Giulissa Segura Quiroz
Cual viento huracanado corría la fiera por aquellos verdes prados, tan libre y viajera como siempre lo fue. Su pálida crin se mezclaba con su mirar azulado, y sus fuertes pisadas estremecían al más bravo guerrero. Un disparo sordo se oyó a lo lejos, el destello cristalino de su más preciado tesoro cayó en la grama. “Tu libertad ahora es mía, evasivo unicornio”, pronunció el alquimista dispuesto a tomar su botín.
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