lunes, 19 de agosto de 2013

COLUMNA: UN MUNDO PERFECTO

Mátalos suavemente

Jorge Jaime Valdez


Después de meses de una cartelera realmente pobre llegó una película de mucho interés. Ocurrió lo que suele suceder con este tipo de cintas: paso desapercibida, sin pena ni gloria; sin embargo, merece un comentario en un intento por hacer algo para que una buena obra no se eche al olvido.
Mátalos suavemente (2012) es un filme del director neozelandés Andrew Dominic, conocido entre nosotros por dirigir, hace algunos años, un western estupendo, poético, personal y diferente desde su largo nombre: El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (2007), encarnado por un Brad Pitt memorable que demostró con contundencia que podía actuar y no solo ser el “sex simbol” que nos vendió Hollywood y su maquinaria monstruosa.
Otra vez se juntan estos dos talentos del cine norteamericano actual y nos presentan un policial atípico, con el sello particular de Dominic y otra actuación formidable de Pitt, quien además produce la cinta.
La historia sucede en New Orleans por la época del huracán Katrina, se abre con la voz en off de Barack Obama, durante su campaña a la presidencia de su país, y se cierra en un bar de mala muerte con otro discurso político del mismo, esta vez, ya elegido como presidente. El tema de los discursos políticos es un pretexto para criticar a toda la sociedad norteamericana, pero no es una película política, es un policial oscuro, muy cercano al “cine noir”, desencantado y en buena forma.
Encontramos gánsteres decadentes como Ray Liotta, el actor principal de Buenos muchachos, la obra maestra de Martin Scorsese, alcohólicos como James Gandolfini, asesinos cínicos como Pitt o torpes asaltantes que más parecen vagabundos; uno de ellos se dedica a secuestrar perros finos para pedir rescates millonarios y, por la naturaleza de su trabajo, huele literalmente a “mierda”.
Brad Pitt interpreta a un sicario que debe saldar cuentas con quienes le robaron a la mafia enquistada en los casinos clandestinos. Durante toda la historia vemos espacios cerrados y asfixiantes que contribuyen a crear una atmósfera deprimente, oscura, lluviosa, que nos recuerda a las cintas de los hermanos Coen, de Francis Ford Coppola  o al mejor Scorsese.
Los méritos de “Killing Them Softly” son muchos. Decía que es atípico porque, a pesar de ser un policial, está lleno de diálogos largos y muchos tiempos muertos, que es una elección premeditada de su director para imprimirle su sello personal, pero los momentos de acción, cuando llegan, son memorables: la escena del asesinato en un auto es impresionante, no escuchamos la violencia brutal que se está viviendo, sólo la vemos, con una cámara ralentizada y acompañada de una canción que estiliza la crueldad más dura.

El final de Mátalos suavemente es soberbio: el asesino encarnado por Pitt filosofa acerca del discurso de los políticos, y nos dice que el mensaje esperanzador es una estafa, porque no hay esperanzas; sentencia que esa no es una comunidad, que no es un pueblo, que todos están solos, que Estados Unidos no es un país, que es un negocio. Quizás suene duro y pesimista, pero encierra una verdad preocupante.

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