sábado, 5 de marzo de 2011

EL LIBRO QUE CAMBIÓ MI VIDA


Lolita
Antony Llanos


“Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía”, fue lo primero que leí, y no imaginé la gran novela que iba descubriendo a la misma velocidad con la que Humbert-Humbert conduce en la censurada y genial novela de Vladimir Nabokov: “Lolita”.
El libro está divido en dos partes y demoré quince días para cada una. La obsesión de un cuarentón, hacia una adolescente, se transmite mediante las palabras enriquecidas por las sutiles frases en francés, que inyectan, a cualquier lector, la misma intensidad para disponerse a amar. Yo amé la escena en que ambos personajes salieron de las hojas, convirtieron la tinta en sangre y comenzaron a existir. Podía oler como destilaban feromonas, en el momento cúspide, cuando el uno poseyó al otro. La historia pareció haber culminado en un clásico final, igual que la cadenciosa madrugada vislumbrada por la ventana de mi habitación.
En la segunda parte, el libro comienza a desdoblarse. La inmaculada es afectada por la polución. La aparición de un personaje misterioso emociona, y más cómo Humbert-Humbert pierde la paciencia y su vehemencia, lo cual se refleja en cada palabra. Inicia la locura.
Más allá de la melancolía que produce la muerte, en el caso de Aschenbach, fiel amante del pequeño Tadzio en “La Muerte en Venecia”, de Thomas Mann, Nabokov oculta algo más desolador que la propia desaparición del cuerpo: la soledad.
No fue fácil aceptar, mucho menos lo será para los amantes que disfrutan de la juventud de sus parejas, creer que la llegada del envejecimiento, que el migrar a otras pieles, pueda ser más doloroso que morir o dejar de existir.

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