Las posadas han sido utilizadas universalmente como lugares oferentes de alojamiento temporal a los viajeros. En los Andes peruanos estos lugares se llamaban “tambos”. En un territorio tan complejo en donde la hostilidad del desierto o la soledad de las montañas andinas hacían del viajero un ser indefenso, divisar desde lo alto, en la lejanía, el esperanzador tambo que lo esperaba era como alcanzar un oasis.
Los “tambos” sirvieron principalmente a los viajeros a lo largo del Capac Ñan, que es el nombre original del gran camino imperial que unía, a través de una eficientísima red de caminos, el Cusco con Quito. El cronista Pedro Cieza de León, quien durante la conquista recorrió gran parte del territorio inca gracias al Capac Ñan, escribe en sus Crónicas del Perú: “Una de las cosas de que yo más admiré contemplando y notando las cosas deste reyno fue pensar cómo y de que manera se pudieron hazer caminos tan grandes y soverbios como por él vemos y qué fuerzas de hombres bastaron para poder hazer y con que herramientas y estrumentos pudieron allanar los montes y quebrantar las peñas para hazerlos tan anchos y buenos como están. Todo eso igual que los tambos, que son posadas bien llenas de granos y carne seca para los mensajeros que en ellos pernoctan”.
Así, los Incas lograron hacer del tambo toda una institución, distribuida estratégicamente a lo largo del Capac Ñan, instalando estructuras con habitaciones para los huéspedes, depósitos climatizados para los productos y corrales para el aposento de sus caravanas de llamas cargueras. Estos lugares brindaban todos los servicios de comida, cobija, leña, agua. Como eran lugares públicos servían, además, para la planificación general de la distribución de los recursos a la población en tiempos de sequía y guerra. La historia dice que en ese lugar se aprovisionaban de alimentos y vituallas los "chasquis" o mensajeros, el ejército y los caminantes.
Cuando los españoles invadieron el territorio entre 1532 y 1533 (algunos sostienen que mucho antes incluso), se impresionaron de los grandes tambos.
En Huancayo había tres según descripción de los cronistas: uno a la vera derecha del río Shullcas; otro en los pagos de Gualahoyo; y otro en San Jerónimo de Tunán. De estos tres, el más grande era el que se encontraba a la salida de Huancayo, es decir, el de este distrito, que siempre cautivó por su feracidad a los visitantes. Fueron sobre todo Guaman Poma de Ayala y Antonio Raymondi quienes se asomaron al asombro viendo tan grande y rica construcción.
Se cree que luego de que la Nación Wanka fuera sometida por el conquistador Cápac Yupanqui, entre los años 1409 y 1411, su padre, el Inca Pachacutec, dispuso que se construyera este "Tambo" para el descanso de la comitiva imperial y relevo de los mensajeros cusqueños.
Con el advenimiento de los españoles, la pintoresca arquitectura de este Tambo no fue destruida, sino que fue enriqueciéndose para seguir sirviendo a la sociedad. Cuando llegaron los conquistadores hispanos, encontraron una construcción casi precaria de habitaciones adosadas en torno a grandes patios donde se descargaban los animales y se guardaban las mercaderías. Con el tiempo esta construcción fue consolidándose con pequeñas habitaciones más seguras, hechas de piedras y barro, con puertas, postigos y ventanas al estilo europeo. Su presencia arraigó el nombre de Tambo no solo para el barrio, sino además para todos los alrededores. Esta construcción despareció, al parecer, durante el terremoto de 1742, pues no ha quedado evidencia de ella.
Sin la presencia física de la hospedería, a principios del siglo XX, ya existía el barrio de El Tambo, y el censo de 1940 registró 89 familias y 428 habitantes. El 5 de setiembre de 1942, un grupo de vecinos notables se reunieron para constituir un subcomité de urbanismo con la finalidad de velar por los intereses comunes. El 8 de noviembre de ese mismo año se constituyó con carácter definitivo el Comité Pro-Distrito y Urbanismo, logrando su objetivo el 13 de noviembre de 1943 —es decir hace 65 años— mediante Ley Nº 9847, promulgada por el Presidente de la República don Manuel Prado Ugarteche.
Los “tambos” sirvieron principalmente a los viajeros a lo largo del Capac Ñan, que es el nombre original del gran camino imperial que unía, a través de una eficientísima red de caminos, el Cusco con Quito. El cronista Pedro Cieza de León, quien durante la conquista recorrió gran parte del territorio inca gracias al Capac Ñan, escribe en sus Crónicas del Perú: “Una de las cosas de que yo más admiré contemplando y notando las cosas deste reyno fue pensar cómo y de que manera se pudieron hazer caminos tan grandes y soverbios como por él vemos y qué fuerzas de hombres bastaron para poder hazer y con que herramientas y estrumentos pudieron allanar los montes y quebrantar las peñas para hazerlos tan anchos y buenos como están. Todo eso igual que los tambos, que son posadas bien llenas de granos y carne seca para los mensajeros que en ellos pernoctan”.
«Los Incas lograron hacer del tambo
toda una institución, distribuida
estratégicamente a lo largo del Capac Ñan».
Cuando los españoles invadieron el territorio entre 1532 y 1533 (algunos sostienen que mucho antes incluso), se impresionaron de los grandes tambos.
En Huancayo había tres según descripción de los cronistas: uno a la vera derecha del río Shullcas; otro en los pagos de Gualahoyo; y otro en San Jerónimo de Tunán. De estos tres, el más grande era el que se encontraba a la salida de Huancayo, es decir, el de este distrito, que siempre cautivó por su feracidad a los visitantes. Fueron sobre todo Guaman Poma de Ayala y Antonio Raymondi quienes se asomaron al asombro viendo tan grande y rica construcción.
Se cree que luego de que la Nación Wanka fuera sometida por el conquistador Cápac Yupanqui, entre los años 1409 y 1411, su padre, el Inca Pachacutec, dispuso que se construyera este "Tambo" para el descanso de la comitiva imperial y relevo de los mensajeros cusqueños.
Con el advenimiento de los españoles, la pintoresca arquitectura de este Tambo no fue destruida, sino que fue enriqueciéndose para seguir sirviendo a la sociedad. Cuando llegaron los conquistadores hispanos, encontraron una construcción casi precaria de habitaciones adosadas en torno a grandes patios donde se descargaban los animales y se guardaban las mercaderías. Con el tiempo esta construcción fue consolidándose con pequeñas habitaciones más seguras, hechas de piedras y barro, con puertas, postigos y ventanas al estilo europeo. Su presencia arraigó el nombre de Tambo no solo para el barrio, sino además para todos los alrededores. Esta construcción despareció, al parecer, durante el terremoto de 1742, pues no ha quedado evidencia de ella.
Sin la presencia física de la hospedería, a principios del siglo XX, ya existía el barrio de El Tambo, y el censo de 1940 registró 89 familias y 428 habitantes. El 5 de setiembre de 1942, un grupo de vecinos notables se reunieron para constituir un subcomité de urbanismo con la finalidad de velar por los intereses comunes. El 8 de noviembre de ese mismo año se constituyó con carácter definitivo el Comité Pro-Distrito y Urbanismo, logrando su objetivo el 13 de noviembre de 1943 —es decir hace 65 años— mediante Ley Nº 9847, promulgada por el Presidente de la República don Manuel Prado Ugarteche.
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