Evolución
Benjamín Román Abram
El
ojo del homínido ubica la presa, su mano suelta la redondeada piedra, al rato,
impulsa velozmente sobre su hombro una mortal lanza. El sujeto no se detiene.
Empuña el arco, pule la espada y libera la catapulta. Luego se limpia las manos
de la nueva pólvora. Apresura al átomo, esta vez presiona el botón rojo y el
misil termonuclear más poderoso, jamás maquinado, impacta de lleno en su propia
humanidad.
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