José María Arguedas y Josué Sánchez:
Luis Puente de la Vega Rojas
La pintura y la literatura son dos vertientes de un mismo río. Ambas alimentan al hombre y lo descubren como un ser dispuesto a dar lo mejor de sí por aquello que ama y admira. En la siguiente entrevista, Josué Sánchez, nuestro pintor más destacado, habla sobre José María Arguedas, y la huella indeleble que el escritor ha dejado sobre sus lienzos.
Es bien sabido que, en su trabajo, hay una gran influencia de la obra de José María Arguedas ¿Llegó usted a conocerlo?
Sí, yo tenía mucho interés por conocerlo. Lo admiraba, pues había leído algunas de sus obras. Fui al Instituto de Cultura, cuando él estaba en la dirección y lo escuché hablar sobre el campo, el campesinado y sobre el Dr. Quijada Jara. Fue algo muy rápido, pero para mí, fue un gran honor conocerlo.
¿Cómo empieza la influencia de Arguedas sobre usted?
Yo ya había leído obras semejantes a las de él, pero el día que cogí “Yawar Fiesta” y “Agua”, vi que había algo más en sus historias; había más profundidad en los temas del campo, que me llevaban mucho más a la realidad en la que yo había vivido. Entonces, encontraba eso y me estimulaba a conocer más de él.
Arguedas fue un escritor muy prolífico. De entre todo lo que usted ha leído, ¿Cuáles son los libros que más lo han marcado?
He leído casi toda su obra, pero me impresionaron mucho “Los ríos profundos” y “Todas las sangres”, sin embargo, cada una de sus novelas tiene un lugar especial, un espacio diferente que desarrolla un tema distinto. Luego, también, están libros más fuertes como “El sexto”, que no es de mis favoritos, pero es relevante. Se tiene “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, que es el diario donde habla de todo lo que le ha pasado en su vida y donde muestra todas sus contradicciones con Cortázar sobre ser un escritor, y donde también manifiesta su sufrimiento y anuncia su final. Luego, vendría un libro que considero como una biblia andina: “Dioses y hombres de Huarochirí”, que es la traducción de un manuscrito de 1577, que recogió Francisco de Ávila, y que Arguedas traduce con un encanto narrativo increíble.
Usted ha ilustrado también algunos de sus libros.
Sí, ilustré este último por encargo de Siglo XXI. Para mí fue todo un honor ilustrar la portada y algunos interiores. Lo hice con mucho gusto, aunque esto me obligó a pintar muchos cuadros más. Otro gran libro, que, sin embargo, no ha sido tan difundido es “Cuentos mágico religiosos de Lucanamarca”. Son relatos que salieron en una revista de la Universidad de San Marcos, durante los años 70, pero que no se volvieron a reeditar. Durante esa década, los empecé a ilustrar. Fue difícil encontrar quien lo quisiera publicar, pero actualmente está en edición. Probablemente, para Junio debe estar listo, con el sello de Quiroz Editores.
Frente a esto, ¿Cómo ve hoy a la obra de José María Arguedas?
José María Arguedas no tiene un alcance fuerte, no se ha leído mucho. Aun en Europa, hay una gran dificultad para leerlo, pues presenta un mundo andino tan complicado que parece una fantasía, tan inverosímil, que solo los que la hemos vivido, podemos entender.
Durante este año, se habla mucho sobre Arguedas, y, también, se ha dicho mucho sobre su supuesta paternidad, de una hija, en Apata. ¿Qué cree usted con respecto a esto?
Rotundamente, él no ha tenido una hija. Yo leí una carta en la que Arguedas le decía a su amigo, el Dr. Quijada Jara: “Sergio, tu sabes que no puedo tener hijos. Cuánto me hubiera gustado tenerlos. Tú ve ese caso”. Era un juicio que él tuvo, y por el cual sufría, al punto de querer, como en otras ocasiones, suicidarse. Quijada Jara llamó a la madre de la niña, habló con ella, y ella no hizo más. Existen unas cartas, pero son cartas de pasión, en las que da todo y acepta hacerse de la niña. Sin embargo, si se leen las últimas cartas, su relación se iba enfriando, al punto que le preguntaba a la madre: “Vilma, ¿Qué pasa contigo?”. Además, la sobrina de Arguedas, Donatilda, también tiene algunas cartas donde él habla sobre este tema.
Para terminar, si lo tendría al frente, ¿Qué le diría?
Gracias maestro por influir en mi obra. Pues lo que yo hago en pintura, él lo hizo en la literatura. Creo que aún me falta mucho, mucho que hacer, pero por él, estoy en el camino.
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