Triste, solitario y final
Osvaldo Soriano
El detective abrió un poco más la puerta y miró hacia adentro. La mujer estaba de pie, en medio del living, desnuda y sin consuelo. Tenía el cuerpo tostado por el sol, salvo en los lugares que un bikini pequeño había ocultado. Los pechos eran firmes y erectos; el vello del pubis era ralo pero suficiente, y los muslos, agresivos y suaves. No se tapaba más que la cara y tenía convulsiones ahogadas.
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