Roald Dahl, El Ultimo Acto
Y allí quedaron tumbados, ella
aferrándose a él como si fuese la última cosa que quedara en el mundo, y él, extrañamente callado, vigilante, concentrado, desenredándose lentamente de su abrazo y empezando a tocarla en sitios distintos con aquellos dedos, aquellos expertos dedos de cirujano.
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