lunes, 21 de octubre de 2013

COLUMNA: AVISO PARA NAVEGANTES

La bellísima Anayanzi

Carlos Villanes Cairo

Los cronistas dicen que Anayanzi era linda. Tenía 15 años y parecía una flor exótica, alta y garbosa, de afinada silueta por la natación y los vapores salinos, entre las playas doradas y las aguas turquesas, en el transparente y siempre tibio mar del Caribe. Hija primogénita del poderoso cacique Huicom, vivía cerca de La Española, en la capital del viejo Santo Domingo.
Cuando Balboa la conoció, el español ya no era guerrero sino un simple agricultor, desengañado porque las promesas de coger oro con las manos se habían evaporado y muchos de los que persistían morían en los manglares devorados por fiebres, caimanes, colosales serpientes, los casi invisibles mosquitos o en las ollas comunes de los caníbales, que sí los hubo.
Vasco Núñez de Balboa, al que en Panamá llamaban, simplemente, Balboa, se enamoró perdidamente de Anayanzi, y descubrió que a la bella no se la podía conquistar a lo bestia, como lo hacían sus compañeros de aventuras. Peor con la violencia incriminatoria, la machada salvaje de la violación, o con el auxilio de “los perros de la conquista” —mastines enloquecidos con las fauces babeantes, que devoraron a muchos caribeños—.
Era casi una princesa y había que cortejarla. Balboa la estuvo rondando hasta que decidió pedir su mano a Huicom. El cacique dijo que Anayanzi era muy joven y, si ella quería, podían ser amigos.
Balboa venía de una familia encumbrada, era alto en comparación a los demás y dicen que de ojos claros y barba y cabellos ambarinos. Se enamoraron y él prosperó en la siembra de sus tierras, se prestó mucho dinero para invertirlo y cuando se acercaba la gran cosecha, un huracán, los dejó con una mano delante y la otra detrás. Endeudado, huyó a Tierra Firme (Panamá), y no tuvo alternativa: volver a su carrera de soldado. Ganó batallas. Fundó Santa María la Antigua del Darien, primera ciudad en el Continente.
 En Santo Domingo, Huicom se levantó por los abusos y fue asesinado. Anayanzi fugó a Santa María y encontró a Balboa proclamado gobernador. Él la tomó por esposa con el rito indígena, y después de muchas penurias, el 23 de septiembre de hace 500 años, fue el primer español en ver el Mar del Sur, por eso le llaman el “descubridor del Océano Pacífico”.
Apareció el sanguinario Pedrarias, autorizando a Balboa seguir con sus conquistas hacia el sur. Pero detrás estaba un intrigante, Francisco Pizarro, y enlodando a Balboa prometió capturarlo, achacándole traición a la corona en favor propio y de vivir amancebado con una india.
Sin mucho protocolo, Pizarro, un capitanejo bastardo, analfabeto y exporquerizo, ordenó que se le decapitara en Acla y la cabeza fuera expuesta. No se le consideró el rango de Adelantado de los Mares del Sur.

Anayazi, auxiliada por viejos servidores de su padre, raptó el cuerpo de Balboa y lo enterró. También quitó su cabeza de la pica, la hizo hundir en el Océano Pacífico y se internó en el monte. En premio de su traición, autorizaron a Pizarro marchar hacia Perú.

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