Martín Chilo Espinoza
Fue hace más de diez años cuando empecé a leer a Mario Vargas Llosa. Antes leía obras clásicas de Víctor Hugo, Alejandro Dumas, Edgard Allan Poe o Gustav Flaubert. Siento que mi caso fue atípico, ya que decidí leer su libro autobiográfico, “El pez en el agua”; en cambio, algunos compañeros de colegio y universidad primero se embarcaron en libros como “La casa verde” o “La ciudad y los perros”. Luego de leer este fascinante libro, saque la conclusión que los elementos culturales, así como personales, eran la piedra fundamental de la corriente literaria denominada: “Realismo mágico”, cuyos exponentes mezclan temas profundos como la soledad, la incapacidad del amor —a fin de explicar la existencia humana—, y el fatalismo.
“El pez en el agua” tiene una exquisita propuesta. Mezcla la vida personal de Vargas Llosa, con su corta carrera política durante la campaña presidencial de 1990, en la que fue derrotado por Alberto Fujimori.
En cada capítulo identifique cosas que me ayudaron mucho en mi manera de pensar. En el aspecto artístico, comprendí que sí se podía trasladar al campo de la literatura las experiencias personales, y jugar a cada instante con el tiempo a fin de crear un suspenso —delicioso— en el lector.
Asimismo, “El pez en el agua”, para mí, es más que un libro autobiográfico, viene a ser una radiografía de lo que fue el Perú durante la década del noventa –sobre todo, durante aquellas elecciones presidenciales–, debido al clima de violencia que se vivió en nuestro país, y como un hombre comprometido con su nación, Vargas Llosa demostró que sí se podría hacer una campaña política enarbolando la bandera de la verdad y la decencia.
En los capítulos que evoca su vida personal, revela el shock que le produjo el conocer la existencia de su padre a quien creía muerto. Además, podemos darnos cuenta de las peleas que tuvo con él. Estas rencillas obligaron al pequeño “Mario” a refugiarse en la lectura, que para él es una aventura mágica, y en la escritura, como una manera de rebelarse contra la realidad y el tiempo tangible.
Hoy a más de 17 años de su publicación, rindo un tributo personal al “Pez en el Agua” y puedo decir que es uno de los libros que marcó mi vida, por su estilo de narración que me cautivó y fue el inicio para leer obras como: “Conversación en La Catedral”, “Lituma en Los Andes”, “La tía Julia y el escribidor” y “La Fiesta del Chivo”.
Fue hace más de diez años cuando empecé a leer a Mario Vargas Llosa. Antes leía obras clásicas de Víctor Hugo, Alejandro Dumas, Edgard Allan Poe o Gustav Flaubert. Siento que mi caso fue atípico, ya que decidí leer su libro autobiográfico, “El pez en el agua”; en cambio, algunos compañeros de colegio y universidad primero se embarcaron en libros como “La casa verde” o “La ciudad y los perros”. Luego de leer este fascinante libro, saque la conclusión que los elementos culturales, así como personales, eran la piedra fundamental de la corriente literaria denominada: “Realismo mágico”, cuyos exponentes mezclan temas profundos como la soledad, la incapacidad del amor —a fin de explicar la existencia humana—, y el fatalismo.
“El pez en el agua” tiene una exquisita propuesta. Mezcla la vida personal de Vargas Llosa, con su corta carrera política durante la campaña presidencial de 1990, en la que fue derrotado por Alberto Fujimori.
En cada capítulo identifique cosas que me ayudaron mucho en mi manera de pensar. En el aspecto artístico, comprendí que sí se podía trasladar al campo de la literatura las experiencias personales, y jugar a cada instante con el tiempo a fin de crear un suspenso —delicioso— en el lector.
Asimismo, “El pez en el agua”, para mí, es más que un libro autobiográfico, viene a ser una radiografía de lo que fue el Perú durante la década del noventa –sobre todo, durante aquellas elecciones presidenciales–, debido al clima de violencia que se vivió en nuestro país, y como un hombre comprometido con su nación, Vargas Llosa demostró que sí se podría hacer una campaña política enarbolando la bandera de la verdad y la decencia.
En los capítulos que evoca su vida personal, revela el shock que le produjo el conocer la existencia de su padre a quien creía muerto. Además, podemos darnos cuenta de las peleas que tuvo con él. Estas rencillas obligaron al pequeño “Mario” a refugiarse en la lectura, que para él es una aventura mágica, y en la escritura, como una manera de rebelarse contra la realidad y el tiempo tangible.
Hoy a más de 17 años de su publicación, rindo un tributo personal al “Pez en el Agua” y puedo decir que es uno de los libros que marcó mi vida, por su estilo de narración que me cautivó y fue el inicio para leer obras como: “Conversación en La Catedral”, “Lituma en Los Andes”, “La tía Julia y el escribidor” y “La Fiesta del Chivo”.
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