Cuando descubres la magia indescriptible que conmueve tu alma a través de las palabras, y se vierten tras la facha de una obra literaria, es el momento en que, tal vez, puedas atreverte a aseverar que entiendes la razón de ser de aquellos que dicen y creen amar a la literatura.
Uno de los libros que marcó mucho mi gusto, por idear un mundo más allá de mi entorno cuando me sumerjo en una realidad alterna, es, sin duda, “El Túnel” del genial Ernesto Sábato. Me impactó descubrir en él a un escritor que perpetúa el saber filosófico y psicológico de nuestro tiempo, dando paso a aquello que llamamos universalidad, mientras permanece siendo la imagen misma de nuestra sociedad compleja y, a la vez, accesible a nuestro supuesto entendimiento.
El Túnel es peculiar, porque ha de resolver el dilema del aquel pintor llamado Juan pablo Castel, quien se enamora sin tregua de la única mujer que, realmente, cree que lo entiende y, ante la efervescencia de su pasión desmedida, el destino y su intrincado mundo, resuelto en acciones matizadas por la sombra de la desgracia, marcan en él la pauta para comprender luego, tras rejas de una prisión, que jamás podrá poseer al ser que fue alguna vez su razón para vivir. Ante la impotencia que siente, al descubrir la falsedad de las aseveraciones amorosas y sus argucias que encubrían la infidelidad múltiple de su amada, el artista; al sentir su amor propio herido letalmente, su ego hecho trizas y desposeído en la impotencia sin tregua al perdón y al olvido; la asesina, perpetuando el hecho, sin desparpajos, a la cúspide de su perniciosa existencia.
María, la musa de Castel y la culpable de sus infortunios, lleva un nombre sacrosanto que alude a la inocencia virginal; sin embargo, Sábato la ironiza en una antítesis de su origen, personificando de tal forma a una mujer seductora y fatal, con la sutil frivolidad que va a desencadenar los arrebatos funestos del hombre que cree amarla, avasallando su coherencia, socavando su reflexión y desmedrando su arrepentimiento.
El placer carnal, el supuesto “amor” y la gran hipocresía existencial, fluctúan con los sentimientos más profundos que puede sentir el ser humano, más allá de los valores que tanto proclama la moral. Es así que Ernesto Sábato brinda la ironía propicia para cuestionar a nuestros pensamientos que bregan entre la eterna lucha de hacer el bien para ganar el paraíso, o pecar y sucumbir en el infierno.
Para finalizar, cito una de las frases de Castel que más me impactó: “Estoy pagando la insensatez de no haberme conformado con la parte de María que me salvó (momentáneamente) de la soledad. Ese estremecimiento de orgullo, ese deseo creciente de posesión exclusiva, debían haberme revelado, que iba por mal camino, aconsejado por la vanidad y la soberbia”.
Me impactó descubrir en él a un escritor que perpetúa el saber filosófico y psicológico de nuestro tiempo, dando paso a aquello que llamamos universalidad.
Me agrada saber que esta es una opinión y no una verdad ex cátedra porque a fin de cuentas el malabarismo de las palabras empleado por la opinante me saben más a sofismo que a verdad. Me agrada saber también que la construcción del significado de El Túnel de Sábato para mí es distinta a la aquí escrita y por lo mismo brilla con otra intensidad.
ResponderEliminarCada persona tiene su propio punto de vista y en literatura, es válido las interpretaciones diversas, sin desmedro, a una posición diferente al que uno posee.
ResponderEliminarEn lo personal, coincido en cierta forma, con lo escrito por Patricia, a su vez discrepo con algunas afirmaciones que expone, sin embargo, someterlo a una verdad ex cátedra como menciona el anterior comentario, me parece una exageración egocéntrica y altanera de un posible intelectualide.
Lo que si me llama la atención es el trabajo del editor, a quien le sugeriría tener más cuidado en la publicación de los artículos, para evitar errores propios de edición más que de contenido.