Tiene la mirada viva, los ademanes prestos, la vida marcada en los nobles surcos de su piel. Se llama Donatilda Arguedas Matamoros, “Dona” para los amigos, y es la sobrina carnal de José María Arguedas. Hija de Félix Arguedas Altamirano, hermano del notable escritor peruano, vive desde los catorce años en Huancayo y aquí hace un recuento lúcido de su vida al lado del gran escritor.
“Llegué muchachita de Andahuaylas, para vivir y trabajar en Huancayo, y fue aquí donde conocí por primera vez al tío José María”, dice Dona. Habla con energía, con absoluta convicción, y nos pide que le hablemos un poco fuerte porque el oído la traiciona. “La primera vez que lo vi me sorprendió su cariño, el afecto que mostró por mí, seguramente porque yo era la única hija de su querido hermano Félix, que murió joven”.
Dona tiene la memoria tan viva como su mirada. Recuerda que José María era muy alegre, muy querendón, y que tenía muchos amigos, le gustaba cantar en quechua y tocar la guitarra. “Yo lo conocí en los años cincuenta, cuando él venía a Huancayo y lo recibían sus amigos”. Entre ellos figuraban, en primera línea, Leoncio Rojas Izarra (fallecido hace poco a los 102 años), Sergio Quijada Jara, Manuel Baquerizo Baldeón, Federico Gálvez Durand y otros más, con quienes siempre estaba trabajando temas de antropología, arqueología y cultura.
Dona tiene anécdotas que contar de su famoso tío: “Era alegre, pero se deprimía mucho y por eso siempre estaba amenazando con suicidarse, tanto así que una vez mi tía Nelly, la última de las hermanas, le dijo ‘ay, José María, tú tanto amenazas con matarte y nada’. El tío se resintió por eso y cambió su testamento sin dejarles nada a sus hermanos. Lamentablemente, ya sabemos cómo terminó el tío”. Nos confía algo que pocos saben: José María Arguedas intentó suicidarse más veces de las que las crónicas oficiales dan cuenta, tal como lo contó él mismo en sus cartas familiares. “Lloré mucho cuando me enteré de su suicidio, como su familia que era, porque se había hecho querer mucho”, dice Dona.
Cada vez que él llegaba a Huancayo, ella lo apoyaba en todo, igual como lo hizo, después de su muerte, con su viuda Sybila Arredondo, cuando ella decidió radicarse un par de años en Huancayo. “Yo le busqué la casa donde vivió ese tiempo. Fue en la Avenida 13 de Noviembre y Huancavelica. Ella me quería mucho y estuvimos muy cerca durante toda esa temporada”.
El rostro de Dona se agrava cuando le toca hablar de la supuesta hija de José María. “No es verdad que mi tío José María haya tenido una hija secreta en Apata, como dicen algunos aquí en Huancayo. Mi tío no podía tener hijos, porque sino los hubiera tenido en sus dos matrimonios, o con la chica que tuvo en Piura. Además, qué razón tenía él para esconder a una hija. Si la hubiera tenido, estoy segura que no la hubiera ocultado, sino que se hubiera sentido muy orgulloso de ella. En la familia se dice que mi tío José María conoció a la mamá de la supuesta hija cuando ya estaba embarazada. Mi tío Arístides hizo una declaración al respecto en La Voz de Huancayo, donde desmentía la paternidad del tío José María, porque él sabía que no era cierto”. Dona, siempre enérgica, briosa, dice que José María Arguedas envió una carta al Arzobispado de Huancayo para que retirara el apellido que la mamá le había puesto a la niña. Asegura tener esa carta entre sus cosas: “Es más, sabemos que Vilma (la supuesta hija) estudió el colegio con los apellidos Ponce Ponce. Recién cuando muere el tío José María, en 1969, se hace poner de nuevo el apellido Arguedas. Imagino que lo hizo para heredar los derechos de autor”, dice Dona.
Hay mucho más pan para rebanar, pero las cosas deben hacerse con calma, pues tenemos Dona para rato y, por ello, preferimos dejarla por el momento.
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