarse este año el centenario de Machu Picchu para el mundo esperamos que nuestros gobernantes lleven a cabo acciones más efectivas para proteger el riquísimo patrimonio arqueológico del país y que estas celebraciones no queden sólo en el papel, orientadas al mero lucro económico sobre la base de la explotación envilecedora de nuestra cultura.


Al conmemorarse este año el centenario de Machu Picchu para el mundo esperamos que nuestros gobernantes lleven a cabo acciones más efectivas para proteger el riquísimo patrimonio arqueológico del país.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe tu comentario aquí.