La ciudad y los perros
Mario Vargas Llosa
Quería emborracharme a ver si así le hacía caso. Después prendió la radio y me dijo: "te voy a enseñar a bailar". Me apretaba con todas sus fuerzas y yo la dejaba, pero seguía haciéndome el tonto. Al fin me dijo: “¿nunca te ha besado una mujer?”. Le dije que no. "¿Quieres ver cómo es?". Me agarró y comenzó a besarme en la boca. Estaba desatada, me metía su lengua hedionda hasta las amígdalas y me pellizcaba. Después me jaló de la mano hasta su cuarto y se desvistió. Desnuda, ya no parecía tan fea, todavía tenía el cuerpo duro. Estaba avergonzada porque yo la miraba sin acercarme y apagó la luz.
Mario Vargas Llosa
Quería emborracharme a ver si así le hacía caso. Después prendió la radio y me dijo: "te voy a enseñar a bailar". Me apretaba con todas sus fuerzas y yo la dejaba, pero seguía haciéndome el tonto. Al fin me dijo: “¿nunca te ha besado una mujer?”. Le dije que no. "¿Quieres ver cómo es?". Me agarró y comenzó a besarme en la boca. Estaba desatada, me metía su lengua hedionda hasta las amígdalas y me pellizcaba. Después me jaló de la mano hasta su cuarto y se desvistió. Desnuda, ya no parecía tan fea, todavía tenía el cuerpo duro. Estaba avergonzada porque yo la miraba sin acercarme y apagó la luz.
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